Indiferentes a la oposición de Colin Powell, los «halcones» preparan la próxima etapa de la remodelación del Medio Oriente: la «liberación» del Líbano y el ataque a Siria. Ya empiezan a configurar su expediente acusatorio para justificar estas operaciones mediante la misma retórica que utilizaron para Irak: apoyo al «terrorismo internacional» y posesión de armas de destrucción masiva. El Pentágono sabe que puede apoyarse en el general Sharon, impaciente por crear un Estado maronita en el Líbano y por acabar con la resistencia palestina. El dispositivo militar ya está operativo desde junio de 2004.
Después de Afganistán, en octubre de 2001, y de Irak, en 2003, los halcones norteamericanos han planificado el desplazamiento de su guerra itinerante para mediados de 2004 hacia Siria o el Líbano. La rotación del cuerpo expedicionario en Irak para la utilización de tropas frescas, el despliegue de nuevas unidades en la zona y la renovación de las flotas en el Mediterráneo y en el Mar de Arabia terminarán en junio.
Washington prosigue su proyecto de «remodelación del Medio Oriente», reafirmado por el presidente George W. Bush durante su discurso sobre el estado de la Unión. Esta estrategia tiene como objetivo controlar las reservas energéticas de los Estados del Golfo, así como conquistar nuevos mercados, apoyándose en Israel a nivel regional.
Los Estados Unidos pueden contar con el servilismo asumido de Jordania -a pesar de la reciente participación de Ammán en la defensa de la Autoridad Palestina en el caso del «muro de separación»- y con la pasividad de la mayor parte de los emiratos. Con el control sobre Irak asegurado, sólo hay algunas potencias que escapan a su autoridad imperial, e Irán, Siria y el Líbano constituyen el eje central de las mismas. También se encuentra amenazada Arabia Saudita, que desde hace un año reafirma sus veleidades de independencia.
Para Israel, los intereses estratégicos son aún más evidentes y fueron teorizados, hace cincuenta años, por David Ben Gourion. Para dejar de verse rodeado por sus vecinos, Israel debe tomar el control del «eslabón más débil de la cadena de la Liga Árabe»: el Líbano. Para ello Tel Aviv deberá exacerbar los conflictos internos y empujar a la población cristiana a transformar el país en un Estado maronita.
Esto irá necesariamente acompañado por un «retroceso de las fronteras del Líbano» y, como corolario, de una expansión del Estado judío. Por otra parte, precisa Ben Gourion el 27 de febrero de 1954, en una carta a Moshe Sharett, entonces primer ministro de Israel, «si se encuentran personas y elementos en el Líbano que se movilicen para la creación de un Estado maronita, no tendrían necesidad de vastas fronteras ni de una considerable población musulmana, y no será esto lo que creará dificultades».
Este modelo teórico fue retomado por el general Ariel Sharon, con menos delicadeza, cuando en 1982 entró en Beirut y ayudó a las milicias cristianas a masacrar a los habitantes de los campamentos de refugiados de la capital, Sabra y Chatila.
Por otra parte, para vencer a los movimientos de resistencia palestinos, Israel debe ante todo destruir sus bases en la retaguardia y para ello debe penetrar en Siria y el Líbano.
La doctrina de la «guerra preventiva» elaborada por la administración Bush, que permite golpear a cualquiera que amenace, amenazara o amenace con amenazar a los Estados Unidos, autoriza a los halcones a determinar entre ellos su futuro objetivo.
Después corresponderá a los portavoces de los diferentes organismos gubernamentales organizar la propaganda y la construcción de la amenaza, incluidas las imputaciones fantasiosas mutuamente validadas por diferentes servicios secretos israelíes, estadounidenses o británicos [1].
Tras la campaña iraquí los temas son conocidos: la acusación de apoyo al terrorismo y de desarrollo de armas de destrucción masiva es suficiente para justificar una intervención militar global en un país soberano, fuera de todo marco jurídico, así como su ocupación y su saqueo. La presentación del Líbano como país ocupado por Siria autoriza a su «liberación» y luego a perseguir al «invasor» hasta Damasco.
Como preludio del conflicto que se prepara, la aviación militar israelí violó el espacio aéreo libanés, en octubre de 2003, para bombardear «campos de entrenamiento terroristas» en Siria. De paso, los cazas que acompañaban a los bombarderos se desviaron para realizar ejercicios de acrobacia aérea sobre la residencia familiar del presidente Bachar el-Assad.
Esta agresión fue descrita por Washington y Tel Aviv, pero también por toda la prensa occidental, como parte de la guerra global contra el terrorismo. Pocos fueron los que entonces consideraron conveniente señalar que tal ofensiva, ilegal desde el punto de vista del derecho internacional, se producía exactamente 30 años después del ataque de Egipto y Siria contra Israel, lo que marcó el inicio de la guerra del Kippur y debía interpretarse como una última advertencia que auguraba operaciones militares por venir.
En enero de 2004, un buldózer del ejército israelí atravesó la Línea Azul, que separa a ambos países, antes de ser destruido por disparos de cañón del Hezbollah. Esta incursión suscitó inmediatamente en Israel y en los Estados Unidos la renovación de las advertencias ya realizadas contra Siria, país al que imponían renunciar al apoyo a los «terroristas» y el desmantelamiento de sus armas de destrucción masiva.
Acusaciones ya desmentidas
Dado el cargado contexto histórico y los recientes acontecimientos regionales, es legítima la inquietud de los dirigentes sirios al frente de quienes se encuentra el presidente Bashar al-Assad, tanto más cuanto que el discurso de Washington y Tel Aviv contra Siria parece calcado del que justificó la intervención en Irak en marzo de 2003.
Como se ha visto, no pasa una semana sin que alguna autoridad de alguno de los dos países se exprese ante una comisión parlamentaria de relaciones exteriores sobre la amenaza de Siria para la estabilidad de la región. En este sentido, el 20 de junio de 2003 Colin Powell declaraba, en una conferencia de prensa en la que participaba también Ariel Sharon, que si Siria continuaba siendo «una nación de apoyo al terrorismo» sufriría las consecuencias.
En el otoño, el expediente de las infiltraciones de terroristas en Irak a partir de Siria permite al secretario de Estado de los Estados Unidos aumentar la presión sobre Damasco [2]. El 16 de septiembre de 2003, el subsecretario de Estado norteamericano para el control de armamentos y la seguridad internacional declara ante una comisión parlamentaria norteamericana que Siria continúa dejando pasar hacia Irak a personas determinadas a matar a soldados de la Coalición.
Además, afirma que «Siria ha permitido la entrada de equipamiento militar a Irak, antes y durante la guerra». Igualmente habla de una transferencia de armas, en el otro sentido esta vez, desde Irak hacia Siria.
Así, Sadam Husein habría disimulado sus armas de destrucción masiva ocultándolas en el territorio vecino antes de la invasión norteamericana. Sin embargo, se considera incapaz de confirmar sus afirmaciones mediante la más mínima prueba material [3].
En Israel, Damasco es siempre señalado por su apoyo al «terrorismo» y no sólo al Hezbollah. Los servicios de inteligencia israelíes acusan a Siria de financiar y entrenar kamikazes palestinos para cometer atentados suicidas en Israel. Los «campamentos de entrenamiento terroristas» que fueron blanco de ataques el 5 de octubre de 2003 habrían servido a tales efectos, como lo afirmó en ese momento la prensa israelí [4].
El diario parisino Le Monde, sin embargo, revelará algunos días después del ataque que el lugar estaba desierto desde hacía varios años, «quizás diez» [5]. Las acusaciones de autoridades israelíes se suceden ante la comisión de la Knesset para las Relaciones Exteriores y la Defensa a fin de documentar la implicación siria en la «red mundial del terrorismo islámico» a pesar del carácter laico del régimen y de la larga prohibición a los hermanos musulmanes.
Recientemente aún, Silvan Shalom, ministro de Relaciones Exteriores israelí, acusó a Siria de haber aprovechado los convoys humanitarios hacia Irán para traer, de regreso, cargamentos de armas destinados a organizaciones «terroristas».
El tema de las armas de destrucción masiva es igualmente decisivo, como lo demostró la experiencia iraquí en la primavera pasada. Por lo tanto todo está implementado, en el sistema de comunicación norteamericano, para hacer aparecer un programa de armamento secreto por parte de Damasco.
En junio de 2004 la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, prestó gran atención al testimonio de Nizar Nayyouf, opositor sirio residente en París. Este afirmaba «poseer informaciones suministradas por un oficial superior sirio, actualmente disidente (...), que indicaba los lugares en los que fueron enterradas las armas de destrucción masiva iraquíes a fin de sustraerlas al control de inspectores en Irak.
Más cínico aún, Ha’aretz revelaba el 15 de diciembre de 2003, al día siguiente del arresto de Sadam Husein, que el ejército de los Estados Unidos podría ofrecerle a este una transacción si revelaba informaciones sobre sus armas de destrucción masiva, especialmente si las poseía, y, en caso afirmativo, si las había ocultado en Siria ante la inminencia de la invasión norteamericana.
Estas «verdades», afirmadas sin la más mínima prueba, permitieron la adopción del Syria Accountability Act, un régimen de sanciones comerciales y diplomáticas contra Siria, aplicable a discreción del presidente norteamericano que puede fijar por sí solo sus modalidades de aplicación. Sin embargo, como para el expediente de las armas de destrucción masivas iraquíes, las exageraciones y las incoherencias de estas acusaciones han sido ya ampliamente desmentidas por varias fuentes oficiales.
El ex emisario norteamericano Theodore Kattouf, declaró así, el 12 de noviembre de 2003, que según él Siria no había facilitado el paso de militantes fundamentalistas hacia Irak desde el mes de abril, fecha en que fue cerrada su frontera. En cuanto al reciente ataque del Hezbollah contra un buldózer israelí que atravesara la Línea Azul, este no había sido coordinado con Siria, según confidencias de un jefe de Estado del Tsahal [6].
Preparativos ante la ofensiva
Los acontecimientos se precipitaron desde el arresto del rais, y las asociaciones con el Hezbollah se multiplicaron en la frontera entre el Líbano e Israel. Las tensiones volvieron a aumentar exacerbadas por las palabras de Donald Rumsfeld, secretario de Defensa norteamericano, quien dijo, el 8 de mayo de 2004, considerar el envío de tropas especiales a la llanura libanesa de la Bekaa bajo control sirio «para apresar terroristas».
Según L’Orient Le Jour, el inicio de tal operación «sería marítimo o quizás terrestre, a partir de Irak, y según un modo «policiaco» con el objetivo de capturar a «terroristas» cada vez más buscados.»
La incursión israelí en territorio libanés, el 20 de enero de 2004, es igualmente interpretada por el diario libanés como un signo de escalada belicista en la región. Citando a un diplomático europeo en Beirut, el editorialista Emile Khoury escribe el 22 de enero de 2004: «El Sr. Sharon podría verse tentado a utilizar el período de la campaña presidencial norteamericana, en el que ya nos encontramos, para lanzar una nueva aventura militar so pretexto de la lucha contra el terrorismo. De ahí el rechazo del primer ministro israelí a retomar las conversaciones con Siria a partir del punto en el que habían quedado (...), pues, viendo aumentar la tensión, el presidente Bashar al-Assad ofreció, en el mes de diciembre de 2003, retomar las negociaciones con Israel a partir del punto a que las habían llevado su padre, Hafez al-Assad, y el entonces primer ministro israelí, Yitzakh Rabin.
Las discusiones habían permitido entonces un acuerdo que preveía la retirada israelí del Golán, pero claro que esta solución no satisface a Ariel Sharon quien, apoyándose en las conclusiones del informe Perle de 1993, puede permitirse hacer durar la inestabilidad en este frente, en espera de obtener más tarde mejores resultados en las negociaciones. Esta es la razón por la que Israel garantiza totalmente su función de «obstáculo para la paz».
En diciembre de 2003, un diario israelí relata cómo el gobierno de Ariel Sharon había rechazado recientemente una propuesta siria, con vistas a garantizar un cese al fuego duradero en la Línea Azul, a cambio del cese de las violaciones del espacio aéreo libanés por parte del ejército israelí y de sus maniobras a lo largo de la frontera [7].
De ahí igualmente las recientes declaraciones de diversos miembros del gobierno Sharon para denunciar el engaño que representa, según ellos, el llamado a las negociaciones del presidente al-Assad. Ariel Sharon ha declarado especialmente no desear iniciar discusiones que llevarían, al final, a una retirada del Golán actualmente ocupado por Israel [8].
El plan de desestabilización de la región parece así listo y su campo de acción delimitado en el valle de la Bekaa. La revista de referencia Jane’s Intelligence Digest no se equivocó al dedicar un artículo, el viernes 23 de junio, a las recientes declaraciones de la administración norteamericana sobre Siria. La misma escribe que Donald Rumsfeld está considerando provocar una confrontación militar con Siria atacando las bases del Hezbollah cerca de la frontera sirio-libanesa.
Sin embargo, ya surgen los obstáculos en el camino de Damasco: el fracaso la semana pasada de la reunión de la oposición siria pronorteamericana en el hotel Holiday Inn, de Bruselas, provoca un retraso en la creación de una alternativa política creíble, como ocurrió con el Consejo Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi. No obstante el golpe más duro vino de los Estados Unidos, donde David Kay, jefe del equipo de los inspectores estadounidenses encargado de descubrir las armas de destrucción masiva iraquíes, renunció a mediados de enero indicando que el programa de armamentos de Sadan Husein no había vuelto a reanudarse desde el final de la Primera Guerra del Golfo, afirmación que tuvo que matizar algunos días más tarde en una breve declaración al Sunday Telegraph en la que llegaba a admitir que «componentes del programa de armas de destrucción masiva» del ex dictador iraquí fueron transferidas a Siria antes de la guerra «aunque no se tratara de una gran cantidad de armas», sólo los restos de un programa de armamentos abandonado hacía 13 años.
Esta polémica, proveniente de un experto oficial de la CIA, manifiesta la oposición de la Agencia a los neoconservadores y la voluntad de su director, George Tenet, de privar al Pentágono de un pretexto sin fundamentos.
Puede además observarse que el plan de los halcones, previsto desde hace mucho, se encuentra con una dificultad inesperada. Turquía, miembro de la OTAN y aliada militar de Israel, le ha retirado su solidaridad a los Estados Unidos durante la guerra contra Irak. Se negó a tomar parte en la misma y le prohibió a la Coalición sobrevolar su espacio aéreo, lo que ha obligado al Pentágono a reconfigurar sus fuerzas ante de lanzarse a la ofensiva a un costo considerable de la operación.
Ahora bien, Washington, precipitando su calendario para hacer frente a la resistencia iraquí, anunció demasiado rápido su intención de crear un Kurdistán autónomo y luego independiente. Sacando provecho de la situación, Siria se volvió inmediatamente hacia su socio tradicional, Irán, y hacia Turquía para hacer fracasar el proyecto. Los tres Estados, que albergan a las minorías kurdas, se sienten amenazados con estallidos a la yugoeslava si se comenzara a crear Estados monoétnicos.
La teoría huntingtonniana de un pretendido eje maléfico chiíta (Irán-Siria-Líbano) ya no corresponde a las alianzas actuales.
Sin embargo, el gobierno de Ariel Sharon podría beneficiarse con la campaña electoral presidencial norteamericana para lanzar la ofensiva militar regional. Utilizando sus contactos privilegiados con los «halcones» de la administración Bush, precipitaría así al Pentágono a una guerra que algunos esperan aún poder impedir.
[1] Ver: «Un réseau militaire d’intoxication» txto en francés, Red Voltaire, 8 de diciembre de 2003.
[2] Ver «Colin Powell relance la pression diplomatique sur la Syrie» (Colin Powell lanza otra vez la presión diplomática sobre Siria), Regards du Proche-Orient, 16 de septiembre de 2003.
[3] «Les États-Unis se disent "soucieux" du programme d’armement syrien» (Los EEUU se dicen «preocupados» por el programa de armamento sirio), Regards du Proche-Orient, 17 de septiembre de 2003.
[4] Ver: «Pour le Jerusalem Post, l’attaque israélienne vise un camp terroriste financé par l’Iran» (Para el diario Jerusalen Post, el ataque israelí apunta un campo terrorista financiado por Irán), en Regards du Proche Orient, 6 de octubre de 2003.
[5] «Le camp palestinien bombardé par l’aviation israélienne en Syrie était déserté depuis longtemps» (El campo palestino bombardeado por la aviación israelí estaba desierto desde hace tiempo), texto en francés, por Lucien George, diario parisino Le Monde, 10 de octubre de 2003.
[6] «IDF: Syria wasn’t tied to latest Hezbollah attack», por Amos Harel, diario israelí Ha’aretz, 22 de enero de 2004.
[7] «Un quotidien israélien affirme qu’Israël a refusé un cessez-le-feu proposé par la Syrie» (Un cotidiano israelí afirma que Israel ha rechazado un alto el fuego propuesto por la Siria), Regards du Proche-Orient, 4 de diciembre de 2003.
[8] «Ariel Sharon ne veut pas ouvrir avec la Syrie des négociations pouvant aboutir à un retrait du Golan» (Ariel Sharon no quiere iniciar con Siria las negociaciones que culminen con una retirada del Golán), texto en francés, Regards du Proche-Orient, 20 de enero de 2004.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter