(Por Héctor Corti).- Yo sí Puedo es un método diseñado por pedagogos cubanos para contribuir a la erradicación del analfabetismo. En la Argentina se puso en marcha en 2003 a través de la Fundación Un Mundo Mejor Es Posible (UMMEP). Su presidenta, Claudia Camba, explica durante una entrevista con www.neuronasatentas.com.ar cómo es el funcionamiento del programa, cuáles son sus alcances y el rol que cumplen los gobiernos nacionales, provinciales y municipales junto con las organizaciones sociales. También aporta una mirada crítica respecto a los logros y analiza los motivos por los cuales el país todavía no pudo declararse como un “territorio libre de analfabetismo”.
Pasada la primera década del siglo XXI el analfabetismo continua entre los problemas que se encuentran en la columna del debe de la deuda social. Los datos recientes del Censo 2010 indican que en la Argentina todavía hay 641.828 personas que no saben leer ni escribir. Si bien la cifra muestra una reducción respecto a las mediciones anteriores y hasta ubica al país entre los mejores de América Latina, no por eso el problema dejó de existir. Por el contrario, la mayoría de los iletrados provienen de sectores excluidos que deben ser atendidos para mejorar su calidad de vida.
Entre los métodos de alfabetización que se pusieron en marcha durante los últimos años en la Argentina está el Yo sí Puedo, creado por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (IPLAC) de Cuba con el objetivo de contribuir con los pueblos del Tercer Mundo afectados por este problema. El éxito de su efectividad quedó demostrado en distintas partes del mundo, y a modo de ejemplo se puede recordar que Venezuela logró declarar a su territorio libre de analfabetismo, en tanto que Bolivia y Ecuador experimentan importantes avances. También recibió hace unos meses el reconocimiento de Irina Bokova, Directora General de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) al calificarlo como “un ejemplo de programa eficaz y también de cooperación Sur-Sur”.
"Nuestra tarea es la de trabajar con la convicción de que estamos aportando un granito de arena hacia una sociedad más justa, en la que no existan excluidos y en la que todos puedan acceder al derecho elemental de la educación", señala Claudia Camba, quien preside Un Mundo Mejor Es Posible (UMMES), Fundación que impulsa la instrumentación del método Yo sí Puedo en la Argentina.
– ¿En qué se diferencia el Yo sí Puedo de los otros métodos de alfabetización?
– El Yo sí puedo no es solo un método de alfabetización. Tiene implícito la convicción política e ideológica de que hay que erradicar el analfabetismo en el mundo. Siempre hay un compañero cubano que asesora al equipo gubernamental que lo aplica. Y le pone la mística, la épica revolucionaria indispensable para desarrollarlo. ¿Por qué alfabetizo? ¿Qué quiero de mi pueblo? Esa es la diferencia. Uno puede ser un gran técnico, un experto en educación del adulto y nunca haber entendido que es lo que le pasa un adulto en una villa. Puede diseñar grandes programas, de avanzada, pero no para los iletrados. Por eso fracasan algunos programas. Los cubanos tuvieron la gran experiencia de su campaña que erradicó el analfabetismo. Pero continuaron, porque después de Cuba se inició el internacionalismo. Colaboran solidariamente con una cantidad de países. Eso es lo que tiene diferente el Yo sí Puedo, la convicción de por qué lo hacemos y hacia donde vamos. Y cuando se tiene claro el objetivo seguramente, más tarde o más temprano, se alcanza.
Más de 21 mil alfabetizados
Durante los últimos ocho años, la aplicación del Yo sí Puedo permitió que 21 mil personas adquirieran los conceptos fundamentales de lectoescritura para graduarse. Por otra parte los municipios de Tilcara (Jujuy), General La Madrid (La Rioja), Fray Mamerto Esquiú (Catamarca), Maimará (Jujuy), Caraguatay (Misiones) y Salsipudes (Córdoba) lograron que sean declarados territorios libres de analfabetismo.
El programa en la actualidad se desarrolla en localidades y barrios de 30 municipios que pertenecen a las provincias de Misiones, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes, Jujuy, Entre Ríos, La Rioja y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En esos lugares hay habilitados 195 centros de alfabetización con mil participantes.
Camba hace una lectura crítica de los avances que tuvieron durante el período. “Nosotros no estamos conformes con los resultados alcanzados hasta acá. Porque empezamos en 2003 junto con Venezuela que hoy es un país libre de analfabetismo. Sí sentimos que estamos conformes con el objetivo político de ir sembrando conciencias, de ir sembrando el programa. Pero a este paso, no vamos a poder erradicar el analfabetismo en este país”.
– ¿Y a qué se debe?
– Los distritos en los que se alcanzó el analfabetismo cero fue porque lo hicimos en conjunto con los gobiernos de esos lugares, pero involucrándonos nosotros de lleno. Prácticamente estábamos todos en el territorio. Y esto no lo podríamos repetir en las diez provincias. No es que en el país no haya voluntad para erradicar el analfabetismo. Pero se tiene que cambiar la forma de hacer política. Hay que preguntarse que se quiere construir con el pueblo y que poder se le quiere dar. El día que tengamos claro eso, entonces no vamos a tener miedo de alfabetizar, de dar salud y los derechos que le corresponden al pueblo. Mientras haya clientelismo en los barrios, todo es muy difícil. Y para que no exista eso, se debe producir un cambio mucho más profundo.
– Entonces la dificultad es política.
– Creo que estamos yendo hacia ese cambio, pero todavía no está lo suficientemente profundo. Me refiero, por ejemplo, a lo que está haciendo Evo Morales en Bolivia, que va por todo. A una cuestión revolucionaria. Está revolucionando a su pueblo. Igual que Chávez en Venezuela o que Correa en Ecuador. Esta es la diferencia. Nosotros estamos sembrando hasta el día que eso esté dado. Entonces lo podremos hacer en conjunto con el Gobierno. Porque solos no podemos. Es imposible abarcar un territorio como el de Argentina. Pudimos ir a cuatro o cinco lugares colocando toda la gente. Y hasta lo financiamos. Pero hablamos de comunidades muy pequeñas, que tienen pocos habitantes y en donde nos concentramos. En una provincia, por ejemplo, es más complicado. Porque aunque nos paguen todo, hace falta mucha gente con esta mística y esta convicción en el territorio. Hace falta una red de compañeros y de líderes en los barrios. Es lo que se tiene que ir formando, pero no solo a través nuestro. Nosotros somos un granito de arena en toda esta construcción. Por eso logramos más objetivos políticos que resultados educativos para los años que estamos, respecto a otros países que ya lo alcanzaron.
– ¿Deben ampliar el marco de acuerdos?
– Aspiramos a hacer convenios con las máximas autoridades. Quisiéramos lograrlo en algún momento con la Nación. Mientras, hablamos con las provincias. Pero por el momento, salvo los que tenemos con Corrientes y La Rioja, los restantes son con municipios. A estos llegamos por personas que conocen el programa, dan referencias de los resultados que se obtienen y entonces nos convocan. Sin embargo, ahora son los ministros de Educación los que nos llaman. Ya no es que vamos a golpear la puerta del Ministerio. El esquema ideal debería ser nación, provincias, municipios y organizaciones sociales. Este es el ejemplo de cómo se hizo en otros lugares. Los gobiernos tienen la decisión política y la forma de ejecutar los programas. Pero desde la nación no se puede saber lo que le pasa a una persona en La Quiaca. Lo más cercano a la respuesta la tiene la intendencia, que a su vez se debe valer del vecino y del líder del barrio. Se tiene que armar toda esa red.
– ¿Cuál es el rol que cumplen las organizaciones sociales?
– Tienen un rol fundamental porque son las que están en contacto directo con la gente. Nosotros creemos que el programa, sin organizaciones, no se puede hacer. La idea es que los gobiernos coloquen el eje político, el logístico y el financiamiento. Pero la ejecución, el trabajo militante, debe ser de las organizaciones. No hay otra forma. Y los gobiernos no deben tenerles miedo. Sin las organizaciones la alfabetización no crece. Porque, ¿quién entra en el barrio? ¿El secretario de Educación? ¿Van a nombrar a un maestro? El camino es otro. Hay que ir a ver al presidente de la Junta Vecinal, a la ONG, al delegado barrial, hasta a los punteros políticos. Si no se ve a toda las estructuras que están y que mueven al barrio, no se llega a alfabetizar a nadie. Estas son indispensables para hacer el contacto con las personas iletradas, invitarlas a sumarse al programa y abrir los centros de alfabetización.
– ¿Cómo se forman a los facilitadores?
– La capacitación es sencilla, no hace falta más de uno o dos días. Pero la capacitación es permanente porque después los compañeros van a visitar el centro y lo siguen acompañando. Se hacen encuentros y se los supervisa para resolver las dificultades que puedan tener. Propiciamos que sean del barrio, vecinos. Porque el programa no necesita de profesionales para llevarlo adelante. Basta con que sepan leer y escribir. Ser buen facilitador no solo tiene que ver con la capacitación, también influye la forma de ser de cada uno. Hay gente que sólo tiene séptimo grado y es un educador popular excelente. Y esto se debe al perfil de la persona. Por otro lado, este es un programa sin exclusiones. Por lo que no deja a fuera a nadie que voluntariamente quiera alfabetizar. Porque sería tan incoherente como dejar afuera a alguien que quiera aprender, aunque tenga dificultades y lo único que logre al finalizar el programa es firmar. Hay personas que tiene discapacidades por lo que no van a aprender nunca a leer y escribir, pero quiere hacerlo todo el tiempo y todos los meses. A lo mejor se logró que firme. Igual recibe el diploma. No importa si no pudo escribir la carta.
– ¿Son rentados los facilitadores?
– Creemos que la alfabetización no puede ser a través del dinero. Que no se debe cobrar por alfabetizar. Que esto tiene que ser una red de voluntarios. Porque no es lo mismo. No puede ser una tarea rentada ya que no debe perpetuarse en el tiempo. La realidad es que la alfabetización debe suceder en el término de dos o tres años, para que la gente entre en la escuela. Y que en la escuela primaria le llegue el maestro del barrio. El riesgo de cobrar un sueldo es que no se termine nunca de alfabetizar porque se termina el trabajo. Y eso es una contradicción. En algunos lugares, los gobiernos deciden otorgar un viático al que nosotros tampoco nos oponemos porque respetamos esa decisión política.
– ¿Cómo se vence la resistencia y los miedos de las personas?
– De cien iletrados, generalmente se captan veinte. Nosotros empezamos con relevamientos que es donde se detectan a las personas. Y los resultados obtenidos siempre son menores que la realidad, porque muchos no lo dicen. Pero aún de los ubicados, sólo el 20 por ciento acepta integrarse al programa. Cuesta mucho romper la resistencia. Por eso planteamos que quien le tiene que llegar es alguien de confianza. Y es indispensable que sea del barrio. Si yo voy sola a una casa a hacer un censo, seguramente la mitad de las respuestas son falsas. Pero si es el vecino, no puede mentirle porque él conoce de su vida. Y además, si le abrió la puerta es porque tienen buena relación y seguramente va a aceptar la ayuda. La clave para que las cosas funcionen es un territorio bien armado con buenos dirigentes y facilitadores. Es necesario un grupo de gente que tenga compromiso social, y que no falte, que tenga responsabilidad.
El método
El Yo sí Puedo es un método de alfabetización audiovisual que consiste en 65 clases de 30 minutos cada una que se realizan durante cinco días a la semana. Los participantes reciben una sencilla cartilla de siete páginas que combinan las letras con los números. El proceso es acompañado por la acción del facilitador. Las clases conformadas por capítulos de una novela contribuyen al conocimiento e incremento de la cultura general de los participantes.
– ¿Los programas se adaptan a las realidades específicas de los países o las regiones?
– El programa está adaptado con texto argentino. Después de utilizarlo durante el primer año con lo que se había hecho para Venezuela, lo grabamos y le cambiamos los modismos. Sería imposible hacer un Yo sí Puedo para cada región específica. Y tampoco dirigirlo. Porque habría que capacitar a un facilitador de manera diferente que a otro. Nosotros lo planteamos de una generalidad, con una alta identidad latinoamericana y también identidad argentina. La cuestión más regional se la pone el facilitador, quien es el que lo humaniza. La clase en televisión dura media hora. Pero los participantes están entre una hora y hora y media. Al principio debaten, cuentan que hicieron y que no, como les fue en la casa, con la familia. Vuelcan las experiencias en esas discusiones. Y después del video discuten temas que vieron y de otras cuestiones que a lo mejor no están. Esto tiene que ver con las necesidades de los integrantes de cada uno de los centros. Al facilitador se le dan herramientas relacionadas con la educación popular. Pero mucho depende de lo que los vecinos quieran. El programa es como una telenovela. Y no hemos tenido problemas de personas de que no se ubicaran o que se sintieran fuera de contexto. Es el facilitador el que va guiando estos intercambios. Y en la medida que se van volcando las experiencias, todos crecen. Todos aprendemos.
– ¿Qué sucede con las personas después que egresan?
– La segunda fase del programa no está implementada en el país porque se necesita que un Ministerio avale los títulos. Además, esa fase es muchísimo más cara. Son como 800 horas de televisión para grabar. Y se necesita una provincia grande o la Nación que lo financie. En la Argentina el costo de la hora de edición es alto. Y hacerlo en Cuba implica seis meses de vivir allá. Ya no lo harían actores sino profesores. Por eso esa segunda fase no la pudimos traer. Lo que sí tenemos es una etapa de transición que se llama Vos Podés que no es obligatorio. Es un taller de lectoescritura, de comprensión de texto, que dura más o menos dos meses. Después hay que tratar de articular con la escuela de adultos que haya en el lugar. Casi todos tienen el programa FinEs y es buena su articulación como continuación del Yo sí Puedo. Eso les aconsejamos a los gobiernos. La gente mucho no quiere ir a la escuela por varias razones, como los horarios y hasta la falta de ropa para ponerse. No quieren salir del barrio. Y el Fines se puede hacer en el barrio. Además, es más fácil porque tiene tutores.
– ¿La exclusión social es el principal factor del analfabetismo?
– La gran mayoría de los casos tiene que ver con la exclusión social. Pero también hay un grupo que es por discapacidad. Que pudieron aprender pero no lo hicieron debido a que las metodologías aplicadas no eran las indicadas o por otras razones. No puedo asegurar bien lo que sucede en la educación especial. Pero se están dando casos que se utilizan el Yo sí Puedo cuando no es para la educación especial. Pero da resultado y aprenden. Por supuesto que, en general, estos casos son llevados adelante por maestros especiales. Y no utilizan exclusivamente el método sino que lo adaptan. Después hay personas de clase media, que son extranjeras y nunca aprendieron a leer y escribir en castellano. Pero estos son excepcionales.
– Fuente: www.neuronasatentas.com.ar.
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