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Globalización económica
La teoría del «libre comercio », enunciada en el siglo XVIII, tenía como objetivo inicial impedir que los holandeses cerraran su imperio colonial al comercio inglés. Esta teoría sirvió de justificación política a la expansión colonial británica, imponiendo a escala internacional una división del trabajo que resultó mucho más eficaz que el propio sistema colonial en cuanto al saqueo de los recursos.
En 1941, los anglosajones se fijaron como objetivo de guerra el paso del modo colonial de explotación al intercambio desigual después de la victoria sobre la Alemania nazi. Es por ello que la Carta del Atlántico promueve la descolonización, el libre intercambio y la libre circulación marítima. Este modelo se hizo regularizó en 1947 con los acuerdos del GATT y se fortaleció en la era Reagan-Thatcher a través de un gran movimiento de privatización y desregulación.
En 1991, le presidente Bush padre dio a conocer su visión de un nuevo orden mundial: la globalización. El objetivo es aprovechar el vacío creado por la desaparición de la URSS para extender la dominación anglosajona, privilegiando la expansión económica antes que la expansión militar. El nuevo modelo tiene como objetivos no sólo la libre circulación de los productos sino también la libre circulación de los servicios y los capitales, todo bajo la regulación de un tribunal arbitral que corroe la soberanía de los Estados. Este nuevo modelo está representado hoy en día por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En el siglo XXI, este proceso se prolonga con la desmaterialización de la economía. Los anglosajones cierran sus industrias de bienes de consumo y conservan únicamente su industria militar. Inventan una economía basada en los «productos financieros» (o sea, en la especulación) y en el cobro de derechos de «propiedad intelectual» (o sea, de derechos por el uso). Extienden al espacio aéreo su control sobre la libre circulación de bienes y servicios, con el pretexto de la «guerra contra el terrorismo», y también al espacio marítimo, con el pretexto de la «lucha contra la piratería». Pero la anacrónica colonización de Irak en 2003 y su exorbitante costo están a punto de provocar el derrumbe financiero del Imperio. El presidente estadounidense Barack Obama y el primer ministro británico Gordon Brown tratan entonces de salvar el sistema vaciando las plazas financieras extranjeras y obligando los capitales a migrar hacia los paraísos fiscales anglosajones.
Por otro lado, en un movimiento concertado, los Estados occidentales ponen todos los medios financieros públicos al servicio de un grupo de bancos privados que así logran no sólo evitar la quiebra sino también comprar las empresas y bancos con problemas, en lo que constituye un gigantesco movimiento de concentración de la riqueza.