A mediados de noviembre de l965 conocí Machu Picchu. Con Rafael Larrea y Raúl Arias, llegamos a esas hermosa ruinas arqueológicas, pasado el medio día, pasajeros en una camioneta que nos subió desde la estación del Ferrocarril, situada en la orilla derecha del río Vilcanota, al pie del gran monumento arqueológico. La camioneta pertenecía a un señor que conocimos en la única tienda que había en el pasillo de la estación del ferrocarril y que luego supimos era el administrador del hotel que existía en Machu Picchu, el ver nuestras fachas de indudables mochileros y enterarse que queríamos visitar las ruinas, nos invitó a que le acompañáramos y antes de terminar el recorrido de unos l5 minutos, por un sendero empedrado y muy zigzagueante, nos invitó a que fuéramos sus huéspedes esa noche en el hotel que el regentaba.

La suerte que nos acompañó a los tres poetas Tzátzicos, durante la gira que hicimos por América del Sur y que nos llevó hasta Buenos Aires, nos volvió a sonreír y nos permitió realizar una de las aventuras más hermosas y costosas aún para los peruanos: conocer Machu Picchu, a expensas de un generoso anfitrión que hizo posible que la visita, programada para unas pocas horas, durara dos días completos, y “con todas las de ley”, como dicen los plazuelas.

Así pude conocer uno de los rincones más hermosos del planeta, y al que he podido regresar dos veces más durante mis andanzas por esta hermosa América mestiza.

Pero: ¿Por qué les cuento esta historia, que a lo mejor no les interesa? Simplemente porque la UNESCO ha decidido actualizar las Nueve Maravillas del mundo moderno y entre ellas consta Machu Picchu, en Cusco, Perú, junto a lugares tan importantes como la Muralla China; Las Ruinas de Chichén Itzá, capital del Imperio Maya, en México; la Isla de Pascua y sus gigantescos monolitos escupidos en roca volcánica, que alcanzan hasta los doce metros de altura, esculpidos por lo habitantes polinesios de la isla situada frente a Chile.

Machu Picchu, sin duda alguna merece el título de Maravilla del Mundo Moderno, veamos como se la describe: “Como una escalinata de gigantes, los andenes de Machu Picchu parecen bajar hasta el fondo de la quebrada. A un lado y a otro, al Este y al Oeste, la montaña ha sido trabajada. En realidad las terrazas no bajan hasta el fondo de la quebrada, pero si llegan hasta donde los abismos se hacen vacío. El paisaje que rodea las ruinas es de los más atormentados y rebeldes: cadenas que se sobreponen a cadenas, montañas aserradas, picos que agujerean las nubes; de trecho en trecho, grietas angostas y abismos insondables, cubiertos en sus laderas profundas por una vegetación que todo lo obscurece. En medio de esta naturaleza áspera y salvaje, surge la gibosa roca de Machu Picchu; en una breve ladera expuesta al sur se encuentra el perímetro de la ciudad. En el fondo del abismo, a una profundidad de mil metros, serpentea el lecho angosto y encajonado del río Vilcanota”

Machu Picchu, está situada a l20 kilómetros del Cusco, en la parte alta del cañón del Urubamba, al fondo del cual corre hacia la región amazónica el caudaloso río Vilcamayo o Vilcanota, considerado el río sagrado de los Incas. A esta ciudadela, construida en la cima de la montaña con duro y blanco granito, se llega por una carretera zigzagueante que asciende unos mil metros sobre el nivel del río..

Según el historiador V. Pérez Armendáriz, “Machu Picchu fue una ciudad refugio en los tiempos preincaicos para proteger y amparar las vidas de la nobleza real, acllas o vírgenes del sol, mandatarios del gobierno, casta sacerdotal y todo el complicado sistema administrativo de la nación, en épocas de invasión de los bárbaros, y su existencia era un secreto que solo en el acllahuasi se sabía”. Esta afirmación se confirma si tomamos en cuenta que todo el perímetro de la ciudadela está rodeado de una muralla de granito de cinco o seis metros de altura, salvo en las partes en la que existen defensas naturales como barrancos o abismos, lo que nos demuestra que fue una fortaleza totalmente asegurada.

A primera vista, Machu Picchu aparece como un conjunto de terrazas y edificios sobre diversos planos en el estribo de la montaña, construidos con bloques de piedra bien labrados y pulidos, pero al observarlo detenidamente se descubre que, por el lado norte es inexpugnable pues la montaña en ese sector cae verticalmente; y, en el lado sur se levantaron muros de piedra perfectamente trazados. Además existían lugares en donde debieron haberse colocado observadores que mantenían una vigilancia permanente. Acerca del origen de estas hermosas ruinas no ha sido posible hasta ahora, unificar los diversos criterios. Según el Dr. José Gabriel Cosio, Delegado del Gobierno del Perú ante la misión científica de la Universidad de Yale, cuando se descubrieron las ruinas en l9l2, considera que Machu Picchu corresponde a una civilización pre-Inca, basándose en que tanto los Incas como los españoles la desconocieron. En cambio otros estudiosos del problema como los Doctores Max UHle, Walter Lehmann, Luis Valcárcel, Paúl Rivet sostienen que las ruinas corresponden a la cultura incásica, por su semejanza a las construcciones de las ciudades de Ollantay y el Cuzco. Esta afirmación que es la que tiene mayor validez, fue con firmada por Hiram Birgman, quien presidió la expedición de la Universidad de Yale que descubrió las ruinas en 1911, éste atribuye a la ciudad de Machu Picchu una edad de dos mil años, siendo la cuna de la civilización incásica, desde donde salieron Manco Cápac y sus huestes a fundar el Cuzco.

Sobre Machu Picchu, se han escrito cientos de libros, y los más importantes arqueólogos e historiadores del mundo han vertido sus opiniones y sus elogios a este inigualable monumento arqueológico situado en el corazón de la América mestiza y que, dentro de poco, será catalogada entre las Nueve Maravillas del Mundo Moderno.