Donald Trump está tratando de modificar la estrategia de sus aliados, o sea de llevarlos a renunciar a los cambios de régimen como objetivo en el Medio Oriente ampliado y, por el contrario, de convencerlos de que es necesario destruir el instrumento que hasta ahora estuvieron utilizando: el terrorismo islamista. Pero al tratar de alcanzar ese propósito, el nuevo presidente de Estados Unidos está viéndose obligado a hacer cada vez más concesiones, como la venta masiva de armamento a Arabia Saudita, lo cual equivale a consolidar las situaciones de guerra.
Después de haber visitado Arabia Saudita e Israel, el presidente Trump ha llegado de visita a Roma, de donde parte el 25 de mayo de 2017 para participar en la Cumbre de la OTAN, en Bruselas, y regresar nuevamente a Italia para la reunión del G7 que se desarrollará el 26 y el 27 de mayo en Taormina y su visita a la base que Estados Unidos y la OTAN mantienen en Sigonella.
¿Cuáles son los objetivos de esta primera gira internacional de Donald Trump como presidente de Estados Unidos? Tiene fundamentalmente 3 objetivos, según explica su consejero de seguridad nacional, el general McMaster: llevar un «mensaje de unidad» a musulmanes, judíos y cristianos; establecer relaciones con los líderes mundiales y proyectar hacia el exterior el poderío estadounidense.
La visita a Roma es la tercera etapa de lo que se describe como un «peregrinaje religioso por los lugares sagrados de las tres grandes religiones». El «peregrino» Trump inició su gira con la firma en Riad del acuerdo para la venta a Arabia Saudita de armamento estadounidense por un monto de 110 000 millones de dólares, lo cual vendrá a agregarse a todo el armamento que el anterior presidente estadounidense, Barack Obama [premio Nobel de la Paz], ya había proporcionado al reino saudita, por un valor de 115 000 millones. Ese armamento está siendo utilizado, entre otras cosas, en la guerra iniciada por la coalición que dirige… Arabia Saudita, con respaldo de Estados Unidos, que está masacrando a los civiles en Yemen.
En la «Cumbre Árabo-Islámico-Estadounidense» realizada el 21 de mayo en Riad, Trump exhortó a Arabia Saudita y las demás monarquías del Golfo a asumir un compromiso renovado contra el terrorismo: o sea, los mismos Estados que financiaron y armaron a Daesh y a otros grupos terroristas en el marco de las operaciones dirigidas por Estados Unidos y la OTAN, en Libia y Siria y pasando por Irak, tendrían ahora que luchar contra esos grupos.
Pero en esta gran «batalla entre el Bien y el Mal», Trump pone al Hezbollah y al Hamas en la lista de los «bárbaros criminales», metiéndolos así en el mismo saco que Daesh y al-Qaeda. Trump denuncia además a Irán como responsable de la inestabilidad en el Medio Oriente, acusándolo de «financiar, armar y entrenar terroristas y milicias que siembran la destrucción y el caso en la región», y de desestabilizar Siria, donde «Assad, respaldado por Irán, ha cometido crímenes indescriptibles». Sus palabras contra Irán son una verdadera declaración de guerra, que de hecho anula los acuerdos anteriormente concluidos, y resultan altamente apreciadas en Israel, país al que llegó el presidente en visita los días 22 y 23 para fortalecer la cooperación estratégica.
Y mientras que, en las prisiones israelíes, miles de prisioneros políticos palestinos proseguían sus ya más de 40 días de huelga de hambre, Trump se reunía con Mahmud Abbas para «pedir a los líderes palestinos que den pasos constructivos hacia la paz».
Portador de ese «mensaje de unidad», Trump conversó en Roma con el papa Francisco sobre «una serie de cuestiones de interés mutuo». Después del encuentro, también en Roma, con el présidente Sergio Mattarella, para reafirmar el «anclaje histórico» de Italia a Estados Unidos, Trump participará en la Cumbre de la OTAN, en Bruselas.
Allí apoyará el plan del Pentágono para Europa [1], o sea la escalada militar estadounidense en Europa y el reforzamiento de la OTAN ante «una Rusia que resurge, que trata de socavar el orden internacional dirigido por Occidente». Trump tiene que aplicar ese plan, tragándose su anterior afirmación de que la OTAN estaba «obsoleta» y también su promesa electoral de abrir un diálogo con Moscú. No hay que olvidar que sobre la cabeza de Trump cuelga, como la espada de Damocles, la amenaza de ser destituido bajo la acusación de entenderse con el enemigo.
Al terminar la Cumbre de la OTAN, Trump participará en la del G7, conformado por los 6 principales países de la OTAN –Estados Unidos, Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia– más Japón, principal aliado de Estados Unidos y la OTAN en la región Asia-Pacífico, donde el Pentágono está desplegando cada vez más fuerzas, e incluso armamento nuclear, frente «una China agresiva y una Rusia revanchista».
Finalmente, el presidente de Estados Unidos visitará la instalación aeronaval limítrofe de Sigonella, base principal de las guerras declaradas o clandestinas de Estados Unidos y la OTAN en el Medio Oriente y en el norte de África, presentadas todas como «proyección de estabilidad en el Mediterráneo».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «¿Y por qué Trump bombardeó Sheyra?», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 2 de mayo de 2017. «El plan del Pentágono para Europa», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , Red Voltaire, 10 de mayo de 2017.
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