El autor de la nota mantiene que la recién estrenada película de Julia Vargas Weise es una rematada mediocridad
Marcos Loayza dijo alguna vez que por las múltiples dificultades que tenemos para hacer cine en Bolivia, no podemos darnos el lujo de hacer un cine mediocre.
Mediocre y Minimalista hasta en el título, es la última película estrenada en los cines bolivianos, Esito sería, así como el comentario de Marco Basualdo, publicado en El Juguete Rabioso del 14 de noviembre de 2004.
Aunque el comentario antes mencionado plantea que “esa mierda se acarrea y termina por ser aceptada de modo cíclico”, refiriéndose al “carnaval de la vida” que supuestamente la película nos quiere mostrar. La película en sí misma no tiene una trama cíclica, mas bien es lineal como planteó su Guionista, Julia Vargas Weise, al decir que la fiesta se acaba y la realidad golpea. Su composición escénica no refleja el ambiente de Oruro, aunque se dice que es una película ambientada en el carnaval de Oruro, se nota que no se ha hecho una mínima aproximación de lo que sucede en el contexto de este fenómeno festivo. El contexto construido del bordador, del mascarero, del músico que invita, del restaurante, del ensayo y de la fiestas de salón, es ajeno a lo que sucede en el carnaval de Oruro.
Es una narrativa construida desde lejos y parcelada, se muestra como elemento de la película la fe y el milagro, pero no se aproxima ni de manera referencial a la parte ritual, social y familiar del ambiente de esta fiesta.
Con excepción de la "gula" expresada en el personaje que hace énfasis en la obsesión por las comidas, la actuación es pobre, los diálogos son monótonos y fríos. La trama nos muestra ideas opuestas, como son la muerte y la fiesta, pero en ningún momento los actores actúan con alegría extrema o con llanto y dolor extremo. En toda la película no se ve una sola carcajada. Lo más emotivo en actuación es el grito del "feucho" cuando ve partir a "su amor". El énfasis en la actuación es el mismo en un entierro, en una fiesta o escuchando a cinco mil músicos tocar al unísono. Es simplista en el dolor, en la alegría, en la emoción.
Destaco las imágenes bien logradas de algunas partes de la dinámica festiva del carnaval de Oruro, sin las cuales queda muy poco por ver y valoro la intención, además de algunas de las ideas, que se quedan a medias en el tratamiento “poético”. Pero sobre todo me indigna la osadía de darse un “lujo” -como dice Loayza- para muy poco
Más allá de esta osadía, me preocupa la obtusa y mediocre lectura de la realidad de nuestro país, y junto a ello, de los procesos festivos desarrollados (por suerte) a lo largo y ancho de Bolivia, que plantea el señor Basualdo, a diferencia de su aproximación a temas de rock de los que parece conocer bastante.
La dinámica festiva en los Andes bolivianos tiene la suficiente complejidad, como para darle su real dimensión y abordarla desde las múltiples posibilidades presentes, cuando uno ha comprendido que nuestra sociedad, como dice Basualdo “aparentemente estancada, anacrónica y perniciosa”, no tiene como causa (dentro de la mirada lineal que plantea) "la fastuosa celebración que implica devoción, entrega, repudio, arraigo, música, bebida, comida, y baile". Sino más bien me permito sugerir como elementos para comprender estas taras, aquellos procesos que tienen que ver con la colonialidad del poder y la geopolítica del conocimiento construída, organizada e impuesta desde los países del norte.
En este sentido, quisiera introducir una otra manera de "leer" estos procesos complejos, en los cuales se dan una serie de situaciones que tienen que ver, por ejemplo, con la transmisión de conocimiento, valores y normas que han sido coartadas y prohibidas, por la fuerza en un tiempo y sutilmente ahora por las culturas oficiales; la reproducción de estructuras económicas que luchan y superviven aunque, criticadas y marginadas dentro de la "economía global" y el "libre mercado".
Y, dentro de todo lo anterior, visualizo aquella importantísima posibilidad de, con "tragos" o sin ellos, estrechar la mano y tal vez lograr un abrazo con el otro, con el diferente, con aquel que no conozco, pero con el que tal vez pueda construir un mañana compartido.
La posibilidad de encuentro como proceso de disolución de conflictos que nos proporcionan los espacios festivos en círculos sociales pequeños y/o grandes, es otra posibilidad de lectura que se debería incentivar.
Para terminar, y en alusión a la frase inicial de Basualdo que cita a una cantautora boliviana que "dijo alguna vez que nos estamos yendo a la mierda pero bailando", quisiera decir que bailando, cantando, escribiendo, haciendo cine u otras cosas, el irse a la mierda depende de cuanto de esta materia fecal estemos dispuesto a erradicar de nuestras mentes colonizadas y en función de cuan lejos de nuestra nariz podamos ver. Esto marcará la diferencia para construir espacios de vida con criterios locales, alimentados por procesos globales, con equivocaciones o no, pero sobre todo con actitudes descolonizadoras.
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