La industria cubana, salvo algunas fábricas de producción mecánica y otras de renglones alimentarios, fundamentalmente bajo propiedad norteamericana, descansaba antes de 1959 en la rama azucarera, por tratarse durante décadas del principal rubro económico en la Isla.
Desde entonces hasta acá, la economía entró en un proceso de transformaciones que incluyó la puesta en marcha de nuevas industrias, así como la modernización y ampliación de fábricas ya existentes en ramas decisivas del país.
Ese programa comenzó a llevarse a cabo con la entrada en explotación de la fábrica de níquel de Moa, hoy Pedro Soto Alba, cuya arrancada tuvo en el Comandante Ernesto Che Guevara al principal artífice de una nueva era en el sector industrial cubano.
El proyecto niquelífero, enteramente asentado en zonas de la oriental provincia de Holguín, se ampliaría mediante millonarias inversiones en el mejoramiento tecnológico tanto de esa planta como la de Nicaro, la cual funcionaba desde años atrás y la Ernesto Che Guevara, inaugurada en 1986.
Con estas tres gigantes de la economía, Cuba aumentó a más de 70 mil toneladas la capacidad de extracción anual del mineral, de apenas 15 mil que alcanzaba en 1958.
Esas fábricas abrirían el camino para que Holguín se convirtiera en uno de los principales polos industriales de Cuba, al contar también con la primera y única instalación productora de combinadas cañeras, la cual resultó decisiva en la mecanización total de la cosecha de gramínea en la Isla.
Comenzó entonces a fomentarse el sector industrial que va desde la fábrica de acumuladores de Manzanillo, las de fertilizantes de Nuevitas y Cienfuegos, de estructuras metálicas en Las Tunas y la de chocolate de Baracoa, así como el Combinado Lácteo Río Zaza, de Sancti Spíritus.
A estas le seguiría la industria sideromecánica, casi inexistente en 1959, pues habían unos 40 pequeños talleres limitados a la producción de equipos de manufactura simple, obtenidos mediante procesos artesanales
En ese caso se encontraban, entre otras instalaciones, Antilla de Acero, de Ciudad de La Habana, dedicada a la producción de cabillas como uno de sus fundamentales surtidos. Nace así la Planta Mecánica de Santa Clara, puntal en las producciones de esta rama.
Las inversiones del Estado se centraron también, en los primeros años de la Revolución, en el mejoramiento de las condiciones de vida de las familias con la puesta en marcha de la Industria Productora de Utensilios Doméstica (INPUD), también en Santa Clara.
Tanto en esa ciudad del centro de la Isla, como en Camagüey, emergieron dos de las plantas productoras de componentes mecánicos de mayor repercusión en apoyo a los centrales azucareros y planes agropecuarios, como exponentes del despliegue industrial del país en estas cinco décadas.
El camino emprendido desde entonces en ese sector fue tan abarcador que en pocos años Cuba se incorporó a la fabricación y ensamblaje de los conocidos ómnibus Girón y de bicicletas, a partir de diseños netamente cubanos.
El sector eléctrico, con aisladas e insuficientes plantas generadoras, vendría a cubrir uno de los espacios de mayores impactos en la población al extender la electricidad hasta los sitios más apartados y asegurar, a su vez, el pleno desarrollo socioeconómico de la nación caribeña.
La obra se sustenta en su época en este campo en la ampliación, modernización y construcción de plantas de generación más estables y de mayor capacidad, como las que funcionan en Nuevitas, Santiago de Cuba, Matanzas, Mariel, Cienfuegos y Felton.
Medio siglo después, la industria cubana se erige en baluarte principal de su economía, abriéndose a nuevos caminos como la Revolución energética y la reactivación de la refinería de petróleo de Cienfuegos y la creación de las bases en la rama petroquímica, bajo el programa integrador de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter