La nación, más que una estructura es un proceso histórico, una construcción social de los hombres y mujeres que luchan para crear con la fuerza de su trabajo las condiciones materiales y espirituales que garanticen su pervivencia y continuidad como comunidad social [4].
...Los hombres y las mujeres hacen su propia historia, pero no la hacen como ellos quieran... sino bajo las circunstancias donde se encuentran, dadas y transmitidas desde el pasado [5].
El origen y desarrollo de la nación es un proceso que se gesta a lo largo de la historia de los pueblos. En tal sentido, ésta tiene una definición espacial mediada por la adscripción de una sociedad a un territorio física y políticamente determinado, a una ascendencia y a una historia comunes y -fundamentalmente- a una forma de identidad cultural que se expresa en la posesión de una lengua común y un modo de vida compartido que permiten integrar la variedad de formas de vida cotidiana -privada o pública- que dan su especificidad a la existencia de ese pueblo.
Para que exista la nación con todas sus manifestaciones culturales, sociales y políticas, es imprescindible que exista en el pueblo conciencia de la historia de dicha nación. Autodenominarse como venezolano(a) por la simple contingencia de haber nacido en este país, es un derecho constitucional que debe transformarse en una expresión sustantiva vía la socialización del individuo. Aprender y aceptar que comparte con los otros ciudadano(a)s una cultura común, valores sociales y sentimientos de lealtad hacia su pueblo y su país es el resultado de la educación tanto informal como formal. Ello permite que los ciudadanos(a)s internalicen y acepten los fundamentos históricos de un pueblo y una nación determinados.
Sentirse venezolano(a) es el resultado de un ejercicio de conciencia reflexiva que se ejerce vía el conocimiento y la participación activa en la construcción cotidiana del proceso histórico de la Nación. Dicho ejercicio reflexivo debe ser estimulado en el individuo y los colectivos de ciudadano(a)s a través de las instituciones educativas formales e informales, como son la familia, la escuela, el bachillerato, la universidad, los museos de historia, ciencia y tecnología, los museos de arte, los museos de comunidad, los medios de comunicación social y otros recursos didácticos. Ello podrá lograrse en la medida que dichas instituciones respondan a un proyecto cultural orgánico, al interés común de querer enseñar a los ciudadano(a)s las maneras de entender, apreciar y querer a su país, a su patria.
Para entender el proceso de formación de la nación y comunicarlo al colectivo de ciudadanos(a)s vía la educación formal o informal, es necesario investigarlo y estudiarlo de acuerdo a criterios conceptuales coherentes con dicho proceso.
La Historia es el proceso global que da cuenta del desarrollo de la sociedad y del trabajo humano, así como de las condiciones materiales y espirituales de su existencia. En este sentido, la historia geológica del territorio, de las características de los suelos, del relieve, de la biota y del clima, permiten comprender los factores que conforman el escenario donde se habrá de construir la vida social y cultural de un pueblo. El registro arqueológico, la sucesión de estratos y capas culturales donde se acumulan los restos materiales de las sociedades antiguas, conforma el archivo de documentos que precede la aparición de los registros escritos.
En el caso venezolano, aludimos a las comunidades de recolectores cazadores y pescadores arcaicos cuya antigüedad se remonta hasta finales del período Pleistoceno, 13000 años antes del presente; las primeras comunidades de cultivadores recolectores sedentarios que aparecen en el escenario histórico hacia 4600 años antes del presente; las sociedades agroalfareras, ya igualitarias, ya complejas que se desarrollan en el territorio venezolano desde 3000 años antes del presente; la expansión del sistema capitalista europeo hacia finales del siglo XV que origina la dominación colonial de las etnias originarias, de los negros y de los mestizos; finalmente, luego de la luchas de los pueblos hispanoamericanos por independizarse de la relación colonial con los imperios español , inglés y francés en el siglo XIX, ya en siglo XXI comienza a tomar fuerza la lucha por romper definitivamente al estatus neocolonial que nos impuso el imperio anglo-estadounidense desde mediados del siglo XIX.
Sociedad Necolonial y Revolución
El desarrollo de la Nación está indisolublemente ligado al proceso histórico mundial. Sin embargo, las condiciones históricas y materiales en las cuales se gesta cada nación son contingentes, originales y cada sociedad debe tratarlas y transformarlas de acuerdo a sus intereses particulares y a su nivel de desarrollo sociohistórico. En el caso particular de Venezuela, el desarrollo de la nación y del Estado nacional se dio sobre la base de las condiciones sociohistóricas producidas por las sociedades originarias igualitarias, por el contingente de conquistadores y colonizadores iberos, por el contingente de negros africanos esclavizados y vendidos como mercancía en Venezuela, y por la mayoría de población mestiza.
Por estas razones, ni la nación venezolana ni el Estado nacional reprodujeron el Estado metropolitano español, sino una realidad social concreta totalmente diferente y antagónica a la metrópoli colonial.
Debido a la heterogeneidad étnica, cultural, económica y social de Venezuela, los gobiernos de la cuarta república trataron durante el siglo XIX de consolidar las débiles instituciones políticas surgidas de la cruenta y larga guerra de independencia, y la estructura sociocultural y la integridad territorial de la nación. La naciente burguesía republicana, por su parte, se hallaba fragmentada en diversos grupos que pugnaban sin éxito por imponer su hegemonía a la totalidad de la población.
A partir de inicios del siglo XX, la importancia creciente que tomaba el petróleo en la vida económica y social venezolana determinó el establecimiento de nuevas formas neocoloniales de relación económica y política con el sistema capitalista mundial. Como resultado, se consolidó la hegemonía nacional del sector de la burguesía asentada en el centro-norte de Venezuela. Una consecuencia importante fue la ruptura definitiva del sistema económico heredado de la sociedad colonial, seguida por una penetración sustancial del capital foráneo en la nueva economía venezolana, modelándola para que sirviese incondicionalmente a los intereses del imperialismo angloamericano.
El objetivo central de la burguesía asentada en el centro norte de Venezuela, territorio equivalente grosso modo al de la antigua Provincia de Caracas, era llegar a constituir un bloque hegemónico que pudiese eventualmente asumir el control político, ideológico y económico de toda la nación venezolana con el apoyo político -principalmente- de las transnacionales petroleras estadounidenses. Como contraprestación a dicho apoyo, la burguesía y posteriormente también los partidos políticos venezolanos aceptaron ser sumisos ejecutores de los dictados políticos de las transnacionales y del gobierno estadounidense.
El sometimiento de la burguesía y los partidos políticos a una relación neocolonial con los centros de poder del imperio se tradujo en una renuncia a la soberanía nacional y estatal. El impacto de la renta petrolera en la conformación de una clase media y de una gran burguesía cada vez más inclinada al consumismo, propició el surgimiento de una "cultura del petróleo" [6] que remachó los grilletes de su imaginario neocolonizado.
Puesto que los "profesionales, técnicos y gerentes" que pasaron a integrar el funcionariato gubernamental provenían fundamentalmente de aquellos sectores sociales, la ideología del Estado venezolano se fue desnacionalizando progresivamente hasta alcanzar su mayor expresión en el proyecto político puntofijista. La dependencia política consiguiente, lejos de consolidar internamente la pretensión de la burguesía de transformarse en un bloque hegemónico, estimuló también la formación de movimientos políticos policlasistas y anti imperialistas de distinto tipo que buscaban, en un primer momento, democratizar las estructuras y procedimientos políticos nacionales, lograr la nacionalización de la industria petrolera y la creación de un bloque industrial autónomo.
Desde el siglo XIX la mayoría de la sociedad venezolana había convertido la palabra Revolución en el ícono de las luchas sociales. Aunque su contenido no estaba todavía claramente explicitado, esta mayoría policlasista sí reconocía que ella expresaba su deseo profundo de transformar un orden social que consideraba injusto.
Cultura y Cuestion Nacional
La revolución social y específicamente el socialismo en sociedades tan variadas como la venezolana, no se puede lograr como producto de una sola clase social. El proceso político que nos debe llevar hacia la construcción de una sociedad nueva tiene también por fuerza que conducirnos a librar y ganar todas las batallas democráticas que ello suponga. A diferencia de otras propuestas revolucionarias surgidas de la experiencia llamada socialismo real, la lucha del pueblo venezolano por darle a la democracia participativa su contenido de solidaridad y justicia social debe acercarnos cada vez más a la sociedad nueva. El socialismo del siglo XXI debe comprenderse como un proceso orientado a colocar en manos de los ciudadano(a)s el poder de decidir y planificar su destino y de esa manera el destino de la nación.
La lucha por consolidar la democracia social, como hemos visto en Venezuela, puede transformarse en factor de estimulación del proceso de cambio histórico, en la medida que la revolución bolivariana consolide -vía las diferentes misiones- la accion de los colectivos contra la ideología exclusora que anima al bloque oligárquico venezolano.
El 80% de la población venezolana, los colectivos populares sempiternamente excluidos, constituyen grupos étnicos que tienen una territorialidad definida, viven y sufren en condiciones materiales e incluso ecológicas diferentes a las de las clases media y alta, tienen un origen social, una cultura cotidiana pública o privada, formas de lenguaje oral y gestual y una visión del futuro propias. En lenguaje científico, eso es lo que consideramos los antropólogo(a)s una etnicidad contrastante con los otros colectivos sociales venezolanos.
El grupo étnico de los excluidos no es tampoco culturalmente homogéneo. La mayoría de la población indígena venezolana vive en zonas urbanas, particularmente en Maracaibo, Puerto Ayacucho, Puerto Ordaz, Ciudad Bolívar y Tucupita. Segmentos importantes de población guyanesa de cultura hindi, amerindia o afro guyanesa habitan en Puerto Ordaz y otras ciudades de los estados Bolívar y Delta Amacuro.
En nuestras principales ciudades, la población venezolana de tercera y cuarta generación se ha amalgamado con los colombiano(a)s (particularmente los provenientes de la costa atlántica), ecuatoriano(a)s, dominicano(a)s y de otras procedencias nacidos en sus países de origen o de primera y segunda generación de venezolano(a)s.
La política de exclusión social que dominó durante la cuarta república, confinó aquellas poblaciones en ghettos urbanos, propiciando una forma sui generis de unidad de dicha diversidad de formas culturales. Las mismas, sin embargo, no tienen por sí solas característica revolucionaria.
Adquirirán esa calidad sólo en la medida que su cultura llegue a tener correspondencia concreta con sus intereses como clase social, con su nivel de conciencia histórica, motivándolas a actuar como clase social en sí, como símbolo ideológico de determinada situación histórica [7]. En este sentido, la resolución de la Cuestión Nacional concebida como normalización de las condiciones nacionales de producción, distribución, cambio, consumo y reproducción del ser social vía las diferentes misiones, es fundamental para preparar y consolidar la propuesta socialista venezolana del siglo XXI.
No es casual que el objetivo nacional principal de los Presidentes Chávez, Lula y Kirchner, así como el de la lucha del pueblo boliviano contra la oligarquía que lo explota y desprecia, sea precisamente la lucha contra la pobreza y la exclusión. No es causal tampoco que el objetivo de la política neoliberal y concretamente de los Tratados de Libre Comercio que trata de imponernos la Administración Bush, sea lograr lo contrario: profundizar la exclusión, la miseria y el atraso de las grandes masas latinoamericanas. No es tampoco casual que por la inercia del proyecto político puntofijista se siga aplicando todavía el concepto de política cultural que solo beneficia los intereses de una minoría, impidiendo que los colectivos excluidos -que conforman la mayoría de la población venezolana- puedan reconocer vía la cultura- acción los intereses de clase que sustentan su unidad política, asumir el reconocimiento recíproco de su comunidad de intereses como clases explotadas.
No es tampoco casual que la denominada "Cultura Elitista" -por ingenuidad o ignorancia política- promueva y oficialice particularmente las formas culturales que han sido inducidas por el bloque social dominante. Éstas, que constituyen un supuesto apéndice de la llamada cultura occidental, contribuyen a fomentar la discriminación social de los trabajadores urbanos que son mayormente mulatos, negros o indígenas, de origen campesino, excluyendo y destruyendo progresivamente sus símbolos culturales. La infeliz propuesta de "llevarles la cultura" es, en este sentido, un eufemismo que esconde el asistencialismo animador de la nomenklatura cultural interesada en que los excluidos pobres se resignen, para recompensar su pasividad, a recoger algunas piltrafas de la cultura de las clases dominantes, desinflando así el vigor de los movimientos reivindicativos populares.
Cuestión Nacional y Revolución Bolivariana
La política social de la revolución bolivariana trata, a través de las diferentes misiones, de resolver la cuestión nacional, esto es, mejorar las condiciones de la producción y reproducción material, biológica y social de los diversos colectivos populares, requisito necesario para el desarrollo de su conciencia de clase. Lograr que los colectivos sociales adquieran conciencia de su capacidad para defender sus intereses de clase dentro del proyecto de cambio histórico exige, necesariamente, el apoyo de una política cultural políticamente revolucionaria que acompañe, inteligente y racionalmente, al proceso bolivariano.
Para que esas masas populares actúen como el fermento progresista del socialismo del siglo XXI, será necesario igualmentre que las organizaciones políticas revolucionarias pueden atraerlas y mantenerlas en su seno como actores sociales vitales para el cambio cualitativo y cuantitativo que se está dando, que debe darse en el proceso histórico venezolano.
El carácter democrático de la construcción del nuevo socialismo debe también tomar en cuenta que la cultura, y dentro de ella el imaginario que construyó el imperialismo para las clases medias y altas a través de la política cultural puntofijista, tiene también visos políticos estratégicos. A través de una campaña de riguroso lavado cerebral que se inició en ciertas escuelas privadas, el imperio y sus aliados locales: sectores religiosos de extrema derecha y otros similares, promovieron una cruzada sistemática de desinformación e inducción de una ideología de terror político y odio racial en los niño(a)s de clase media y alta. El gobierno bolivariano es así presentado como una implacable máquina destructora de la sociedad de bienestar material de las clases media y alta, violador de sus derechos humanos, en tanto los colectivos populares o "monos" son mostrados como alimañas enemigas que no pueden tener más derecho que ser humildes sirvientes de los ciudadano(a)s soberano(a)s de la sociedad civil (clase media o alta).
La campaña está complementada con la feroz acción mediática que se ejecuta a través de las televisoras, radios y prensa privados, tanto locales como extranjeros, dirigida en primer término a consolidar en los padres de aquellos niños(a)s la misma visión terrorista y deformada de la revolución bolivariana que transmite la escuela, creando así un circuito de retroalimentación, de feedback entre dueños de medios, educadores, padres e hijos(a)s cuyos intereses de clase se identifican con el mantenimiento de la relación neocolonial entre Venezuela y el Imperio.
De manera paralela, el sistema de retroalimentación induce un sentimiento de admiración por el american way of life vía la publicidad de televisión por satélite o por cable que vende sexo, cerveza y racismo en un ambiente de playas, discotecas y lujosos apartamentos de Miami y New York. El objeto final de esta campaña es profundizar la separación territorial, cultural, social y política entre las comunidades venezolanas de clase media y alta y los colectivos populares que simpatizan con la revolución bolivariana, o propiciar alianzas entre aquéllas y los sectores populares que identifican sus intereses de clase con los de la clase dominante.
Esta estrategia no es novedosa; ya fue utilizada por la CIA en Nicaragua para fomentar la contrara revolución, particularmente con los colectivos indígenas miskitos de la costa atlántica nicaragüense [8]. Una política cultural revolucionaria no podría soslayar la necesidad de estudiar culturalmente la recuperación de este sector para la sociedad nacional y estimular en él un pensamiento de oposición constructiva.
La Construcción del Socialismo del Siglo XXI
El socialismo concreto es una construcción histórica que depende, fundamentalmente, de la comprensión del proceso nacional en la totalidad de los aspectos. El socialismo, como ya lo demostraron los clásicos, no se construye en abstracto. Una evidencia importante es la posición del pensador peruano José Carlos Mariátegui [9], quien llegó a desarrollar, a través de su visión de Indoamérica, una concepción política claramente diferenciada tanto del nacionalismo anti imperialista del APRA, antecedente ideológico de Acción Democrática, como de la línea política de la Internacional Comunista. Decía Mariátegui: "... No queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, al socialismo indoamericano.... El pasado nos interesa en la medida que puede servirnos para explicarnos el presente. Las generaciones constructivas sienten el pasado como una raíz, como una causa. Jamás lo sienten como un programa...."
La construcción del socialismo del siglo XXI requiere que investiguemos científicamente nuestro pasado histórico, fundamento de nuestra conciencia de identidad histórica y nacional; de igual manera debemos estudiar y comprender el papel que jugaron las sociedades igualitarias originarias en la construcción de la ideología de la solidaridad social que ha animado hasta el presente la mayoría de sociedad venezolana, tanto colonial como republicana. Es preciso investigar también la formación y estructuración de la sociedad clasista venezolana, particularmente la participación diferencial de las diferentes clases sociales en los eventos históricos ocurridos entre 1998 y 2005, período que marca el inicio de la descolonización, la consolidación definitiva de nuestra independencia nacional y la integración de nuestro país en la comunidad económica suramericana y caribeña.
[1] Leopoldo Mármora. 1986. El Concepto Socialista de Nación
[2] Leopoldo Mármora. 1986. El Concepto Socialista de Nación
[3] Leopoldo Mármora. 1986. El Concepto Socialista de Nación
[4] Leopoldo Mármora. 1986. El Concepto Socialista de Nación
[5] Carlos Marx. 1968. El 18 Brumario de Luís Bonaparte
[6] Rodolfo Quintero. 1968. La Cultura del Petróleo
[7] Luís Felipe Bate. 1988. Cultura, Clases y Cuestión Étnico-nacional
[8] Héctor Díaz Polanco. 1988. La Cuestión Etnico-Nacional
[9] José Carlos Mariátegui. 1952. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana
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