El año pasado marcó un viraje en América Latina. Un número creciente de países de la región parece decidido a defender sus intereses a pesar de los designios de Estados Unidos. La elección de José Miguel Insulza al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA), contra el candidato apoyado por el gobierno de Bush ha demostrado claramente la decadencia del liderazgo estadounidense en el continente. Estados Unidos no sólo ha perdido el control de la OEA, que tradicionalmente apoya sus intereses, sino que fracasó también en la Cumbre de las Américas de 2005 al no poder convencer a sus participantes de votar a favor de una declaración en apoyo a sus posiciones económicas y políticas para la región. El fracaso se hizo mucho más evidente porque toda la Cumbre había sido cuidadosamente planificada para lograr el triunfo de Estados Unidos.
A todo lo largo de 2005, los diversos intentos de presionar y condenar al gobierno venezolano también fracasaron. El presidente George W. Bush fue incapaz de convencer a otros países para que apoyaran su proyecto de aislar al presidente Hugo Chávez. Estados Unidos tampoco pudo obtener un apoyo regional para su política de intervención directa en los conflictos internos de Colombia.
Todo, por supuesto, no es sombrío para Estados Unidos. La elección del colombiano Luis Alberto Moreno como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo fue claramente una opción estadounidense. Eso significa que el banco continuará su política neoliberal ortodoxa. No obstante, ha surgido una clara distinción entre los países latinoamericanos que quieren llevar a cabo la integración regional de acuerdo con sus propias condiciones y los que abogan por la integración hemisférica bajo la égida de Estados Unidos.
Impulsado por Brasil y apoyado ante todo por Argentina y Venezuela, el proyecto del primer grupo es la construcción de una comunidad de naciones sudamericanas. Los países del MERCOSUR buscan defender sus intereses nacionales respectivos y un orden democrático internacional más equitativo. No buscan una confrontación con nadie. El segundo grupo –los países que mantienen una relación más directa con Washington– se divide en dos tendencias. Algunos Estados como Colombia, Ecuador y Perú actúan individualmente, mientras que otros, en especial de América Central y la República Dominicana, actúan en el marco de una perspectiva regional. Todos siguen la política iniciada por México y, en menor medida, por Chile.
Pero es en el terreno ideológico donde se evidencian más los contrastes. De hecho, toda la región podría verse afectada por las consecuencias de una confrontación entre Venezuela y Estados Unidos, así como por una eventual victoria electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. Para Estados Unidos, la posible creación de un triángulo que una a Cuba, Venezuela y Nicaragua sólo puede ser vista como una amenaza directa para la estabilidad regional. El resultado inmediato de ello sería colocar a América Latina en una posición peligrosa, encabezando la lista de los fantasmas considerados por Washington como una amenaza para su seguridad. El triunfo del Movimiento al Socialismo puede intensificar aún más ese temor.

Fuente
Taipei Times (Taiwán)
Daily Times (Pakistán)

«Latin America at a crossroads», por Raúl Alfonsin, Daily Times, 4 de enero de 2006 .
«Latin America at the crossroads» Taipei Times, 4 de enero de 2006.