El chileno Juan Somavía Director General de la OIT.

En los últimos días se hizo público y comenzó a circular por Internet un resumen de un documento elaborado para la Oficina Internacional del Trabajo por una «Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización». Dicha «Comisión Mundial» fue creada a iniciativa del Director General de la OIT, Juan Somavía, y está integrada, aparte del mismo Somavía, por otras 25 personas, la mayoría de ellos funcionarios o ex funcionarios gubernamentales o internacionales, entre los cuales se cuentan la presidenta de Finlandia y el Presidente de Tanzania, el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti y tres representantes del «núcleo duro» del sector empresarial: Taizo Nishimuro, vicepresidente de la central patronal de Japón y Presidente de Toshiba, François Perigot, presidente de la Organización internacional de empleadores, ex director de Unilever y actual presidente de MEDEF Internacional, una rama de la organización patronal francesa y Ann McLaughlin Korologos, vicepresidenta de la Rand Corporation y miembro de los Consejos de Administración de Microsoft, de Kellogs y de otras grandes transnacionales y ex presidenta del Instituto Aspen.
Con un presupuesto anual de 160 millones de dólares, la Rand Corporation es el centro privado más importante de investigaciones en materia de estrategia y de organización militar en el mundo. Es la expresión prestigiosa del lobby militar-industrial estadounidense. Condolezza Rice y Donald Rumsfeld fueron miembros de su Consejo de Administración antes de asumir sus actuales funciones oficiales.
El Instituto Aspen es un «think tank» del neoliberalismo que se fundó en USA en 1950 y ahora tienen filiales en varias regiones del mundo.

Emblema OIT

También forman parte de la Comisión el premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, «arrepentido» del FMI, el Presidente de la central sindical estadounidense AFL-CIO y Aminata Traoré conocida por su actuación en los foros «altermondialistas».

El resumen publicado permite darse una idea de la orientación general del documento completo (que tiene unas 200 páginas).
Comienza diciendo que «los beneficios que pueden obtenerse con la globalización son inmensos» y que ésta «ha abierto la puerta a numerosos beneficios. Ha propiciado sociedades y economías abiertas, así como una mayor libertad para el intercambio de bienes, ideas y conocimientos». La expresión «sociedades y economías abiertas» no logra ocultar la realidad que dicha expresión implica: naciones enteras sometidas al pillaje de las sociedades transnacionales y del capital financiero internacional. La frase que hemos subrayado es de una falsedad notoria: el proteccionismo que practican las grandes potencias es cada vez mayor, la libertad de pensamiento está aherrojada por las transnacionales de la comunicación y sometida cada vez más al control policiaco de los Estados y los conocimientos (tecnológicos, científicos e incluso la sabiduría popular y ancestral) están monopolizados por los grandes consorcios internacionales a través del sistema de patentes o de la simple piratería.

Después el documento señala algunos de los desastres humanitarios producidos por la globalización: desempleo, trabajo mal remunerado, brecha creciente entre pobres y ricos, crisis de la democracia, etc., desastres que son ampliamente conocidos en primer lugar por las víctimas, que se cuentan por miles de millones, y por cualquiera que se interese mínimamente por los temas sociales.

El documento formula algunas vagas propuestas tendientes a mejorar la situación y, entre ellas, ésta realmente sorprendente: «El sistema financiero internacional debería prestar un apoyo más decidido al crecimiento global sostenible», simulando ignorar que justamente el capital financiero internacional rentístico y especulativo es el principal responsable del desastre social mundial, incluso en detrimento del capital productivo.

En el documento se dice que «el terrorismo mundial» amenaza a las sociedades abiertas» pero no encontramos ni una sola palabra (al menos en el resumen) sobre el súper-armamentismo, las guerras de agresión y el recorte a escala mundial de los derechos y libertades con el pretexto del terrorismo.

Kofi Annan (izquierda) y Juan Somavía (derecha)
El Secretario General de la ONU y el Director de la Organización Internacional del Trabajo.
Foto Marcel Crozet / ILO.

Se puede resumir diciendo que el documento señala los efectos perversos más notorios de la mundialización pero se abstiene cuidadosamente de mencionar las causas profundas. Y de extraer las conclusiones y formular las propuestas consiguientes para combatir esas causas.

Sin perjuicio de analizar más adelante el documento completo, se puede llegar a la conclusión de que el mismo refleja la preocupación de las elites dirigentes mundiales por el creciente descontento de las masas populares ante una situación que se hace cada vez más insostenible. Las clases dominantes tratan de encontrar fórmulas o válvulas de escape sin perder las plumas.

Forma parte de esta estrategia la política de recuperación -en marcha- de los movimientos «altermundialistas» a través de lo que se está comenzando a llamar «el diálogo entre Davos y Porto Alegre». No son ajenas a dicha política algunas grandes ONG.

El próximo Foro de Barcelona parece prepararse bajo el signo de esta recuperación: son rechazados documentos críticos del sistema y hay una polémica a raíz del giro empresarial del mismo, que incluye proyectos urbanísticos en torno al Foro y en particular el hecho de la participación y/o esponsorización de empresas que tienen vínculos importantes con el comercio de armas en España.