Por Fernando M. López.- El presidente George W. Bush llegará mañana a Brasil para arrancar su gira latinoamericana de seis días. Prometerá más democracia y ayuda contra la pobreza, pero en realidad buscará quebrar el proceso de integración regional.
En su discurso del lunes, el presidente estadounidense George W. Bush comparó los objetivos de su gira latinoamericana con los de la fracasada Alianza para el Progreso de John F. Kennedy, que se lanzó en el marco de la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada en 1961 en la ciudad uruguaya de Punta del Este.
Según Bush, esa Alianza se planificó “para ayudar a los países del hemisferio a cubrir las necesidades básicas de su pueblo, casas seguras, empleos decentes, buenas escuelas y acceso a atención de salud”. Sin embargo, los propios hechos demostraron -así como lo adelantó el comandante Ernesto “Che” Guevara en esa misma reunión de la OEA-, que la iniciativa norteamericana era un engaño para frenar los procesos de liberación nacional que surgían tras la experiencia de la Revolución Cubana. Lejos de mejorar la calidad de vida de los pueblos del hemisferio, la Alianza para el Progreso tuvo un único resultado: aumentar los lazos de dependencia de la región con el imperialismo estadounidense.
“Desde que se puso en vigor la Alianza, América Latina ha avanzado económicamente a uno de los ritmos más bajos de este siglo. Poco, muy poco, ha podido así ganar la población latinoamericana y algunos sectores; incluso, han empeorado visiblemente su situación. Por ejemplo: se estima que en 1960 el desempleo abierto y disfrazado, en forma de servicios marginales, afectaba a dos millones de personas, en tanto que en 1965 afectaba a 3.2 millones de trabajadores americanos, cifra que no ha disminuido en 1966. (…) ¡Desolador recuento después de seis años de ebriedad publicitaria!”, decía el socialista Salvador Allende en 1967, tres años antes de convertirse en presidente de Chile.
Ahora Bush, en una nueva demostración de su habitual mediocridad, trata de reflotar el espíritu propagandístico de la Alianza, mostrándose sensible ante las injusticias sociales en el Cono Sur.
“Casi una de cada cuatro personas en América Latina vive con menos de 2 dólares al día. Muchos niños nunca terminan la primaria, muchas madres nunca consultan a un doctor. En una era de prosperidad y abundancia crecientes, esto es un escándalo… y es un reto. El hecho es que decenas de millones de nuestros hermanos y hermanas del sur han visto pocas mejoras en su vida diaria. Y esto les ha llevado a algunos a cuestionar el valor de la democracia. Los trabajadores pobres de América Latina necesitan un cambio, y Estados Unidos se ha comprometido a lograr ese cambio. Ayudar a los pueblos en las democracias de nuestra región a triunfar es de interés nacional, está dentro de los intereses de Estados Unidos”, aseguró el mandatario.
Bush visitará Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México entre el 8 y el 14 de marzo para ratificar esta “sensibilidad”, anunciar una serie de planes sociales y promover proyectos neoliberales como motor para el desarrollo de la región.
Pero la hipocresía de Washington es evidente si se tiene en cuenta que la pobreza en Estados Unidos ha registrado los índices más altos de los últimos 32 años desde que George W. Bush asumió el control de la Casa Blanca. Según los datos del censo estadounidense de 2005, existen 37 millones de pobres, de los cuales 16 millones viven en la indigencia. Un estudio de esos datos, publicado en el American Journal of Preventive Medicine, afirma que el número de personas en extrema pobreza creció un 26 por ciento entre 2000 y 2005, "más que cualquier otro segmento de la población estadounidense".
Es improbable que Bush pueda aportar soluciones a las injusticias sociales de América Latina, cuando no hace ni un mínimo esfuerzo por los pobres de su propio país. En el proyecto de presupuesto para el período 2007-2008, los sectores de más bajos recursos fueron los mayores excluidos de las políticas de Estado de Washington. El 5 de febrero, la Casa Blanca envió al Congreso un presupuesto de 2,9 billones de dólares, el más alto de la historia, donde se contempla un aumento del gasto militar para seguir la guerra genocida contra el “terrorismo” y una reducción de los programas sociales para pobres y jubilados.
Las referencias de Bush sobre la “democracia” también adquieren una marcada hipocresía cuando su invasión a Irak constituyó un acto unilateral y violatorio del Derecho Internacional; cuando se utiliza la tortura y se violan los derechos humanos en Medio Oriente y en la base naval de Guantánamo; cuando el gobierno de Estados Unidos instigó y apoyó el golpe de Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez y sigue conspirando, interna y regionalmente, para desestabilizar el proceso bolivariano que se encamina hacia el socialismo.
La nueva Alianza para el Progreso que intentará imponer Bush a sus socios comerciales latinoamericano buscará, por cierto, establecer un frente de batalla contra la integración de nuevo tipo que impulsa Chávez desde Venezuela y el Mercado Común del Sur (Mercosur). Ya lo dijo el secretario adjunto de Estado, John Negroponte: "El mayor riesgo para la democracia está en Venezuela y Bolivia". Por supuesto, que el concepto de “democracia” de Negroponte hace referencia a la hegemonía norteamericana sobre el llamado “patio trasero”.
El canciller brasileño, Celso Amorim, trató de trasmitir un poco de tranquilidad al decir que el presidente estadounidense "tendrá que ver claramente que la integración es importante para la democracia del continente" y que "no vamos a venezolanizar el encuentro” entre George W. Bush y Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero el acuerdo bilateral que sellarán Brasil y Estados Unidos para incrementar la producción de etanol, al que también podría sumarse Uruguay, tendrá como objetivo, al menos desde los intereses de Washington, reducir el consumo de petróleo en el continente para golpear la economía venezolana, así como los proyectos energéticos que impulsa Chávez en la región.
El avance de Bush también pone en riesgo la posibilidad histórica de una América del Sur unida e integrada, avance que se manifiesta en los Tratados de Libre Comercio que se promueven desde Estados Unidos tras el fracaso del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Uno de los países que visitará el mandatario norteamericano durante su gira (Colombia) lo firmó hace poco, pero el mayor peligro lo constituye ahora Uruguay, miembro pleno del Mercosur, cuyo gobierno profundizó las relaciones carnales con Washington luego de firmar un Tratado de Protección de Inversiones (TPI) y un Acuerdo Marco Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones (TIFA).
Las diversas manifestaciones y actos que se preparan para repudiar al genocida con disfraz de oveja son las expresiones más patentes de que el pueblo latinoamericano quiere un cambio real, lejos de la continuidad neoliberal y los remiendos que ofrecerá Bush.
La contra-gira que tendrá lugar en Buenos Aires el viernes, con la presencia de Hugo Chávez y, tal vez, de Evo Morales, será también una acto de repudio importante contra la política exterior del presidente norteamericano, pero sobre todo tratará de transmitir un mensaje a los gobiernos que se prestan a recibirlo: la integración latinoamericana ya está en marcha, es posible, no la dejemos en manos de una nueva e hipócrita Alianza para el Progreso.
# Agencia Periodística del Mercosur (Argentina)
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