Después del fracaso del paro del miércoles 13 de abril 2005, el presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez ha sufrido una cadena de derrotas sucesivas por la emergencia en la superficie del repudio heroico del pueblo a su gobierno y al conjunto del establecimiento político, articulado por la valiente convocatoria de radio La Luna a que la gente se exprese por sí misma. Decenas de miles se manifiestan pacíficamente gritando: ¡Fuera Lucio! ¡Qué se vayan todos! El pueblo está descubriendo en los hechos, con el asombro que provoca la simpleza de lo profundo que, él, el pueblo mismo es el poder.
Era el miércoles 13 de abril, avanzaba la tarde en un ambiente frustrante. La gente no había salido a participar en el Paro promovido por la Asamblea de Quito dirigida por la Izquierda Democrática (ID), con el propósito de demandar que se cese a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia nombrados el pasado diciembre.
Tampoco respondió a la convocatoria de la Asamblea de los Pueblos, propuesta por el liderazgo de la CONAIE, para calentar el ambiente un día antes, aunque su programa se dirigía a repudiar el TLC, la presencia del Comando Sur en la base de Manta y el Plan Colombia.
En una y otra, el pueblo instintivamente no sentía autenticidad, es de dominio público que Pachakutik, el brazo político de la CONAIE, luego de su separación de Lucio, ha caminado abiertamente tras la ID y su alianza con el Partido Socialcristiano. La gente no quería ser carne de cañón de nuevos amarres y acuerdos tras bastidores.
La ciudad había trabajado a medio pulmón. El paro no había obtenido nada, no había sido siquiera una demostración de fuerza, sino por el contrario había expuesto la debilidad de su dirección, realmente había fracasado.
Una inquietud inquiría a todos: ¿Esto significaba que Quito está con Lucio? El gobierno de Lucio pretendía interpretar que sí. Un nuevo éxito en su maniobra de apoyarse en la alianza con la oligarquía de Álvaro Noboa, en el PRE de Bucaram y en los acuerdos con el Movimiento Popular Democrático y el Partido Socialista y sobre todo, en el fracaso repetido de la «oposición» liderada por el partido socialcristiano y la ID que jala a Pachakutik. Las marchas realizadas no contaron con la presencia masiva que esperaron y la represión policial con gases lacrimógenos pudo detenerlas y disolverlas.
La gente del pueblo que asistió a la convocatoria se quejó que fue a un paro sin dirigentes y sin camino, que les expusieron a la violenta represión policial, que ocurrió lo mismo que el 16 de febrero, cuando decenas de miles marcharon al centro de Quito para que el Alcalde Paco Moncayo dijese un violento y corto discurso contra Lucio y luego les pidiera regresar a sus casas ... con un Lucio que paso el susto de que el pueblo vaya al palacio de gobierno a expulsarlo, una «oposición» que se vanagloriaba de su capacidad de movilización y el pueblo que se quedaba otra vez con las manos vacías y lo que es peor, con Lucio encima.
Se enciende la chispa
En las ondas de radio La Luna, que había realizado una cobertura atenta segundo a segundo a los acontecimientos, se escuchaba al pueblo. En sus intervenciones se sentía una extraña combinación de frustración e indignación, pero no de escepticismo.
Paco Velasco, que había consecuentemente llamado todo el día a salir y manifestarse, y no se resignaba a ese confuso escenario, conversaba con las personas que llamaban y entre diálogo y diálogo salieron las propuestas de hacer un cacerolazo, que la gente se reúna, se fijo lugar y hora en la Tribuna de la Avenida de los Shyris. Con su pasión habitual, Velasco, continuó la agitación.
A la radio pronto se sumaron las cadenas de internet y los mensajes en los celulares, frente a la indiferencia cómplice de los medios de comunicación. Una nueva forma de hacer política se empezó a inventar, como instintivamente emulando la auto convocatoria del pueblo venezolano que tres años atrás, dio al traste con el golpe fascista armado por la CIA y la oligarquía venezolana contra el Presidente Chávez o, la movilización masiva en España tras el atentado del 11 de marzo del 2004, que fue clave para derrotar la pretensión de Aznar a reelegirse.
Y se encendió la chispa que empezó a concentrar a miles y miles de personas, ahora si, auto convocadas, sin los dirigentes y los partidos que desde hace más de 25 años vienen secuestrando sus derechos políticos. Llegaban con globos, banderas, cacerolas, música y humor. La gente empezó a gritar: !Fuera Lucio!, !Que se vayan todos!
«Que se vayan todos»
Como recordando los sucesos de la insurrección popular del 21 de enero del 2000, cuando el Parlamento de los Pueblos cesó a los tres poderes del estado, bajo la consigna: que se vayan todos, la gente se agrupó y se fue a expresar su repudio a la Corte y sus ilegales resoluciones que anulan los juicios por peculado contra tres ex-mandatarios.
El primero se inició en 1995 al Vicepresidente Alberto Dahik, el exponente político más destacado del neoliberalismo, envuelto en el manejo ilegal de fondos reservados, que constituyó un punto de viraje en la historia jurídica del país, por primera vez un juez, Carlos Solórzano, dictó la orden de prisión de un mandatario por un delito penal, en oposición a la protección que le ofreció el gobierno y el congreso.
Dos juicios al ex-presidente, Abdalá Bucaram, el primero que se inició cuando ejercía el poder por peculado en un programa de mochilas escolares y el segundo, también de peculado, por llevarse ingentes sumas de dinero del Banco Central, la fecha en la que abandonó el poder en 1997, los dos incoados por el Presidente de la Corte, Carlos Solórzano, antes de ser ilegalmente cesado en sus funciones con la Corte en pleno, en una franca violación de la Constitución y de la Consulta Popular que le había prohibido al congreso hacerlo.
Y un último juicio al ex-Presidente Gustavo Noboa, por una renegociación de la deuda externa que habría ocasionado pérdidas millonarias a la economía del país, iniciado el 2003. Luego fueron a la casa de Lucio a expresarle su repudio. Su familia pudo sentir las tempestades que ha sembrado. El pueblo no sólo quiere que la Corte se vaya, quiere que se vaya Lucio, que se vayan todos.
El jueves 14 de abril, Lucio respondió a los manifestantes espontáneos, acusándoles de «forajidos» por atentar contra la “privacidad de su familia” y amenazándolos con enjuiciarlos.
Las llamadas a radio La Luna se fueron incrementando. Todos los ciudadanos se asumieron a sí mismos como «forajidos», frente a un Presidente que protege a malhechores y los libera de la persecución de la justicia.
Nuevamente el pueblo se convocó a ir a la avenida los Shyris y empezaron a multiplicarse los sitios de convergencia por el sur, el norte y el este de Quito en los valles de Los Chillos y Tumbaco. La noche se caracterizó por una movilización que se generalizaba, la gente tocaba cacerolas, tablas, las bocinas de los autos y los gritos replicaban: !Fuera Lucio! !Que se vayan todos!
Los políticos y dirigentes empresariales que quisieron participar para apropiarse de protagonismo y de la manifestación popular absolutamente independiente de ellos y en contra de ellos, fueron tratados con desprecio e indiferencia, cuando no se les obligo a que guarden las banderas de la ID o a que se vayan. Esta es una manifestación del pueblo no de los políticos, de sus partidos ni de los oligarcas, insistía la gente.
El viernes 15 de abril, todo el día, La Luna, recibió la visita espontánea del pueblo que asistía a expresar su apoyo a su valiente cobertura. Llevaron 3.000 diplomas para certificar a «los forajidos» y, empezaron a hacer colas para obtenerlos.
Niñas, niños, mujeres, ancianos, hombres, jóvenes, estudiantes, trabajadores, continuaban hablando en la radio. Expresaron su amor a su país, a sus familias, a su gente y su repudio a Lucio, en todos los términos y formas y al establecimiento político en su conjunto. La tensión crecía. La solitaria voz de La Luna, había opacado el raiting de las demás estaciones de radio y de la televisión, su sintonía rompía records. Se especulaba que el gobierno declararía el estado de emergencia.
El pueblo fijaba más y más puntos de concentración y los comunicaba por el dial de La Luna. La gente caminaba por la calles golpeando sus tablas y cacerolas, el tráfico se interrumpía, el pueblo se encontraba alegre consigo mismo, los pitos de los autos sonaban: !Fuera Lucio! !Que se vayan todos!
Estado de emergencia, Lucio dictador
En las inmediaciones de La Luna, llegó un grupo de 40 personas armadas, con canecas de gasolina, aparentemente con la intención de asaltar la estación, agredir a sus periodistas e incendiarla. El pueblo vigilante los detectó, los denunció, detuvo a algunos miembros de la banda.
El Coronel (r) Jorge Brito denunció que el Teniente (r) Edy Sánchez, representante del Presidente en el Instituto de Seguridad Social (IEES), dirigía la banda. Descubiertos y débiles frente al repudio de la gente, fugaron. Habían fracasado en la pretensión de desencadenar una provocación que justifique la declaración de emergencia.
Lucio apareció en cadena de radio y televisión. Peinado con gomina. Su ojo derecho gacho. Demacrado. Junto a él sus ministros de gobierno y defensa y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, con la ausencia visible del General Luis Aguas, Comandante General del Ejército, el arma más poderosa. Lucio, lucía su banda presidencial: «Mi poder en la Constitución», al anunciar que emitía un decreto que viola la Constitución.
Sin que existan las causales previstas declara el estado de emergencia en Quito, con la suspensión de los derechos a libertad de expresión, reunión, y a la vez faculta requisiciones, detenciones y otras acciones propias de un estado de fuerza, sin tener tampoco el apoyo de la fuerza de la fuerza, el ejército.
Además cesa a los magistrados de la Corte Suprema, violando la independencia de los poderes, sin que el poder ejecutivo tenga facultad alguna de hacerlo. Lucio de hecho se había declarado dictador.
Se deshace el estado de emergencia
El pueblo de Quito respondió enardecido. Miles fueron a La Luna a proteger la estación, impedir su clausura y cualquier agresión. La protesta e indignación se extendió por toda la ciudad, las manifestaciones se radicalizaron y fortalecieron. El estado de emergencia no podía ser aplicado, el poder del poder ejecutivo, había sido vencido antes de ser usado.
El sábado 16 de abril, el pueblo continuaba hablando en La Luna, demandando la salida de Lucio y de todos. Las fibras más profundas de su sensibilidad empezaron a hablar, defendiendo a su Patria y a su dignidad. La gente cuestionó los abusos de los poderes que han destruido miles de puestos de empleo, nuestra moneda «el Sucre», símbolo de la independencia de la nación y órgano de su soberanía monetaria, los negocios con el petróleo, el TLC, las bases militares yanquis, el Plan Colombia, la pobreza, el desmantelamiento de la educación y salud públicas, de la seguridad social.
Su dolor se sentía en cada palabra y su amor en las voces de los niños y niñas pedían sólo el respeto a la vida en su patria, pedían ternura, frente a la declaración de guerra de Lucio.
Los defensores de derechos humanos Galo Chiriboga, Alexis Ponce y Gustavo Larrea, interpusieron un recurso de amparo constitucional en contra del decreto dictatorial de Lucio, pero antes de que el juez comunique al presidente la suspensión de sus efectos, ya él tenía listo su decreto para anular el precedente que apenas duró 18 horas, sin aplicarse efectivamente, derrotado por el poder popular.
En la noche continuaron las manifestaciones. En todos los rincones de la ciudad resonaban los pitos, las cacerolas, los tablazos, los indignados grito: !Lucio Fuera! !Que se vayan todos! Ahora cientos de miles, los dos millones de habitantes de Quito, ya estaban envueltos en el drama. Y más allá en Cuenca, al sur del país, la gente ha empezado a movilizarse masivamente.
El pueblo es el poder
Con el ejemplo de Quito, como ayer el 10 de agosto de 1809, el país ha sido estremecido por la realidad, que está tras las máscaras mediáticas.
El poder y sus instrumentos, el gobierno, el congreso, la corte, los partidos, han quedado desenmascarados. Representan como autores, cómplices, encubridores y beneficiarios, a un establecimiento político y económico que oprime a la sociedad, a sus sentidos, a sus sentimientos, a sus amores, a su arte y su cultura, a su educación y salud, a su alimentación, a su bienestar.
El poder en manos de las clases dominantes ha quedado además también desmitificado, en tanto ellos buscan la forma de encontrar una puerta de salida a la crisis que proteja su control del poder, el pueblo está descubriendo en los hechos, con el asombro que provoca la simpleza de lo profundo que él, el pueblo mismo es el poder.
Para cumplir su propuestas de que se vayan Lucio y todos, el pueblo enfrenta la tarea de inventar o reinventar sus propios órganos de poder a través de los cuales disolver los poderes del establecimiento y efectivamente asumir el ejercicio de la soberanía: asambleas, comunas, parlamentos, consejos de auténticos diputados del pueblo, en cada barrio, en cada parroquia, en cada cantón, en cada provincia.
Las protestas populares de Quito en imágenes
Fotos Jeronimo / Indymedia Ecuador.
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