Por Gabriela Sharpe.- La recolección informal de residuos es hoy una industria que mueve unos 450 millones de pesos al año, aunque cálculos no oficiales hablan de hasta 700. Un mundo de precaria legalidad queda al desnudo. En la década del 60, Antonio Berni pintó una serie de cuadros con personajes como Juanito Laguna y Ramona Montiel.
Juanito nació en Villa Cartón, allí trabaja juntando basura, recorre los chatarreríos, se baña junto a su perro en los charcos que se forman al costado de los basurales, juega a la bolita, remonta su barrilete, pesca, aprende a leer. Ramona llegó desde el interior en busca de un mejor porvenir. Fue sirvienta, obrera, prostituta y hasta tuvo un amante. Sin embargo, tanto Juanito como Ramona nunca dejaron de soñar con una vida más digna.
Juanito Laguna y Ramona Montiel conforman dos arquetipos de los tantos pobres que tomó Antonio Berni de sus recorridas por las calles de Buenos Aires para llevar a cabo su proyecto cultural y político de reivindicación del oprimido.
Berni murió en 1981 y no llegó a conocer a los hoy denominados "Recuperadores de Residuos", más conocidos como cartoneros.
A partir de la crisis producida en el 2001 aparece un nuevo actor en la escena social: el desocupado que ante la falta de empleo se convierte en cartonero. Esta denominación viene del hecho de que la recolección de papeles y cartones es la modalidad más difundida dentro de esa actividad ya que existen muchos acopiadores que se los compran debido a que la industria del papel, hoy día, está muy desarrollada.
Recorren cada noche la ciudad para hacerse de lo que otros han desechado en un país donde más de la mitad de los 36 millones de habitantes vive en la pobreza y 21,5 por ciento de las personas en edad de trabajar no tiene empleo.
El trabajo de la basura -que empieza con los cartoneros y la recolección y clasificación de los materiales, continúa con los acopiadores y termina en las empresas de reciclado-,es un mundo de precaria legalidad donde quedan al desnudo :el trabajo infantil, la vulnerabilidad y alta exposición a focos infecciosos, la falta de empleo, entre otros.
El kilo de cartón vale cerca de 20 centavos al pie del carrito, un kilo de PET (botellas de gaseosas, plásticos en general) se puede vender a un acopiador por 40 centavos el de color y 60 el transparente , mientras que el camionero que los trae a Capital se queda con un 20 por ciento del material y les gestiona las ventas.
En el Gobierno de la Ciudad admiten no tener cifras exactas no sólo de los cartoneros que hay en las calles porteñas sino tampoco de la dimensión del negocio y los millones que se facturan. En plena crisis del 2001 se calculaba que había unos 40.000 cartoneros en actividad; hoy se habla de 20.000, pero el gobierno reconoce sólo a los más de 6000 (en otra época llegaron a ser 9000) que están actualmente anotados en el Programa de Recuperadores Urbanos (PRU). Llegan en tren, camiones o a pie y el 70 por ciento vive en la provincia.
Ante la falta de cifras oficiales serias, en la Universidad de Gral.Sarmiento se realizó un relevamiento de datos con una proyección por la que se calculaba que cerca de 25.000 recolectores recorrerían el área metropolitana, y por lo tanto, cerca de 100.000 personas vivirían directa o indirectamente de la basura en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Según este mismo estudio el 50% de los cartoneros habían sido trabajadores asalariados industriales o de servicios que cayeron en la desocupación y adoptaron esta actividad como estrategia de supervivencia.
El trabajo de los cartoneros empieza al atardecer, ya que deben anticiparse al recorrido de la empresa de recolección oficial. Recorren la ciudad de diferentes maneras dependiendo de los medios a su alcance y de las rutas de clientes que, con el tiempo, hayan construido. Juntan todo el material inorgánico (papel, cartón, vidrio, plásticos, etc.), desechando lo orgánico.
Ahora bien, la distancia, la duración del recorrido y la capacidad de recolección están especialmente vinculadas con el medio de locomoción del que dispongan. Teniendo en cuenta que los recorridos con carro a pie tienen una extensión de 6 a 9 km y demoran de 2 a 4 hs; los de carro a caballo recorren de 10 a 15 km, en 4 a 8 horas. En cuanto a la capacidad de recolección, el carro a pie permite transportar hasta 200 kilos, mientras que el tirado a caballo cerca de media tonelada, según un trabajo publicado por la consultoría CEDES.
La cadena del reciclado cuenta con diferentes actores sociales que no dejan de relacionarse con el cartonero, entre ellos se encuentran los intermediarios, chatarreros y acopiadores e industrias recicladoras.
El primero de ellos es el vecino, es el que produce la materia prima con la que trabaja el cartonero, es decir, los residuos.
El segundo actor social es el chatarrero o dueño del depósito, son los acopiadores pequeños, que acumulan los residuos para venderlos a las industrias recicladoras. Los precios los ponen los chatarreros y su importancia es fundamental ya que constituyen el eslabón de unión entre la actividad informal (los cartoneros) y la formal (la industrial).
Hay una diferencia importante entre los pequeños y grandes acopiadores que radica en la capacidad financiera de soportar los cheques a largo plazo de las industrias recicladoras.
El último eslabón de la cadena de reciclaje es la industria, la cual condiciona en última instancia el sistema de reciclado informal, determinando qué, cuánto y a qué precio compra los materiales.
El cartonero ya es parte del paisaje de la ciudad, es consecuencia de la política neoliberal que deja al margen a millones de personas. Son los excluidos del sistema, en peores condiciones que el marginado Juanito Laguna, de Antonio Berni, porque no tienen retorno. Son los "nietos de aquellos obreros que fraguaron esa categoría llamada clase obrera peronista", según los define en su último libro el escritor Eduardo Anguita.
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