(Por Héctor Corti, de ANC-UTPBA).- “Todos coinciden en que fue una muy buena persona. Que siempre ayudó a los demás. Que fue solidario y gran compañero. Y todo eso es una muy buena herencia”, dice con una emoción contenida Federico Bonino para recordar a su papá. A él todavía le faltaban casi dos meses para cumplir 9 años, cuando le tocó vivir uno de los episodios más dolorosos de su vida. Un 11 de noviembre de 1993, Mario Bonino se despidió de su hijo como un día más. Fue la última vez que lo vio. Cuatro día después su cadáver apareció flotando en el Riachuelo.
Mario Bonino era un periodista que había encontrado en la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA) su espacio de militancia. Desde la secretaría de Prensa de la organización, cada día se contactaba con muchos, muchísimos periodistas para denunciar agresiones e injusticias. “Yo estoy muy orgulloso de mi viejo y de todo lo que hizo. Se que le preocupaban mucho los problemas de los periodistas y quería mucho a la UTPBA por todo lo que significaba”, remarca Federico, desde sus casi 23 años de vida. Y también desde los casi 14 años de impunidad y ausencia de justicia.
– ¿Cómo era tu papá?
– Era muy bueno, muy divertido, muy compinche. También se llevaba muy bien con todos mis amigos. Muchas veces se ponía a jugar a la pelota en la calle con todos nosotros. Era uno más. Y en el barrio lo querían todos.
– Seguramente tenés una colección de anécdotas.
– Sí, muchas. Me acuerdo que en el barrio un pibe que tenía un par de años más que yo, siempre me pegaba, y yo terminaba llorando en mi casa. Un día, cuando volvió para pegarme, mi viejo estaba en la puerta. Yo pensé que el iba a intervenir. Pero no, me dijo que me plantara y me defendiera, porque de otra manera nunca me dejaría tranquilo. Y tuvo razón. No se de donde saqué coraje y lo enfrenté. Y nunca más me molestó. Ese día aprendí que en la vida siempre hay que enfrentar los problemas.
– Una de las enseñanzas que te dejó...
– Sí. Él hablaba mucho conmigo, me guiaba. Y me daba ese tipo de consejos que me ayudaban a crecer.
– Y de un día para el otro no lo tuviste más
– Los primeros tiempos fueron muy difíciles. No es sencillo encontrar explicaciones o respuestas. Sentí su ausencia. No es lo mismo crecer en una familia con padre y madre, que tener a tu mamá solamente. Pero tuve mucha contención. Mi mamá y mis tios siempre estuvieron a mi lado y me acompañaron.
– ¿A medida que pasó el tiempo descubriste cosas de las que no eras conciente?
– Sí, muchas. La imagen de aquella época, de cuando era chico, es la de un padre normal, común, es un poco difícil se explicar. En cambio, a medida que transcurrió el tiempo se incorporaron otras cosas muy significativas. No sólo por lo que pasó sino por todo lo que fui sabiendo de él. Las cosas que me contaron muchos compañeros y amigos. Cuando me hablan de él me da mucho orgullo. Todos coinciden en que fue, fundamentalmente, una muy buena persona. Que siempre ayudó a los demás. Que fue solidario y gran compañero. Y todo eso es una muy buena herencia.
– Otras de sus cualidades fue el fuerte compromiso con las cuestiones sociales y su disposición a cumplir con las tareas al punto de que para él no existía la palabra imposible.
– También me hablaron mucho de eso. Se que era un gran militante. Que era alguien que hacia las cosas con convicción. Que ponía ganas y mucha energía. Y conocer esas cosas me hace sentir una satisfacción muy grande.
– Muchos de quienes lo conocieron dicen que Mario representa el futuro, por todo lo que queda por hacer ¿Estás de acuerdo con esa idea?
– Sí, totalmente. Me gusta que lo recuerden de esa manera por todo lo que el hacía y quería. Que de alguna forma siga estando presente.
– Y vos también sos el futuro...
– Espero poder hacer algunas cosas. En principio trato de ser una buena persona. Quisiera que algún día pudiera hacer al menos una parte de lo que fue él. Es muy lindo y muy fuerte sentir el cariño y el respeto que todos le tienen. Y lograr eso en la vida no es poca cosa.
– Lo logró a fuerza de una militancia con mucha convicción ¿Compartís la elección de vida que hizo?
– Sí. Ahora lo entiendo y lo comparto. Su vida era la militancia.
– ¿Y de chico pensabas distinto?
– Es que cuando uno es más chico, a veces quiere ser el centro del mundo. Pero él siempre estuvo y me dio lo que necesité. Después, a medida que fui creciendo, comprendí mucho mejor todo lo que hizo. Y eso me hace sentir orgullo. A él le preocupaban mucho los problemas de los periodistas y quería mucho a la UTPBA por todo lo que significaba. Y ahora yo siento lo mismo. Para mí la UTPBA es como mi segunda casa.
– ¿Te provoca algo especial ser el hijo de Mario Bonino?
– Cuando era chico, a veces sentía una sensación rara por todo lo que había pasado. Pero ahora ya no. Siento un gran orgullo y quiero hacerle honor al apellido. Pero no por obligación, sino por convicción. Deben ser la parte de los genes que me dejó mi viejo.
Catorce años de impunidad
– Se están por cumplir 14 años de su asesinato que está impune ¿Crees que quedó algo por hacer?
– Lo que quedó por hacer es justicia. Saber y condenar a los responsables de su asesinato. Además de la impunidad, también siento mucha bronca e impotencia. Mi viejo luchaba para que haya justicia, para que ningún atentado ni amenaza quedara impune. Pero lo mataron a él y nunca se pudo saber nada.
– ¿Pensás que algún día se llegará a la verdad?
– Quisiera pensar eso, pero es casi como un deseo. Soy bastante incrédulo. Cada día que pasa creo menos que eso suceda.
– ¿Y por qué es así. Te preguntás que hay detrás de semejante impunidad?
– Me imagino que los intereses de los poderosos deben ser muy fuerte para que nada se aclare. Mi viejo siempre estuvo del lado de la gente, de los que más necesitaban. Y pienso que eso habrá molestado.
– Intereses demasiados fuertes...
– Mi viejo creía en el hombre organizado. Si la mayoría de la gente pensara de esa manera, a lo mejor las cosas serian un poco distintas.
– El asesinato de Mario casi no tuvo cobertura ni repercusión en los grandes diarios ni en la mayoría de los grandes medios audiovisuales ¿Qué pensás?
– Creo que eso también ayudó a que todo quede tapado, a que no haya justicia. No es lo mismo una causa que trasciende, que otra que no tiene repercusión mediática. Aunque la cobertura periodística no garantiza que no haya impunidad, a lo mejor podría haber ayudado a llegar a la verdad. Hoy, salvo la gente del gremio, son muy pocos los que saben lo que pasó con mi viejo.
– Por eso es importante no dejar que su asesinato caiga en el olvido...
– Es verdad. Por suerte siempre están quienes lo recuerdan. Por ejemplo, hay un periodista que todos los años le hace hacer a sus alumnos de TEA una investigación sobre lo que pasó con mi viejo. Eso me pareció una buena idea para que los futuros periodistas también sepan sobre el tema.
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