El Presidente de los Estados Unidos George Bush se presentó anoche ante las cámaras de las principales emisoras de televisión del país en el horario estelar de las ocho media con la finalidad de exponerle al pueblo norteamericano sus mejores argumentos en favor de «su guerra», la guerra de Irak que en estos momentos está atravesando los peores momentos desde que se iniciara este conflicto militar, que son muchos ya que lo comparan con la guerra de Viet-Nam.

El Presidente dijo anoche que no. Que Irak no era igual que Viet-Nam y que Estados Unidos continuaría allí, en Irak, para finalizar el trabajo que habían comenzado los hombres que han caído en el campo de batalla frente a los insurgentes musulmanes iraquíes que se enfrentan en su país a la ocupación militar norteamericana. Se refería el Presidente a los cientos de soldados norteamericanos muertos en esta guerra, que aunque el Presidente Bush afirme que no tiene paralelo con Viet-Nam, los hechos le contradicen cada vez que se reporta que otro soldado de Estados Unidos ha muerto en el campo de batalla.

Estamos en tiempos de elecciones y por supuesto que el Presidente tiene que estar muy preocupado porque según las más recientes encuestas de opinión pública, la oposición Demócrata le está ganando terreno. Entre la economía del país que no mejora y la guerra de Irak que cada día empeora, la Casa Blanca no está para caras de buenos amigos. Así fue que vimos anoche al presidente, con cara de profunda preocupación solemne. Y no es para menos.

Se dice que el peor enemigo en política no es precisamente el que está en el campo del adversario. Todo lo contrario. El que pertenece al mismo campo ideológico es a quien más hay que temer porque es el que mina, socava y divide las fuerzas que sirven de soporte a una posición política determinada. Y ese axioma lo mismo es válido para la izquierda que para la derecha.

¿Quién es el fantasma más peligroso que amenaza y persigue al Presidente Bush en su lucha por conservar la presidencia de los Estados Unidos? No es ciertamente el candidato Demócrata John Kerry ni lo es tampoco el terrorista Osama Bin Ladeen. Ni siquiera lo son los insurgentes sunitas o chiítas de Irak. El peligro está en el propio campo ideológico de la derecha norteamericana, divida entre el Presidente Bush y su equipo gobernante y el poderoso financiero multimillonario- muy anti-comunista por cierto- George Soros que le ha creado un frente político tan amplio y profundo que ya son muchos los de la derecha los que dicen que para «salvar» al capitalismo norteamericano hay que cambiar de Presidente.

Soros se ha gasto ya unos trece millones de dólares en campañas publicitarias contra el Presidente Bush y dice que todavía le queda mucho dinero mas para impedir la victoria del Partido Republicano en las próximas elecciones del mes de noviembre. Su argumento principal es que Bush es un extremista de derecha que pone en peligro la democracia americana. Señala Soros en su denuncia, que el Presidente se ha rodeado de un grupo de ideólogos extremistas y fundamentalistas que se han apoderado del Partido Republicano a través de una maquinaria paralela de fundaciones y así es que han capturado el poder.

«Ni estoy loco ni estoy solo», afirma el influyente financista internacional que en una ocasión llevó al desplome a la libra esterlina británica. Soros, en una entrevista que acaba de salir publicada en el diario El País de Madrid declaró que lo que a él mas le inquieta es que en América la gente no está preocupada por la verdad.

¿Tiene razón acaso el millonario Soros? Habrá que esperar a noviembre para conocer la verdad. Mientras tanto dejemos al Presidente Bush soñando con sus fantasmas.