Dictaduras civiles y militares, gobiernos nacidos de la trama de la “democracia representativa”, de corte cepalino, los anteriores, y neoliberales, los de última data
¿ALTERNATIVA? UN GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO
Rafael Larrea
Poeta y revolecioanrio ecuatoriano,miembro de CINDES, Coordinador de la Union de Artistas Populares del Ecuador
Dictaduras civiles y militares, gobiernos nacidos de la trama de la “democracia representativa”, de corte cepalino, los anteriores, y neoliberales, los de última data. Decenios de constante frustración popular, para no alargar la historia. Frustración con Velasco Ibarra desde la “Gloriosa” hasta el último de sus cinco gobiernos; frustración popular con los regímenes conservadores, liberales, roldosista, demócrata cristiano, socialcristiano, socialdemócrata, purista, etc. Gobiernos de terratenientes y de capitalistas, antipopulares y antinacionales, cuya acción se ha centrado en apuntalar el sistema y en acentuar la dependencia ante el imperialismo. Protagonistas de la profundización y generalización de la crisis que vive que país, en algún caso, brevísimos tintes nacionalistas, veleidades populistas, y como constante iincremento del hambre popular, de la miseria, de los bajos salarios, la limitación o conculcación de conquistas democráticas, la corrupción, la demagogia, la coima, el saqueo brutal, irracional, de los recursos humanos, de los recursos naturales.
Esto es, en resumidas cuentas, lo que ha recibido el pueblo ecuatoriano, por generaciones, de los gobiernos burgueses. Se impone, por lo tanto, establecer una verdadera alternativa.
Pero, ¿es que acaso existe una verdadera alternativa? No se trata, por supuesto, de pretender pasar como tal una nueva "propuesta" de otro gobierno burgués, por muy disfrazado que esté de "benefactor" o "moderno", socialcristiano, populista, etc., por mucho que argumente que se encuentra en la "oposición"...
La alternativa verdadera comienza porque el origen del gobierno al que aspiramos sea distinto, es decir, no de terratenientes ni de capitalistas, sino popular, como también, y fundamentalmente, porque su carácter, sus objetivos, su programa se basen firmemente en los intereses del pueblo ecuatoriano, de la gran mayoría, es decir, distinto en su orientación general a todos los gobiernos del pasado. La verdadera alternativa es un Gobierno Popular Revolucionario.
Un gobierno verdaderamente alternativo debe ser Democrático por todas sus facetas. Porque nazca de la voluntad, de la determinación, de la acción conjunta de los trabajadores y pueblos del Ecuador. Porque ejecute lo que son las demandas populares, vele por sus intereses económicos, políticos, sociales, culturales, etc. Democrático, porque sus representantes directos, sus líderes políticos, pasen a tomar el mando del mismo, estableciendo cambios sustanciales en e! aparato de Estado, funcionarios que sirvan lealmente a la mayoría popular que los elija, que rindan cuentas periódicas ante sus electores, y que sean removidos de sus funciones, sin engorrosos trámites, si el caso lo amerita. Democrático, porque sea un gobierno que considere indispensable, ineludible, que sea el propio pueblo quien tome las decisiones en cuestiones fundamentales a través de consultas, plebiscitos u otras formas. Un gobierno democrático cuyo poder real esté sustentado en la fuerza organizada y movilizada de los trabajadores y pueblos del Ecuador.
Un gobierno verdaderamente alternativo es un gobierno Revolucionario, dispuesto a emplear a fondo su poder para hacer las transformaciones económicas, políticas y sociales que son necesarias; que sea capaz de afirmar el carácter soberano del Ecuador en el concierto de las naciones y de romper la dependencia que nos encadena al imperialismo y a sus aparatos económicos y político-militares de dominación. Un gobierno revolucionario porque oriente sus acciones a satisfacer las necesidades de las masas populares, no solo olvidadas sino explotadas y oprimidas por toda la vida. Un gobierno que sepa emplear su fuerza para reprimir a quienes conspiran contra la vida de los pueblos y contra la soberanía del Ecuador; y que garantice libertad plena para los trabajadores y pueblos.
¿Qué tipo de Estado es el correspondiente a un gobierno democrático popular revolucionario? El actual aparato de Estado, es caduco y obsoleto (por lo cual la misma burguesía busca remozarlo, hacer en él cambios formales) y responde a los intereses de clase de la burguesía. Es un Estado corrupto y represivo, cuyas instituciones ( el poder ejecutivo, el poder legislativo, el poder judicial) se erigen para cuidar los intereses de una minoría de oligarcas y para actuar en contra de los de la mayoría; está organizado para defender la propiedad privada sobre los medios de producción, esencia del sistema capitalista de explotación, y para proteger y atender los negocios del imperialismo, especialmente del norteamericano, en nuestro territorio.
Para un gobierno popular revolucionario hace falta un nuevo Estado. Los órganos del poder popular no serán otros que las propias organizaciones sociales: sindicatos, comunas, cooperativas y otras que el pueblo y ha formado;.pero, seguramente, surgirán nuevos medios a través de los cuales los trabajadores y pueblos se unifiquen, se organicen y expresen su decisión. Históricamente, en otros países; se han denominado Soviets, Consejos Populares, Asambleas Populares, etc. Esto, en última instancia, será determinado por las particularidades de nuestro país, pero su esencia es la de que sean las masas las protagonistas conscientes de la historia.
¿Es posible conquistar un gobierno alternativo popular y revolucionario? Sí, en cuanto exista la determinación, la fuerza y la acción colectiva para ello. El Partido de la clase obrera, las organizaciones de la izquierda, las fuerzas antiimperialistas y democráticas, las organizaciones de trabajadores y pueblos del Ecuador contemporáneo tenemos también un acumulado de experiencias que nos permite afirmar que es posible alcanzarlo.
Surge, claro está, un conjunto de cuestiones que deberán, necesariamente, entrar en discusión, en debate, en búsqueda de acuerdos y compromisos entre los interesados, específicamente sobre cómo conquistar este gobierno popular revolucionario, cuáles deberían ser las tareas comunes para las fuerzas que esto se proponen, en la actualidad cual es el programa básico a levantar de manera conjunta, etc.
Con este fin, es pertinente delinear algunas reflexiones.
La revolución es un proceso
Uno de los primeros asuntos a recordar es que la conquista de un gobierno popular implica una revolución, y esta es a su vez un proceso. Parecería una verdad de Perogrullo, pero en ocasiones se confunden las cosas y se toma por revolucionario únicamente el hecho de la victoria sobre la burguesía, el día X de un próximo año. Y, por cierto, se desconoce que tal día no puede ser si no existe el proceso prerrevolucionario, y que la revolución comienza antes de esa victoria, y que lo que se logre durante este periodo determinará en mucho la proximidad del día X. así como su futuro.
Es necesario ubicamos en el tiempo y el espacio. Vivimos una etapa previa. La etapa de acumulación de fuerzas revolucionarias. Es una etapa que dura ya muchos años y que significa que durante décadas los trabajadores y pueblos del Ecuador venimos llevando adelante una dura lucha contra la burguesía y el imperialismo. Es en medio del combate que se produce esta acumulación, que no debe confundirse con una suma de fuerzas, sino con una elevación cualitativa y un crecimiento cuantitativo de los protagonistas de la lucha revolucionaria.
Es una etapa que no puede vérsela de manera lineal, evolutiva, sino sujeta a cambios, de manera dialéctica, a saltos cualitativos. Se acumula, pero también se puede perder lo acumulado. Se puede y se debe acumular fuerzas para la conquista de un gobierno popular, de manera nueva.
La acumulación de fuerzas tiene un carácter ideológico ( nivel de asimilación de la necesidad de la revolución, de la disposición para ella, experiencia en reconocer que la burguesía jamás podrá ser la "salvadora" de sus víctimas, etc.), otro, político ( ejercicio de la dirección política que nos permite discernir lo correcto, separar lo superfluo, sostener lo fundamental; experiencias unitarias, acción común, etc.), y organizativo (crecimiento de las fuerzas reales en acción, grado de participación activa, de fortalecimiento sindical, gremial, partidario, etc.).
En todo este proceso de acumulación de fuerzas, hay que tomar en cuenta la actividad del enemigo ( por ejemplo, el papel jugado por la campaña anticomunista, contrarrevolucionaria mundial del imperialismo; el papel del oportunismo ), y también, principalmente, nuestros propios errores: dispersión, formalismo, carencia de empeño unitario real, una práctica débil de solidaridad, espíritu grupista, revolucionarismo, falso vanguardismo, estrechez, sectarismo, etc..., que inciden en el proceso de acumulación ya sea limitándolo, o convirtiéndolo en un proceso pausado, de pequeños resultados.
Pero, sin duda, hay factores que dinamizan la acumulación de fuerzas. Por ejemplo, la agudización constante de la crisis capitalista, de la crisis en que se debate el Ecuador. El ataque de la burguesía neoliberal contra el pueblo y su vida, sus conquistas democráticas, sus libertades y derechos. El saqueo de nuestras riquezas naturales, voraz, insaciable. Y la obligatoria respuesta popular. Estos últimos años han sido ricos en experiencias de oposición popular a la práctica y objetivos de la burguesía y del imperialismo. Ello acelera el proceso de acumulación de fuerzas pues se está viviendo una gran escuela de educación política masiva.
Uno de los sustanciales factores de dinamia en la acumulación de fuerzas es el correcto ejercicio del rol dirigente político de los mandos revolucionarios hacia este objetivo. De su comprensión depende que este proceso se acelere, se afirme, se consolide, se amplíe.
La disputa de la dirección política de masas
La política revolucionaria se expresa en ganar a las masas a la revolución. Como todos lo comprendemos, esto significa varias tareas o líneas de trabajo que deben ponerse en juego. Entre las más urgentes siempre las siguientes:
Nos corresponde a todas las fuerzas de la izquierda acentuar nuestra actividad de ofensiva ideológica, en varios planos, hacia nuestro pueblo. Es preciso oponemos a la embestida ideológica reaccionaria de la burguesía y del imperialismo, a su cerrada campaña contrarrevolucionaria, y afirmar en nuestro pueblo la necesidad y la posibilidad objetiva de la revolución, de la conquista de un gobierno popular revolucionario.
Es tarea de todas las fuerzas progresistas del país expresar vigorosamente su oposición a la política neoliberal, rapaz y entreguista; y, a la par, en la lucha unir las fuerzas, y levantar alternativas concretas, exigencias inaplazables del pueblo ecuatoriano. No solo denunciar al neoliberalismo sino proponer a todo el país un Programa Popular Alternativo, que nos unifique, que oriente nuestra lucha común. Esta es una responsabilidad ineludible de la dirección revolucionaria de las fuerzas populares.
Un tema de inapreciable valor y actualidad es el debate sobre la unidad de las fuerzas de la izquierda, de las fuerzas populares, de las fuerzas progresistas, de amplio margen, que participen tanto en la elaboración de un Programa de Gobierno Alternativo, como en tomar responsabilidades, mirando la perspectiva desde el ángulo del cambio necesario, facilitando y no entorpeciendo, esta unidad. Hay, de hecho, experiencias positivas y negativas en este plano, pero lo fundamental falta por hacerse. Este es otro reto para la dirección política revolucionaria.
Parte de la disputa de la orientación, de la organización de las masas, frente a la acción de los distintos partidos de la burguesía, tiene lugar - y tendrá lugar mientras sea políticamente necesario- en el escenario electoral, en el dominio de la “democracia representativa”. Pero, también en otros ambientes, como el sindical, cooperativo, gremial, etc., allí donde sea necesario establecer la diferencia entre una orientación verdaderamente popular y revolucionaria, de una política burguesa, aunque se vista de los mejores tonos demagógicos, populistas, reformistas, ilusionistas.
Ampliar y aprovechar a fondo las cuotas de poder
En “Cartas sobre Táctica”, V.I.Lenin establecía que “El paso del poder del Estado de manos de una a manos de otra clase es el primer rasgo, el principal, el fundamental de la revolución, tanto en el significado rigurosamente científico como en el político-práctico de este concepto”.
Ni se puede, ni se debe forjar ilusiones respecto de la conquista del poder, no es correcto concebirlo como un acontecimiento evolucionista, ni menos pretender que la burguesía no vaya a oponer la más furibunda y sangrienta resistencia a que el pueblo les arrebate el poder de sus manos.
Este cambio no puede ser sino revolucionario. Pero es necesario elevar nuestra comprensión acerca de la actividad revolucionaria real, prestar severa atención a los factores que se entrelazan y que establecen la posibilidad de convertirse en hecho revolucionario. Lo fundamental, en todo caso, es mantener vigente, vivo, latente, el espírituu revolucionario, el sentido de revolucionarizarlo todo: la vida, el contexto, los procesos, las tácticas, las perspectivas.
Que el camino del pueblo es la lucha, es un elemento presente siempre en la conciencia de trabajadores, maestros, estudiantes, campesinos, nacionalidades indias, mujeres, jóvenes, profesionales, empleados públicos, barriadas, intelectuales, artistas, ecologistas, cristianos de izquierda o de base, antiimperialistas, en fin, en todos los que de una u otra manera hemos demandado cambios, transformación, avances. Todo lo bueno que hemos conseguido lo hemos arrancado quebrando nuestro quietismo, movilizándonos, enfrentándonos a patronos, gobiernos reaccionarios, fuerzas represivas, partidos burgueses, patriarcas, tradiciones nefastas, costumbres e ideas retrógradas, etc.
Nuestra experiencia política se ha nutrido con elementos políticos democráticos porque el pueblo ha puesto su sello en donde ha podido, donde ha necesitado, donde ha comprendido que debe hacerlo. A lo largo del tiempo se han conquistado libertades democráticas muy valiosas, algunas de las cuales, inclusive, constan en la Constitución; hemos conquistado derechos que han pretendido ser limitados, los hemos defendido.
También hemos construido sindicatos, federaciones, centrales, partidos políticos, frentes de masas, organismos políticos unitarios, frentes para la lucha contra el imperialismo, Comités en Defensa de la vida, etc. Hemos intervenido en los procesos electorales no con la finalidad de consolidar la democracia representativa de la burguesía, sino para arrancar nuevos espacios de expresión de la voluntad popular. No siempre hemos actuado correctamente, y estos espacios no han servido para fortalecer nuestras posiciones y crecer en el sentido de avanzar en la revolución. Esto es verdad, debemos reconocerlo, pero es remediable. Lo importante, en todo caso, es que hemos aprendido a desarrollar la organización, la acción popular, y a emplear lo conquistado, en alguna medida, en beneficio más evidente de los intereses del pueblo y la nación.
Ahora se trata no exclusivamente de mantener las cuotas de poder alcanzadas, sino de conquistar nuevas, de ampliar efectivamente el radio de nuestra influencia, e imprimir en ellas el carácter revolucionario imprescindible. Estas cuotas de poder no son de ninguna manera “adornos” demagógicos de la burguesía. La ferocidad con que busca limitarlas y destruirlas desmiente tal aseveración. La tesis de la “ampliación de la democracia” es oportunista cuando se la asume y practica como un fin en si misma, y asi sí le hace juego a la burguesía. Pero, la ampliación de las cuotas de poder con objetivos revolucionarios, como medios de dinamizar, de impulsar la lucha popular a nuevos planos, hacia la conquista del Poder Popular, es un posición justa.
No está por demás afirmar que requerimos valorar lo que tenemos. Partir de ello para avanzar. Estos espacios y cuotas de poder nos permiten, además, demostrar -para los incrédulos- que el pueblo si puede gobernar, administrar, ejercer la dirección política; que aquello que se logra hoy en pequeña escala, se va a desarrollar en magnitudes desconocidas, extraordinariamente mejores, con todo el poder en manos del pueblo. Por ello, cada espacio y cuota de poder en nuestras manos no debemos permitir que se pierda, y regresar a estadios superados por nuestra acción, sino aprender a usarlos para crecer, para ampliar nuestra influencia, nuestra incidencia en la vida política nacional.
Democracia: un continente que debe ser llenado de contenido
El término Democracia debe ser comprendido, claro está, en su contexto histórico concreto. No podemos olvidar el carácter de clase con que se imprime su práctica real. Pero, asumamos la propuesta que hace Agustín Cueva, e imprimamos hoy -en el marco de la sociedad burguesa- el carácter Democrático Popular y Revolucionario en aquellos espacios, cuotas de poder con que cuentan las fuerzas de izquierda, y en las venideras, como pasos necesarios para avanzar hacia la conquista del Poder Popular.
Es preciso que hoy mismo, todo cuanto suceda en el Ecuador y nos afecte cuente con nuestra opinión, con nuestra posición, con nuestro asentimiento o rechazo. Que seamos capaces no únicamente de actuar bajo la presión de la iniciativa de la burguesía, de los gobiernos de turno, sino que con nuestras fuerzas tomemos la iniciativa y exijamos la toma de medidas que sean de interés de la mayoría popular y de la nación.
Que sea el pueblo movilizado, consciente, sus distintas fuerzas organizadas y unidas, una voz imprescindible, inevitable. Las cuotas de poder, los espacios democráticos deben servirnos para ello. Esta es una parte importante de la lucha revolucionaria actual, en las condiciones de nuestro país. Por eso nuestra posición no puede ser parcial, retaceada, dividida, débil. Nuestra voz debe fortalecerse con la unidad fundamental de las fuerzas dispuestas a ello.
Crear, crear, poder popular
Quien no haya escuchado esta consigna, no ha estado viviendo, políticamente interesado en los acontecimientos políticos nacionales, los últimos diez o quince años en el Ecuador. Expresada en todo tipo de movimiento huelguístico, paro provincial, local, acción popular de autodefensa, reclamo, lucha democrática y antiimperialista, esta consigna ha resonado en ciudades y campos.
Sintetiza, de modo magistral, la estrategia de la revolución ecuatoriana para la presente etapa: el poder para el pueblo; establece fundamentales niveles de táctica política para alcanzar tal objetivo general; ideológicamente, contiene los mil y un hilos que ligan al movimiento social popular emergente con los problemas del cambio de contenido y forma de la situación política actual; y sigue siendo útil y verdadera para el tránsito al socialismo y más allá.
Esta consigna no pudo aparecer, sostenerse ni generalizarse sino en determinados momentos de la historia nacional, en una situación de crisis general, de creciente incapacidad de las clases dominantes tradicionales de mantener el esquema de dominación sobre el pueblo, y en momentos en que los trabajadores y pueblos del país buscan darse a si mismos una alternativa propia, revolucionaria, unitaria, que le conduzca a lograr la victoria política sobre sus explotadores y opresores.
Esta voz de orden se hace presente en tiempos en que el capitalismo más agresivo, mendaz, corrupto, esta vigente. En abierta contradicción con su prédica de que la lucha revolucionaria es un peligro inexistente. Revela un importante salto en el nivel de conciencia política de los sectores de trabajadores, de los pueblos que, en innumerables ocasiones y formas, han demostrado su anhelo de que las cosas cambien a su favor.
La revolución, sabemos, es obra de las masas; si ellas sienten este llamado, los cambios vendrán; y para conseguir sus objetivos de cambio vencerán todo obstáculo, comenzando por eliminar prejuicios y recelos, así como poniendo de lado a quienes pretendan impedir que su decisión se cumpla. Nuestro deber es afirmar este empeño. Y tanto la intelectualidad revolucionaria, como la dirección política revolucionaria, los cuadros más avanzados en todo caso, tenemos la obligación histórica de entregar los elementos de conciencia política, que eduquen, guíen, orienten y organicen esta voluntad colectiva de transformación social. Actuaremos correctamente si valoramos adecuadamente los acontecimientos, la real situación ideológica, política, el estado de ánimo y la determinación de nuestro pueblo en movimiento ascendente. Por ello, es dueño de esta consigna todo aquel ecuatoriano que la acoge, que se mueve con ella, que incorpora su esfuerzo de compromiso vital al objetivo colectivo de luchar por un Gobierno Popular Revolucionario.
Crear, crear, poder popular es un llamamiento a desarrollar la organización, el partido revolucionario, el sindicato, la federación, el gremio, la comuna, la cooperativa...Es una demanda a actuar con un espíritu despierto, creativo, que ponga en juego la imaginación, la inventiva, que aproveche plenamente los recursos humanos y materiales, la técnica, las relaciones, etc. para crecer en el sentido de ser poder. Dar saltos cualitativos en nuestra lucha, aprovechar a fondo cada coyuntura, ¿no vamos, por ejemplo, a vivir un nuevo proceso electoral en el 94, en el 96? Pues, cada momento político de trascendencia, elecciones o no, debe servimos para avanzar en nuestra propuesta de conquistar un gobierno popular revolucionario.
Acumular fuerzas, crecer en el ejercicio del poder popular, cada vez más consciente y determinante, no es una tarea privativa de la etapa prerrevolucionaria. Es necesaria en todas las etapas de la revolución popular. Las experiencias internacionales así lo demuestran. Pero nada ha podido detener la marcha ascendente de la humanidad. Como lo constata tan justamente el poeta cubano Victor Casaus, en su poema titulado:
Cuestiones de Método
¿De manera que después de la tormenta no viene siempre
la mejor de las calmas?
¿Es decir que la toma del poder no hace que se aplaquen
de golpe las contradicciones?
¿Aún las palmas los prados la historia
se estremecen cuando pasaron los vientos iniciales?
¿Así que después de la lucha mayor viene una lucha mayor
que la anterior y ésta se prolonga
entre los triunfos y los ataques y las agonías?
¿De manera que no era todo exactamente como lo leímos
en los devocionarios?
¿Es decir que hay muertos y banderas y errores después
de comenzar la construcción?
¿Aún es necesario seguir combatiendo nuestra propia forma
de ser, enterrar para siempre el cadáver que fuimos
y nacer otra vez y todo entre el balaceo
de las contradicciones los miedos los fulgores?
¿Asi que después de la tormenta no viene siempre
la mejor de las calmas?
Demos todos los interesados en que la situación cambie, pasos concretos, generosos, abiertos al diálogo, a la polémica, al intercambio de puntos de vista; busquemos espacios de desarrollo de la unidad de las fuerzas de izquierda, revolucionarias, democráticas, antiimperialistas. La alternativa verdadera, la conquista de un gobierno popular revolucionario, está presente.
Tomémosla con determinación.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter