El pasado mes de septiembre de 2007, un jet se estrelló cerca de la ciudad mexicana de Mérida con cuatro toneladas de cocaína. La prensa reveló que el cargamento era propiedad del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán.
La noticia podía haber pasado como un hecho policial más, pero la pasada semana, el diario El Universal de México reveló que la avioneta estrellada con el valioso cargamento de cocaína fue utilizada por la Central de Inteligencia Americana (CIA) para el traslado clandestino de prisioneros por Europa.
Según el periódico –que está lejos de ser simpatizante de la izquierda- el jet Grumman Gulfstream II privado aparece en los registros de vuelo de la Organización Europea de Seguridad de la Aeronavegación, como parte de la investigación del Parlamento Europeo sobre “la presunta utilización de países por la CIA en el transporte y detención ilegal de presos”, que derivó en dos reportes de 2005 y 2006.
En lenguaje común fue uno de los aviones usados por la CIA, para llevar prisioneros secuestrados de un lugar a otro, para torturarlos en un país y mantenerlos detenidos o “desaparecidos” en cárceles de otros países.
Además, de su uso para el tráfico ilegal de prisioneros, la aeronave también realizó vuelos desde territorio norteamericano a la base militar yanqui en Guantánamo, Cuba. Estos vuelos están registrados, en la Administración Federal Aeronáutica (FAA) de Estados Unidos, y seguro que no eran vuelos “privados”.
Según la misma FAA, uno de los últimos dueños a la empresa Donna Blue Aircraft, cuya dirección en Florida, resultó ser una oficina vacía.
Fotografías del jet N987SA lo situaban en instalaciones de la compañía Boeing, en Seattle, 20 días antes de su desplome cerca de Mérida. Para esa fecha, la propiedad se adjudicaba a la empresa S/A Holdings, de la cual prácticamente no hay datos.
Estados Unidos dio de baja la aeronave, recién en febrero de 2008 -meses después del accidente-, debido a que fue “exportada” a México.
Los vuelos secretos de la CIA, también estaban registrados como viajes de una empresa particular fantasma, y toda la operación se asemeja a la operación montada en los 80 para abastecer a la contrarrevolución nicaragüense.
Entonces bajo la administración de Ronald Reagan, con la vicepresidencia de George Bush padre, desde la oficina de Seguridad de la Casa Blanca, se montó un complejo operativo para abastecer de armas a los “contras” que incluía venta de armas a Irán.
Con las “ganancias” de las venta de armas a Irán, se compraban las armas para la contra, o ”luchadores por la libertad” como definía Reagan, hasta los talibanes afganos –entre ellos Osama Bin Laden- y después de descargar el armamento en Honduras –donde estaba como embajador John Negroponte- cargaban drogas de regreso a Estados Unidos.
Un modelo de negocio redondo dirían, que para no volar con los aviones vacíos, táctica que ya había ensayado durante la guerra de Vietnam.
Mientras se echa tierra sobre este asunto Estados Unidos emite listas, de países que ”no colaboran” en la lucha contra el narcotráfico, y su “zar antidrogas” John Walters amenaza a Venezuela.
Quizás por el afán de encontrar culpables en otros lados, las autoridades norteamericanas olvidan revisar y contar sus propios aviones.
De lo que no cabe dudas, es que bajo la administración norteamericana el negocio de la droga florece en los países que controla. Afganistán bate record de producción de heroína, y Colombia sigue exportando cocaína a Estados Unidos sin que la producción disminuya.
En una reciente entrevista, a la revista Semana de Colombia, el jefe paramilitar y narcotraficante Salvatore Mancuso, reveló que el área de plantación de coca es el doble de la estimada por las autoridades, y que las exportaciones de cocaína representan unos 7.000 millones de dólares anuales. El 90% de la droga va al mercado norteamericano.
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