Terminó el Congreso de la Lengua que se realizó en Rosario (Argentina). El escritor cubano Lisandro Otero hace una evalución suscinta de este encuentro en el ques e demostró que el idioma español, como madre, puente y herramienta de comunicación, sigue su vida saludable, unitario y robusto.
Acaba de terminar en la ciudad de Rosario, en Argentina, un congreso de academias de la lengua. Se dice así, secamente, y nos imaginamos un cónclave aburrido de señores pedantes inmersos en peroratas interminables y de señoras con sombrero de plumas, aplaudiendo discretamente. Nada más alejado de la realidad. El evento de Rosario ha sido una fiesta, una regocijante feria donde la gente se divertía con las palabras. Nada más.
Primero hay que señalar el conocido, pero no por ello menos sorprendente, amor de los argentinos hacia la literatura, los escritores, la ilustración.
Todas las sesiones estaban abarrotadas de un público atento, ávido, que hacía colas para ingresar al recinto. En el homenaje a Ernesto Sábato las filas abarcaban varias cuadras en torno al teatro, se luchaba ansiosamente por llegar a la puerta de acceso. Cuando el escritor apareció en escena una prolongada ovación saludó su presencia hasta sacarle las lágrimas.
Una edición especial, por el cuarto centenario de la publicación del Quijote, se puso a la venta en esos días y los editores calcularon que mil ejemplares bastarían para las necesidades de Rosario. Se vendieron en dos horas. Los rosarinos acudían con el Quijote en las manos a solicitar a los ilustres académicos que lo firmaran, como si fuera de su autoría. En esos días todos los delegados al congreso se convirtieron en Cervantes por unas horas.
El diccionario de dudas
En la reunión de académicos se presentó el nuevo Diccionario Pan hispánico de Dudas. Un amigo me contaba que al hablar de ello con su hijito este le dijo: mi primera duda, papá: ¿qué cosa es pan hispánico? Pese a su pomposo nombre se trata de un volumen muy práctico que intenta una urgente puesta al día del idioma español, que se va atrasando en algunos términos, sobre todo en lo referente al creciente orbe de la comunicación.
La Academia no es una dictadora, eso es sabido: no obliga, observa; no impone, sugiere. El idioma lo hace el pueblo y la Academia estudia y clasifica. Por eso en el nuevo D.P.D. aparecen siete mil nuevos vocablos. Ya se podrá decir barman, por ejemplo, junto a cantinero o mozo. Se puede decir baipas (del inglés by-pass) para designar la operación de puente coronario tan en boga en los últimos tiempos para los cardíacos. Bikini puede denominarse a la mínima trusa de dos piezas. Y al traje de etiqueta nocturna, esmoquin.
Algunos términos no tienen tanto éxito. Hace tiempo se trató de que la palabra récord fuese sustituida por plusmarca. No ha logrado obtener su legitimidad. El nuevo D.P.D trata de sustituir el tan usado y mal pronunciado best seller por superventas. Veremos qué pasa. Los españoles usan ordenador (del francés) y los americanos usamos computadora (del inglés). Los mexicanos dicen banqueta, los españoles, acera. Los españoles dicen vídeo y los americanos decimos video, acentuando la e. La Academia dictaminó que ambas formas son válidas.
Finalmente se solucionó la vieja disputa sobre el nombre de México, que los americanos escribimos con equis y los españoles con jota. Se usará la forma arcaizante que tanto complace a los mexicanos. Pero no todo es permisividad y aceptación. No se admite que se diga software cuando puede decirse programa, no se tolera que se escriba baby-sitter existiendo el español niñera. El famoso premio sueco que muchos pronuncian Nóbel, con acento en la o, sera sustituido por la correcta palabra aguda Nobel, cargando el énfasis sobre la letra e. Todavía padecemos a los hispanos que en Estados Unidos dicen aplicar por solicitar y aplicación por formulario.
El español es una lengua en expansión, ha conocido un crecimiento acelerado. Al iniciarse el siglo XX lo utilizaban ochenta millones de personas; hoy, pasan de cuatrocientos. Ese crecimiento ha constituido un riesgo: se ha corrido el peligro de la fragmentación, se ha temido un serio desgajamiento, la posibilidad del nacimiento de lenguas vernáculas que fueran separándose, cada vez más, de la lengua madre. El congreso de Academias, en Argentina, demostró que el idioma español, como madre, puente y herramienta de comunicación, sigue su vida saludable, unitario y robusto.
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