La soberanía de un país no se reduce solo a su territorialidad, se refiere también a su cultura y a su gente, por lo tanto, el concepto de inviolabilidad se hace extensivo a las manifestaciones culturales de cada país por parte de los otros, las mismas que son creadas, desarrolladas y mantenidas por sus habitantes en un proceso ininterrumpido de interacción hombre–naturaleza a lo largo de la historia. El propio concepto de pueblo y de nación hace referencia al territorio que éstos ocupan y a las culturas que practican, principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en las Constituciones de cada país.

El atropello cometido por militares colombianos contra niños y jóvenes otavaleños a quienes sin fórmula de juicio se les detuvo, torturó sicológicamente y luego se les cortó el cabello, es un atentado que no debe ser visto como un simple “error” de los militares de Uribe, pues, no solo que violaron sus derechos humanos, sino que se cometió un acto de terrorismo de Estado contra estos compatriotas a quienes además de retenerles en forma ilegal, se les amenazó de muerte, generando terror en los detenidos. Y al cortarles la trenza se atentó contra un símbolo inalienable de su identidad, que es parte sustancial de nuestra cultura nacional.

La trenza es parte inalienable de su cuerpo, tan inviolable como son las uñas, los dedos, los ojos, la piel. Ahí se cometió un acto de terrorismo de Estado contra nuestros compatriotas y un acto violatorio a nuestra soberanía cultural a la que nuestras autoridades están llamadas a defender y a pedir, no solo las explicaciones y disculpas necesarias, sino las correspondientes indemnizaciones moral, cívica y demás contempladas en las leyes y a las que tiene derecho nuestro pueblo.

Este atentado terrorista cometido por los militares colombianos es parte del terrorismo oficial en la lucha contra las fuerzas insurgentes que desde hace medio siglo combaten en Colombia por el control del poder; los miles de desplazados colombianos que viven en Imbabura pueden testificar esta aseveración. Un país en el que el poder oficial, siempre en manos de una trinca oligárquica todopoderosa, atenta contra sus propios compatriotas solo por pensar de modo diferente, es el escenario habitual para esta clase de atropellos. Lo mismo que lo es la actitud timorata y taimada del gobierno ecuatoriano y de muchas de nuestras instituciones que hasta ahora no protestan formalmente contra esta nueva violación a la soberanía nacional; como tampoco lo hacen respecto de las inhumanas e ilegales “fumigaciones” que las fuerzas combinadas de EEUU y Colombia realizan en la frontera sin respetar los acuerdos internacionales, intervencionismo que está dejando una secuela de enfermedades y muerte en nuestra poblaciones fronterizas.

Los ecuatorianos hemos recibido y seguiremos recibiendo con hospitalidad a nuestros hermanos colombianos desplazados; y no puede ser de otra manera, no solo por así ordenarlo los convenios internacionales y la solidaridad característica de nuestro pueblo, sino porque en Colombia existe una vieja y cruenta guerra civil, en la que tras del gobierno de Uribe, como siempre, está metido EEUU, pues para ellos toda guerra es un gran negocio. Pero sobre todo en Colombia hay petróleo, esmeraldas, selvas vírgenes, carbón de piedra, ríos inmensos, selvas vírgenes; recursos naturales de los que pretenden apropiarse mediante la imposición de su “democracia” monopólica en la que tienen cabida solo los apátridas que están de su lado, atentando contra los intereses nacionales del pueblo colombiano con el que somos solidarios, pues son parte de esta América Latina heroica que se resiste a ser subyugada por el imperialismo y sus lacayos.

Lo ocurrido contra los jóvenes otavaleños es lo suficientemente grave como para que no lo dejemos pasar por alto. Dada nuestra vecindad y la cercanía de su conflicto a nuestras fronteras, éste es otro de los episodios de violación a nuestra soberanía en su demencial política guerrerista para irnos involucrando en su conflicto; si no reclamamos airadamente y nuestro gobierno no lo hace por todos los medios legales, e incluso los de nivel internacional; nuestras autoridades estarán demostrando su doblez cívica, su pusilanimidad, y los oscuros manejos de nuestra política internacional conforme los designios de la gran potencia.