Las elecciones

Como ha sucedido en toda la historia nacional, la institucionalidad formal rompe las dinámicas populares con su agenda oficial. El rito electoral pone de presente, una y otra vez, que entre quienes asumen un mismo propósito (otra Colombia) no existe una lectura común frente al qué hacer ni en el corto ni el mediano plazo.

Esa dispersión de acciones y propósitos, reflejo fiel de la ausencia de una propuesta de país alternativa y colectiva, es lo que permite que llegado el rito electoral, se rompan las agendas sociales y políticas en marcha y se vire, como sucede en estos momentos de manera concentrada, sobre la agenda oficial.

Pero el 2006 será una coyuntura electoral fuera de toda experiencia. Como no se había visto hasta ahora, estamos inmersos en una coyuntura de poder de seis meses, donde la fracción dominante del Estado colombiano tratará a como de lugar de conservar y ahondar sus privilegios a la par de la legalización – legitimación lograda hasta ahora por el paramilitarismo.

Está en juego, por lo tanto en esta coyuntura, no la simple elección o reelección presidencial, sino la ruptura o el ahondamiento de un modelo de dominación y control social que se dispone a su prolongación como mínimo hasta el 2019. Riesgo que demanda de la izquierda y de los movimientos sociales no una simple campaña electoral como la desplegada hasta ahora, sino un profundo ejercicio social que confronte el modelo en marcha, cierre las puertas a su continuidad y evidencie ante todos los colombianos que el país posible sólo lo pueden hacer realidad los sectores ajenos al poder.

Campaña que demanda entre otras acciones, en tanto el riesgo de la normatización del autoritarismo es real, la concentración de todo el esfuerzo de las organizaciones políticas de izquierda y de los movimientos sociales progresistas, en la campaña por el Ejecutivo. El legislativo quedará, en caso de triunfar en la campaña electoral, para una nueva Asamblea Nacional Constituyente, y en caso de ser derrotados, para un vacío político por su conformación claramente paramilitar.

La soberanía nacional

Uno de los componentes fundamentales de la actual campaña electoral, descansa en el tema del TLC –ALCA, y con ellos en el de la soberanía nacional.

Como se sabe, el afán del Ejecutivo por firmar un Acuerdo a todo costo y riesgo, es inocultable. Ni siquiera en temas como la cuota de pantalla, donde el capital se ha movido para sensibilizar la opinión pública con sus ídolos de pantalla y “la defensa de la cultura nacional”, se han respetado las demandas. Ahora se sabe que ya hay un documento firmado que otorga el 80% de la disputada cuota a las empresas multinacionales.

Una vez firmado por Perú el TLC, el Presidente no ocultó su preocupación por la “delantera” ganada por los vecinos del sur. Ahora presiona a los negociadores nacionales para que hagan lo propio. Así, con la agenda económica, con la propiedad intelectual, con los páramos y bosques, el agua, la biodiversidad, la educación y otros, pendiente de los intereses de los Estados Unidos, el debate nacional se centra en el tipo de proyecto económico, humano e histórico para Colombia.

Por lo tanto, hay que ir al fondo, hay que delimitar las alianzas en el continente, hay que precisar el modelo de empleo – trabajo por construir, hay que presentar ante la opinión pública los proyectos en cada una de las áreas que implican a una sociedad, para por fin dejar en claro que lo que está en marcha en nuestro país es su total fragmentación: por un lado la oligarquía de viejo y nuevo cuño, con sus aparatos armados y su alianza incondicional con los Estados Unidos, y por el otro los negados de siempre anhelantes de una alianza continental por la soberanía y el progreso de toda América Latina.

Proyecto de país

Delineamiento que implica un proyecto de país. No es posible avanzar en la agenda nacional por paz, justicia, libertad y soberanía, sino se construye en encuentros populares permanentes, el proyecto de la Colombia posible y soñada.

Retomar las propuestas existentes en todos los rincones del país, para diseñar un referente nacional que desate las mejores y más fuertes energías sociales que arrinconen a quienes se han apropiado sin vergüenza de la riqueza nacional, es una de las principales tareas del candidato por la izquierda a la presidencia de la República. Por esto decimos e insistimos, esta no es una campaña cualquiera, es un esfuerzo gigantesco por derrotar el proyecto de derecha, pero también por desatar la contenida y desconocida energía social, ahora dispersa en miles de miles de desplazados que sufren el embate del poder.

Una campaña que ponga en evidencia la necesidad del reencuentro nacional y por lo tanto ponga en marcha cientos de miles de comités por la nueva Colombia. Una campaña que estimule la simpatía por una persona, pero que también potencie la capacidad de aquellos que por años sólo han sido concitados para que acompañen, carguen y digan sí.

Una campaña para desatar un poder en ciernes. El proyecto nacional, dibujado por todos, debe ser el primer resultado de esta campaña. De ahí a romper el presidencialismo, a recuperar la soberanía nacional y a volver el poder a las mayorías, hay un solo paso. Al final, si se pierde en la coyuntura (elecciones) habremos ganado el proyecto y la energía social, con los cuales tendremos que continuar en campaña, esta vez desatando fuerzas sociales para derrotar el TLC por referendo popular, para levantar diques al autoritarismo e impedir el trámite del conjunto de reformas regresivas con las cuales el candidato Presidente se querrá hacer perenne y por su conducto el bloque dominante que representa.