En el movimiento pacifista somos muchos los que oramos por el restablecimiento de Ariel Sharon, a pesar del hecho de haberlo considerado siempre, a largo plazo, como un obstáculo para la paz. Aunque nunca hayamos deseado la muerte de nadie, ni siquiera de nuestros enemigos, sí esperamos que personas como el presidente iraní, el dictador sirio Bashar Al-Assad, o incluso el presidente George Bush puedan abandonar pacíficamente sus cargos. Pero a muchos militantes de la paz los acontecimientos ocurridos en estos últimos meses nos dan la esperanza de que Sharon pueda conservar su cargo al menos durante los próximos seis meses.
La razón es que Sharon hizo lo que nadie de la izquierda fue capaz de hacer: dividir a la derecha, marginar a los extremistas aferrados a la imagen de que la tierra de Israel emana de un mandato divino y, por último, reconocer que un Israel más concentrado, con fronteras capaces de defenderse, es preferible a un Gran Israel que necesitaría dominar a tres millones de palestinos.
Sharon no era un orador, sino más bien un hombre de acción. Cuando comprendió que Israel, si insistía en prolongar los 39 años de ocupación no podría seguir contando con el apoyo ni siquiera de sus aliados más entusiastas, evacuó a varios miles de colonos de Gaza y replegó las tropas a las fronteras de 1967.
Fue precisamente por su pasado de militar sin escrúpulos, ajeno a la situación humana del pueblo palestino, que Sharon pudo incorporar al proceso de creación de un Estado palestino a sectores completos de la sociedad israelí que, si bien no se interesan por el problema de Cisjordania a causa de razones religiosas, sí se preocupan enormemente por su propia seguridad frente al terrorismo palestino. Ante este electorado, era él quien gozaba de mayor legitimidad. La desaparición política de Sharon constituye una grave pérdida para los que esperaban construir la paz etapa por etapa.

Fuente
The Age (Australia)

«An old warrior who might have won the peace», por el rabino Michael Lerner The Age - Sydney y The Berkeley Daily Planet, 6 enero de 2006.