Los europeos que fueron estimulados a irse a la guerra contra Siria junto a los mercenarios pagados por Occidente no pueden ser acusados ahora de «connivencia con el enemigo» ni de alta traición ya que pueden alegar que en su momento gozaron del apoyo de la OTAN y de los países miembros de esa alianza militar. Los Estados europeos no podrán juzgarlos sin examinar la responsabilidad fundamental de sus propios gobiernos y dirigentes en la guerra contra Siria.
El presidente estadounidense Donald Trump ha solicitado a sus aliados occidentales que repatrien a sus yihadistas hechos prisioneros por la Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y que los juzguen en sus propios países. El Reino Unido se opone y Francia sólo se plantea la posibilidad de analizar cada caso por separado.
Al retirarse de Siria, Estados Unidos reconoce que las FDS no son un ejército propiamente dicho sino sólo un grupo armado bajo control estadounidense. También reconoce que no existe en suelo sirio ningún Estado kurdo y que lo que algunos llamaron «Rojava» es sólo una ficción creada para consumo de los periodistas. Por consiguiente, la «justicia kurda» fue sólo un invento y los medios para aplicar sus supuestas decisiones van a desaparecer en cuestión de semanas. El resultado es que los islamistas detenidos por las FDS tendrán que ser liberados o entregados a la República Árabe Siria, que los juzgará según sus propias leyes –leyes que por cierto se derivan del derecho francés. La diferencia reside en que las leyes sirias incluyen la pena de muerte, a la cual los europeos se oponen hoy en día.
En derecho, los ciudadanos de países europeos que se unieron a la yihad en Siria cometieron un acto de «connivencia o asociación con el enemigo» y, eventualmente, cometieron un crimen de «alta traición» al combatir contra intereses europeos. Sin embargo, debido a los actos cometidos por los mismos Estados occidentales durante esta guerra contra Siria, ningún yihadista occidental será condenado bajo esos cargos en su propio país.
El fin de esta guerra nos devuelve a la realidad. Durante 8 años, los países europeos fingieron descubrir sorprendidos una «revolución» popular contra una «dictadura alauita». Pero los actos cometidos por los Estados europeos son ahora fáciles de exponer y las pruebas son innumerables. Y esos actos no coinciden con la narración anterior. Potencias europeas prepararon, desde 2003, los acontecimientos que comenzaron en 2011 y los organizaron hasta este momento [1]. Esta guerra se ha prolongado tanto que las mentiras han ido saliendo a la luz.
Si yihadistas europeos llegasen a ser juzgados por «connivencia con el enemigo» o por alta traición, los tribunales podrían condenarlos solamente por las atrocidades que cometieron contra los sirios y, eventualmente, por los crímenes cometidos en sus propios países contra sus conciudadanos –y aún esto último teniendo en cuenta que el fanatismo no es un delito. Pero esos mismos tribunales tendrían que llegar a la conclusión de que sólo los dirigentes occidentales tendrían que ser juzgados por alta traición.
Primero que todo, tenemos que precisar que la objeción según la cual los grupos yihadistas como al-Qaeda y el Emirato Islámico (Daesh) no pueden considerarse Estados reconocidos simplemente no se sostiene. Es evidente que organizaciones que disponen de medios militares de tanta envergadura no podrían existir sin el respaldo de Estados.
Veamos, por ejemplo, cómo podría armarse en Francia un alegato en defensa de esos fanáticos:
Los yihadistas son soldados y no pueden ser considerados traidores
– 1. Los acusados no hicieron más que actuar a pedido del gobierno francés cuando se fueron a luchar contra la República Árabe Siria y su presidente, Bachar al-Assad. Las autoridades francesas siempre han calificado la República Árabe Siria de «dictadura alauita», llegando incluso a lanzar llamados a asesinar al presidente Bachar al-Assad.
Por ejemplo, el actual presidente del Consejo Constitucional de Francia, Laurent Fabius, declaró, cuando era ministro de Exteriores, que «después de haber oído los testimonios estremecedores de las personas aquí (…) cuando oímos esto, y estoy consciente de la fuerza de lo que estoy diciendo, el señor Bachar al-Assad no debería estar sobre la tierra», palabras particularmente fuertes viniendo del ministro de un país que abrogó la pena de muerte.
Para que no hubiese confusión y que se entendiera bien que esa invitación al asesinato no se dirigía sólo a los sirios sino a todos los franceses, la ciudad de París organizó, por iniciativa de su alcaldesa, la señora Anne Hidalgo, una jornada de solidaridad con la oposición siria, abriendo incluso una oficina de reclutamiento al pie de la torre Eiffel, que fue por demás ampliamente mencionada en la prensa.
Ese respaldo se hizo después menos visible y, a partir de 2016 –o sea, 5 años después del inicio de la guerra contra Siria– las autoridades francesas comenzaron a tomar medidas para detener las salidas hacia Siria. Pero nunca contradijeron sus declaraciones anteriores, así que los acusados podían pensar que Francia sólo estaba tratando de adaptarse a sus obligaciones internacionales pero que no había cambiado de posición sobre la legitimidad de tal acto.
– 2. Todos los acusados gozaron de la ayuda indirecta del gobierno francés mientras participaban en la yihad. Los grupúsculos yihadistas que operan contra Siria fueron armados y financiados desde el exterior. Las licitaciones del Pentágono demuestran que Estados Unidos creó canales permanentes para enviar armas a los yihadistas que operaban en Siria [2]. Gracias a las investigaciones de la prensa no alineada, hoy está demostrado –con pruebas indiscutibles– que varias decenas de miles de toneladas de armas fueron enviadas ilegalmente a los yihadistas que operaban en Siria durante la operación llamada Timber Sycamore, operación que se inició bajo control de la CIA para pasar después a manos del fondo de inversiones privado KKR [3]. En ese tráfico ilegal de armas participaron al menos 17 países, entre ellos Alemania y Reino Unido. La participación directa de Francia no ha podido comprobarse, pero sí está demostrado que Francia está implicada en la repartición y la entrega de ese armamento a través del LandCom (el Mando de las Fuerzas Terrestres) de la OTAN.
– 3. Los acusados que pertenecieron a grupos vinculados a al-Qaeda tuvieron ayuda directa del gobierno francés. El 14 de julio de 2014, el embajador sirio, Bachar al-Jaafari, entregó al Consejo de Seguridad de la ONU una carta que así lo demuestra. Fechada el 14 de enero de 2014 y firmada por el “comandante en jefe” del “Ejército Sirio Libre” (ASL), esa carta expone la repartición de las municiones que Francia ofreció a los yihadistas y precisa que el gobierno francés asignó la tercera parte de esas municiones al “Ejército Sirio Libre” mientras que el resto –dos terceras partes– debía ser entregado a al-Qaeda –al llamado “Frente al-Nusra”. No está demás recordar que Laurent Fabius, el entonces ministro de Exteriores de Francia, había declarado que «al-Nusra está haciendo un buen trabajo» [4].
Por lo tanto, los yihadistas que obedecieron instrucciones del gobierno francés y que recibieron indirectamente armas y directamente municiones del Estado francés no pueden ser acusados ahora de «connivencia con el enemigo» ni de alta traición.
Son los dirigentes europeos quienes traicionaron a sus países
Sin embargo, los dirigentes franceses –quienes clamaban públicamente su respeto por los derechos humanos… mientras que respaldaban a los yihadistas en secreto– tendrían que rendir cuentas ante los tribunales. Y también tendrían que explicar de qué manera la República Árabe Siria –que ellos designan como «enemigo» de Francia– ha perjudicado los intereses de los franceses.
Al principio del conflicto, se oía decir frecuentemente que –en 1981–, o sea durante la guerra civil libanesa, Siria había hecho asesinar al embajador francés Louis Delamare. Además de que 30 años transcurrieron entre ese asesinato y el inicio de la guerra contra Siria, está también el hecho que Francia respondió en aquella época con la realización de un atentado dinamitero contra la oficina nacional de inscripción militar en la capital siria –con un saldo de 175 muertos–, hecho que fue incluso reivindicado después por el almirante Pierre Lacoste, quien era director de la DGSE (el espionaje francés) en el momento de los hechos.
También se ha dicho que la República Árabe Siria perjudicó los intereses franceses con el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri. Francia apoyó, y todavía apoya, una entidad híbrida llamada «Tribunal Especial para el Líbano», creada expresamente para juzgar a Emile Lahoud –presidente del Líbano en el momento del asesinato de Rafic Hariri– y al presidente sirio Bachar al-Assad. Pero esa entidad –que hace simultáneamente el papel de fiscal y de juez– retiró sus acusaciones después de haber quedado demostrado que aquellas acusaciones se basaban en declaraciones de testigos falsos, pagados por los acusadores. Exceptuando a los empleados de ese “Tribunal”, ya nadie cree en aquellas acusaciones falsas, ni siquiera los hijos de la víctima, al extremo que Bahaa Hariri, el hijo mayor de Rafic Hariri, sostuvo en enero un caluroso encuentro en Damasco con el presidente Bachar al-Assad.
Empeñados en hacer la guerra a un país amigo –Siria– los dirigentes franceses no vacilaron en aportar su apoyo a los yihadistas. Al hacerlo, no sólo ensuciaron la imagen de Francia en el mundo. También afectaron los intereses del pueblo francés ya que pusieron fin a una colaboración muy fructuosa en materia de antiterrorismo y se pusieron deliberadamente del lado de los terroristas. Algunos de sus protegidos ya han logrado regresar a Francia por propia iniciativa y han cometido atentados en suelo francés.
Esos dirigentes de Francia deben ser llevados ante los tribunales como cómplices de las organizaciones terroristas que han perpetrado atentados en suelo francés, y por connivencia con el enemigo y alta traición.
[1] Ver Sous nos yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump, éditions Demi-lune, 2017. Libro disponible también en inglés, español, italiano, ruso (por el momento agotado), en turco y próximamente en árabe.
[2] «Desde Camp Darby, armas estadounidenses para la guerra contra Siria y Yemen», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire, 19 de abril de 2017.
[3] «Armamento por miles de millones de dólares utilizado contra Siria», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de julio de 2017.
[4] Esta frase del ministro de Exteriores francés incluso aparece citada en «Pression militaire et succès diplomatique pour les rebelles syriens» (En español, “Presión militar y éxito diplomático para los rebeldes sirios”), por Isabelle Maudraud, Le Monde, 13 de diciembre de 2012.
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