Los neoconservadores estadounidenses e israelíes consideran a Vladimir Putin responsable del resurgimiento de Rusia y desde 2001 tratan de detenerlo, juzgarlo ante una jurisdicción internacional y condenarlo. Fiel servidor de esa estrategia, el presidente francés Francois Hollande acaba de sugerir públicamente que su homólogo ruso debe ser considerado responsable de los crímenes de los yihadistas en Siria.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Jefe del Estado Francés que abolió la República Francesa y colaboró con la ocupación nazi, Philippe Petain, juzgó y condenó a muerte en ausencia a quien anteriormente había sido considerado su casi seguro sucesor, Charles De Gaulle, para entonces convertido en jefe de la Francia Libre.
Siguiendo el mismo esquema, el actual presidente de la República Francesa, Francois Hollande, acaba de mencionar la posibilidad de abrir un procedimiento judicial internacional por los crímenes de guerra cometidos en Siria y juzgar no sólo al presidente de la República Árabe Siria, Bachar al-Assad, sino también al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin [1]; palabras de las que se hizo eco –aunque con mucha más prudencia– el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Esas declaraciones llegan en momentos en que Canadá, Estados Unidos, Francia, Holanda y el Reino Unido apoyan a los yihadistas que ocupan barrios del este de Alepo luchando allí contra el Hezbollah, Irán, Rusia y Siria [2].
No es nuevo este deseo de condenar a Vladimir Putin. Ya pudo verse durante la segunda guerra de Chechenia, en relación con en el tema de Ucrania y ahora en el marco de la cuestión siria. Es una idea recurrente de los neoconservadores estadounidenses e israelíes. Durante la campaña electoral rusa de 2012, Estados Unidos llegó incluso a proponer al entonces presidente ruso Medvedev ayudarlo a presentarse como candidato en contra de Vladimir Putin, financiar su campaña electoral y garantizarle pleno acceso a los círculos de los dirigentes del planeta si se comprometía a entregarles a Vladimir Putin. Lo cual, evidentemente, Medvedev no hizo .
El 29 de julio de 2015, los neoconservadores se las arreglaron para hacer llegar hasta el Consejo de Seguridad de la ONU un texto de Victoria Nuland –la esposa del líder republicano Robert Kagan, convertida entonces en portavoz de la hoy candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, en aquella época secretaria de Estado (Victoria Nuland es actualmente asistente del secretario de Estado a cargo de Europa y Eurasia) [3]. Aquel texto proponía la creación de un Tribunal Internacional Especial para juzgar a los autores de la catástrofe del vuelo MH17, derribado sobre Ucrania, incidente que costó la vida a 298 personas. La proposicion mencionaba una Comisión Investigadora Internacional en la que Rusia figuraba oficialmente como miembro pero cuyos demás miembros la habían excluido, lo cual hacía posible endilgar la responsabilidad a Rusia así como juzgar y condenar a Vladimir Putin.
Rusia mostró que era absurdo crear un Tribunal Internacional para ocuparse de algo que era más bien un hecho criminal de crónica roja, al tiempo que mostraba igualmente el carácter tendencioso de aquel procedimiento y recurrió al veto. La prensa occidental minimizó aquella maniobra de Occidente.
Washington considera, con toda razón, a Vladimir Putin como el arquitecto de la reconstrucción de Rusia posterior a la disolución de la URSS y al periodo de saqueo que marcó la era de Boris Yeltsin (cuyo gobierno “ruso” fue conformado en las oficinas de la NED [4]). En Washington se imaginan, erróneamente, que si sacan a Putin del juego será posible rebajar nuevamente a Rusia a lo que fue hace 20 años.
El presidente francés Hollande hizo saber a su homólogo ruso que no lo acompañaría en la inauguración de la nueva catedral ortodoxa de París, prevista para el 19 de octubre, que se limitaría a recibirlo en el Palacio del Elíseo, sede de la presidencia de Francia, y que la conversación con él tendría que abordar obligatoriamente la situación en Siria.
El presidente Putin simplemente decidió posponer sine die su viaje a Francia. Su vocero declaró que el presidente ruso está dispuesto a viajar a París cuando su homólogo francés «se sienta cómodo», reacción que recuerda la manera de actuar de un adulto ante el capricho de un niño malcriado.
El actual desencuentro entre el presidente Hollande y la Federación Rusa tiene que ver simultáneamente con el tema de Ucrania (rechazo ruso del golpe de Estado nazi en Kiev, reincorporación de Crimea a la Federación Rusa y respaldo ruso a la República del Donbas) y con la cuestión de Siria (rechazo del intento yihadista de golpe de Estado y respaldo a la República Árabe Siria). Es poco probable que ese desacuerdo se resuelva antes de que termine el mandato presidencial de Hollande o con su sucesor –si resultara electo Alain Juppé, como parecen indicar actualmente los sondeos. Tanto Hollande como Juppé han vinculado sus destinos personales con Washington, a expensas de las vidas de miles de sirios.
Oficialmente favorable a la proposición de Francia, el ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, llamó a los súbditos de Su Graciosa Majestad a realizar manifestaciones ante la embajada de Rusia en Londres, en una especia de respaldo a la campaña anti-rusa que en realidad prefigura una retirada del Reino Unido de los problemas vinculados al tema de Siria.
[1] «François Hollande à propos de Vladimir Poutine», por François Hollande, Réseau Voltaire, 10 de octubre de 2016.
[2] «¿Quién vive en el este de Alepo? ¿Quiénes luchan allí?», Red Voltaire, 12 de octubre de 2016.
[3] «Débat du Conseil de sécurité sur le vol MH17 (véto russe)», Réseau Voltaire, 29 de julio de 2015.
[4] La NED, siglas en inglés de National Endowment for Democracy, llamada en español Fundación o Fondo Nacional por la Democracia, es una “ONG” estadounidense financiada fundamentalmente con fondos asignados por… el Congreso de Estados Unidos y el Departamento de Estado. Nota de la Red Voltaire.
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