La asunción del francés Dominique Strauss Kahn como director del Fondo Monetario Internacional (FMI), en reemplazo del renunciado Rodrigo Rato, es de esos relevos que trascienden los simples cambios de rigor. En efecto, los últimos años han representado para el FMI un proceso de adelgazamiento y pérdida de poder, impensable hace una década. Entre 2006 y 2007 cancelaron su deuda con el Fondo o anunciaron su pronta cancelación, entre otros, Rusia, Serbia, Uruguay, Filipinas, Indonesia, Tailandia, Angola y Ecuador. Anterior a eso, la Argentina había saldado la suya, y contra todo pronóstico había iniciado un proceso de reactivación económica que terminó por hacer evidente lo contraproducente de usar el Fondo como mecanismo de financiación en casos de insolvencia.
De otro lado, el crónico déficit comercial usamericano, que inyecta un significativo exceso de liquidez a la economía mundial, ha terminado por concentrar esos excesos, en forma de reservas, en los países superavitarios; tales son los casos de China (1,33 billones de dólares) y Japón (900 mil millones), que junto con Rusia (413 mil millones) y en menor medida Taiwan, Surcorea e India se han convertido en los gigantes de las reservas. Pues bien, el caso es que hasta hace poco el uso de esas reservas se había limitado a la compra de bonos del tesoro norteamericano, con lo cual se entraba en un círculo virtuoso para la economía del imperio, pues mediante esa compra recogían nuevamente los dólares que habían emitido para cubrir el déficit.
Giro estratégico
Sin embargo, en el año 2007 las cosas parecen cambiar su rumbo con el anuncio del gobierno chino de dedicar parte de sus reservas a la creación de un Fondo Soberano de Riqueza (SWF, por su nombre en inglés), cuyo fin principal será adquirir compañías estratégicas, y que ha empezado a operar recientemente. El redireccionamiento del uso de las reservas implica cambios profundos en las fuentes y formas del financiamiento mundial, ya que buena parte de la inversión extranjera directa comenzará a ser de origen estatal, con lo que los factores de seguridad nacional entrarán a jugar un papel explícito en las inversiones que provengan de esos fondos. Si bien los Fondos Soberanos de Riqueza no son nuevos y el origen de algunos puede rastrearse hasta los 70, lo nuevo es que entren en ese juego los gigantes de la reservas, pues con ello se puede alterar significativamente la estructura de la propiedad de los grandes conglomerados. De hecho, los principales jugadores en este campo, hasta el momento, eran Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Arabia Saudita y Noruega, por lo que la integración a ese club de China y Rusia amenaza con iniciar una carrera de adquisiciones guiadas por lógicas que van más allá de la simple ganancia, dando lugar a trastornos importantes en el Sistema Mundo del que habla el conocido historiador estadounidense Immanuel Wallerstein.
No es gratuito que, a principios de agosto, el Comité Sobre Inversiones Extranjeras (CFIUS) de los Estados Unidos vea ampliados sus poderes y que el presidente Bush haya llamado la atención sobre lo que la nueva situación puede significar en el mediano y el largo plazo. Así, Estados Unidos ve cómo su lógica de funcionamiento económico se le devuelve como un boomerang y que la financiación de su déficit con emisión pura termina por darles un poder real a países que, como China, pueden considerarse su contraparte. Debe recordarse que en 2006 este país asignó más de 800 millones de dólares a Nigeria, Angola y Mozambique, sustituyendo en forma directa la financiación de las entidades multilaterales por crédito directo de un Estado.
El exceso de liquidez y la concentración de los ahorros que se exacerba con la creación de los fondos privados de pensiones, así como con la invención de derivados de todo tipo (como la titularización de deudas como las hipotecarias), ha terminado por remarcar una tendencia que viene de atrás, y es la del crecimiento asimétrico entre la economía real y los activos financieros, que en la actualidad suman poco más de tres veces el PIB mundial, cuando en 1980 apenas lo superaban en un 10 por ciento. En la actualidad se estima que entre los fondos de pensiones, los fondos mutuos y las aseguradoras concentran 59,4 billones de dólares (millones de millones), lo que significa algo así como 25 veces el presupuesto estadounidense. Pues bien, es toda esa concentración lo que ha terminado por hacer inútiles a instituciones como el FMI, pues la necesidad de hacer productivo ese acervo los está convirtiendo en palanca de financiamiento para todo tipo de necesidades.
Bajo ese contexto, es más que explicable la crisis del FMI, así como el nombramiento de un francés como Dominique Strauss Kahn en su dirección, pues bajo la óptica atlantista (léase pronorteamericana) del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, la tarea de resucitar esa institución significaría insuflarle nueva vida al unilateralismo norteamericano, seriamente debilitado por las nuevas condiciones.
Debe destacarse que la nueva estructura financiera empieza tener como una de sus consecuencias fundamentales la aceleración del proceso de concentración y centralización del capital (predicho por Marx) hasta niveles insospechados, y del que hoy es ejemplo la industria automovilística mundial, cuyas empresas ya se cuentan literalmente con los dedos de las manos, así como el sector bancario, en el que a las fusiones se yuxtaponen más fusiones, tal como le acaba de acontecer al ABN-Amro, que, siendo un banco producto de una fusión, acaba de ser adquirido por el consorcio RBS por 98.500 millones de dólares. El capitalismo parece vivir, en cuanto a la propiedad, una implosión cuyas consecuencias todavía no se analizan y que generan todo tipo de interrogantes, desde el más obvio: ¿tiene límites el proceso de concentración y centralización del capital? Pues, bien, más allá de los tipos de respuesta, esa es la dinámica en la que empezamos a movernos y que desde la izquierda muy poco tenemos en cuenta.
La aprobación del acta fundacional del Banco del Sur por los ministros de Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Ecuador es, dentro de ese contexto, una noticia que refleja la tendencia real de una vía multilateral en la que se hace posible garantizar el no regreso a la tutela de instituciones como el FMI, que parece haber cumplido todos los requisitos para irse al basurero universal de la infamia, pero a la que no le sobra una ayudita para que termine de cumplir su destino.
Por la provincia
En Colombia, sin embargo, las reflexiones parecen ancladas a las lógicas del siglo XX, y no se denuncia con la suficiente fuerza que una de las peores herencias de Uribe es cargarnos a la cola de un unilateralismo que hace agua y que de paso nos aísla de las nuevas tendencias y formas de inserción que tienen como premisa un Estado regulador.
¿La pertenencia a proyectos como el Banco del Sur y el Alba no tienen que convertirse acaso en banderas explícitas de los movimientos progresistas en Colombia? ¿O es que, por temor a ser machacados desde la prensa oficial con el sambenito de compartir la “retórica chavista”, debemos renunciar a banderas transformadoras? ¿No debe ser nuestra forma futura de financiamiento y nuestra estrategia de integración con los demás países, eje importante de la discusión y tema de diferencia con los sectores tradicionales? Que lo urgente y el pragmatismo (que a veces suena más a capitulación entre nuestros dirigentes) no nos hagan dejar de lado cosas que hoy el entorno nos posibilita. En la década pasada, pensar estar por fuera del ámbito del FMI y el Banco Mundial, para esos ‘pragmáticos’, podía significar un suicidio, producto tan solo de la enfermedad infantil del izquierdismo. Hoy, reflexionar de esa manera significa no sólo renunciar a las nuevas posibilidades sino también a reforzar el camino hacia el multilateralismo, un espacio que permite ganancias en la autonomía. La discusión está servida y el nuevo entorno mundial debe ser un tópico que nos facilite sacudirnos las lógicas del “pensamiento único” e iniciar un camino hacia unas metas inmediatas, posibles y liberadoras.
Por: Álvaro Sanabria Duque
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