La situación en Libia es de lo más confusa. Es imposible tener un panorama claro de los acontecimientos, de lo que está verdaderamente ocurriendo y cada uno se hace una idea aceptando las informaciones de la prensa comercial, informaciones que no podemos verificar. El periodista italiano Maurizio Matteuzzi describe esta incertitud desde Trípoli, capital de Libia, en donde él sólo ve una parte de la realidad y la cual no puede interpretarla.
«No masacres, no bombardeos, no violencia» contra los civiles. Son con estas palabras que Moussa Ibrahim, el portavoz del gobierno libio comenzó ayer en la mañana su discurso cotidiano ante la prensa extranjera (prensa que llega ahora masivamente, sobre todo periodistas y medios estadounidenses a la cabeza, conducidos por la super-estrella de la televisión CNN Christiane Amanpour).
Para Moussa Ibrahim, se intenta que el «régimen cambie estilo Irak» todo esto piloteado por las «potencias imperialistas occidentales» que quieren «el petróleo», y por los islamistas, que quieren hacer de Libia «una Somalia mediterránea o un Afganistán»; «Occidente» y «al-Qaida» se han apoderado y controlan «las protestas pacíficas y legítimas» a favor de reformas para sembrar «el caos» en Libia provocando ya «un centenar» de muertos «en cada bando».
En cuanto a la resolución punitiva n°1970 [de la ONU] aprobada por el Consejo de Seguridad, para el portavoz libio es inconcebible que ella se haya constituido, nutrido, únicamente con los «reportajes de los medios de comunicación» implicados —nosotros esperamos que esto esté claro para todo el mundo, incluso para los detractores incondicionales de Gadafi— en una operación de desinformación comparable, para mencionar la más reciente, aquella a la de «armas de destrucción masiva» de Saddam Hussein [en Irak] (podemos apostar que si el coronel Gadafi no cae rápidamente, ¿aparecerá alguien para señalar y encontrar estas armas en Libia también?)
Viviendo en Trípoli —o al menos viendo la crisis social desde aquí mismo, en la capital— la evolución de la crisis libia me da vértigo. Aquí se quiere dar —y en cierta medida tenemos— la impresión que la vida cotidiana es «normal» (y en todo caso el día, cada día por el momento, transcurre normalmente); que Gadafi tiene el «control» casi completo no solamente de la capital Trípoli, sino de todo el país (sólo la región de Cirenaica está perdida, los otros lugares no son más que «bolsas» de resistencia, ha dicho el portavoz); que Libia «se dirige rápidamente hacia la calma y la paz» (son palabras de Saif al-Islam, el hijo «reformador» del coronel Gadafi), que si la calma y la paz todavía no han vuelto es porque el líder «ha dado órdenes estrictas de no tirar sobre la muchedumbre» (a pesar que calificó a los rebeldes de «ratas a exterminar»); que en todo caso se está buscando una vía para una salida negociada y que él —Saif— ya ha entamado un dialogo con los rebeldes; que si por otro lado [estos] buscan la guerra civil, la tendrán; que la revueltas y protestas son la obra de algunos fundamentalistas islámicos y que el coronel Gadafi siempre les ha arremetido, con reconocimiento y elogio de los líderes democráticos que ahora lo condenan y lo quieren enviar a la Corte Penal Internacional para juzgarlo (para nosotros que vaya, pero después de los caballeros como Bush, Blair, Chenay y Rumsfeld).
Desde afuera, del mundo exterior, el escenario, para nosotros que estamos aquí embedded [que se puede traducir como incrustados] y que leemos las informaciones de las agencias de prensa internacional acerca de Libia y sobre todo los diarios italianos, el escenario presentado es completamente y locamente diferente, muy opuesto. Para ellos, la caída de Gadafi es inminente, una cuestión de horas; respecto a las ciudades libias —a excepción de Trípoli y la provincia natal de Gadafi, Sirte— donde flota la bandera de los rebeldes, la bandera con los colores negro-rojo-verde que era la bandera de la monarquía senousita del rey Idris, rey que fue depuesto y expulsado por Gadafi en 1969 (curiosamente, la utilización de esta antigua bandera no genera ninguna interrogante entre los rebeldes, sabiendo que el rey fue una marioneta de los ingleses); los muertos causados por la represión militar, por la milicias de los rebeldes y los «mercenarios africanos» no se cuentan más y aumentan o disminuyen según los días y los caprichos: 300, 1000, 10000, 2000…;
Incluso Trípoli ya está perdida y Gadafi no controla ahora que la zona de la ciudad que está alrededor de su residencia en el compound militar de Bab al-Azizia; un general que se pasó al bando rebelde, Ahmed Gatrani, según lo que escribe el diario [estadounidense] Washington Post, ha constituido un ejército en la ciudad de Bengasi y ya llegó a las afueras de la capital (Bengasi que está a más de mil kilómetros de la capital) y ya ha lanzado un primer ataque en la capital, más precisamente viernes pasado, por el momento rechazado por las fuerzas gubernamentales leales a Gadafi, según dice, (y que los periodistas aquí presentes en Trípoli [yo incluso], no hemos visto el menor signo o escuchado el menor ruido).
Esquizofrenia al estado puro
¿Todo esto es posible? Sí, es posible en la situación de esquizofrenia que hay en Trípoli y para todos aquellos que viven en Trípoli. La impresión en todo caso es que Gadafi ha perdido una parte del partido y que el círculo alrededor de él se ha cerrado ya, círculo en el sentido político-diplomático-mediático mundial y que el coronel Gadafi también se está cerrando a su turno en Libia.
Es un asunto de tiempo y de maneras. Si ellos [el clan gubernamental] quieren verdaderamente empujar hasta la «guerra civil» como lo ha amenazado el coronel Gadafi y también su hijo «especialista en diálogo», tal vez entonces hará falta más tiempo y sobre todo más muertos. Pero si se opta por encontrar una solución de emergencia, de una u otra manera, una forma negociada, la solución podría ser más rápida y sería en todo caso menos sangrienta.
El problema en Libia es que, contrariamente a Túnez o Egipto, las fuerzas armadas no son un factor bastante determinante (en todo caso hasta el presente) para situarse como el mediador que regula y equilibra una balanza. Otro problema es, contrariamente a Túnez y Egipto, que no existen otros factores que pudieran ser decisivos para resolver esta crisis social: hablo de la inexistencia de sindicatos o de partidos políticos en Libia, pero existe por otro lado, como en Yemen o en Irak, una estructura de clan tribal a la cual hay que tener muy en cuenta.
La revuelta también, hasta el presente, no daba signos de poder, de organización, de poder constituir una instancia política más allá del objetivo inmediato que es derribar y expulsar a Gadafi del poder, y si no se quiere dar crédito a lo que afirma el coronel desde un comienzo: que los rebeldes en realidad son agitados por el largo brazo de «al-Qaida», o al menos, aquí en Libia, por los ulemas fundamentalistas y sus fieles que gritan a la salida de las mezquitas «Gadafi, enemigo de Dios».
Domingo, el ex-ministro de justicia Moustafa Abdeljalil, que se ha pasado «al bando del pueblo», presentó en Bengasi un «Consejo Nacional» [de rebeldes] compuesto de civiles representantes de las ciudades «liberadas» y de los militares que han demitido. El objetivo declarado es la de ir pronto a una «elecciones libres», de aquí a tres meses (periodo demasiado corto para que puedan ser verdaderamente libres y representativas de la ciudadanía).
El portavoz del Consejo Nacional se apresuró en desmentir, precisando que se trata más bien de un «gobierno provisorio», «interino» o «de transición», tal vez para parar en seco toda ambición del señor Abdeljalil, quien sin embargo ya ha anunciado por su lado haber lanzado negociaciones con los «ancianos de las tribus» y declaró al diario Quryna —el cotidiano semi-independiente de Saif al-Islam [hijo de Gadafi]: ¿otra paradoja o señal?— «que no habrá ningún arreglo de cuentas» indiscriminado.
Incluso el mismo Saif al-Islam dice haber comenzado las negociaciones con el clan y las tribus, muchas de las cuales se han juntado a la revuelta contra el coronel Gadafi. Y haber ofrecido el dialogo a «la oposición», oferta rechazada por el Consejo Nacional [los rebeldes].
La situación en Libia es, como lo dice un diplomático de la embajada de Italia, «magmática». Muy magmática. El momento decisivo de acerca. E incluso si el resultado pareciera que ya está decidido, todo puede pasar o cambiar al final, en las próximos días o en las próximas horas.
Fuente: Il Manifesto (Italia)
Traducción de la Red Voltaire.
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