El terrorismo internacional, cualesquiera sean sus motivaciones, se ha convertido en una práctica cruel, degradante e inhumana.
No le importa si asesina a niños o adultos inocentes, si hiere o destruye
indiscriminadamente: La matanza y el reguero de sangre continúan en
Palestina, Irak, Afganistán. El terrorismo se globalizó luego del criminal
atentado en New York y Washington, y gracias a la nueva política de
seguridad nacional y guerra preventiva de Bush que, además, en su
concepción fundamentalista, fuera de toda consideración ética y de mínimo
respeto al derecho internacional, decidió por su cuenta, declarar
terroristas no sólo a grupos y organizaciones sino a pueblos y Estados, con
lo que pone en peligro a la humanidad entera.
Naturalmente que el terrorismo internacional debe ser combatido y sancionado
provenga de donde provenga; pero tanto su definición y calificación como las
medidas que se adopten para prevenirlo o eliminarlo, deben surgir de un
consenso universal, a través de la ONU. La lucha contra el terrorismo exige
la más amplia cooperación internacional, no sólo para identificarlo sino
para cortar las fuentes de financiamiento e impedir las actividades públicas
o clandestinas de los representantes del terrorismo, simplemente porque son
actividades reñidas con la moral y los principios elementales del Derecho
Internacional Humanitario.
La humanidad ha llegado a una encrucijada sin precedentes. Por un lado el
terrorismo asuela y amenaza al mundo y, en particular, amenaza a Estados
Unidos y sus intereses y, por otro, la primera potencia mundial, prevalida
de su innegable poder militar, económico y político bombardea sin piedad y
destruye ciudades y pueblos, mata por centenas a hombres, mujeres y niños en
verdaderos actos genocidas, crímenes de guerra y violación de los derechos
humanos por sus tropas. ¿Acaso al terrorismo se combate con mayores acciones
de terror que provocan odios incontenibles?
Es inadmisible el discurso del Presidente Bush que amenaza con invadir
militarmente a cualquier país que considere un peligro para Estados Unidos.
Las consecuencias son impredecibles y funestas; pero si condenable es la
posición guerrerista, también merece repudio el discurso de doble moral que
califica de terroristas a las FARC de Colombia y de guerrilleros a los
terroristas chechenos que asesinaron a mansalva y sin pudor a los niños de
Beslán en el Cáucaso Norte de Rusia. Frente a estas realidades de miedo, es
urgente que la ONU debata y apruebe un Tratado Internacional de lucha contra
el terrorismo.
La internacionalización del terrorismo ha sido debatida en Quito por los
Ministros de Defensa y Jefes de Estados Mayores de las Fuerzas Armadas de
América, bajo el mando estratégico y político de Estados Unidos. Esta
potencia ordena la agenda, decide que discutir y que aprobar y,
naturalmente, subordinados como están los ejércitos a la geopolítica
imperial, sólo cumplen órdenes que sirven a los intereses norteamericanos;
en consecuencia, las fuerzas armadas de América Latina, salvo las de Brasil,
Venezuela y Argentina, están listas para defender las estrategias de
dominación de Estados Unidos, disfrazadas ahora en lucha contra el
“terrorismo global”, creado por los propios Estados Unidos.
No es admisible que se deje al arbitrio del imperio, la lucha contra el
terrorismo internacional porque siempre será una decisión unilateral y de
extremo peligro para la supervivencia de la humanidad. El combate al
terrorismo internacional debe provenir de pactos, tratados y convenios
internacionales, bajo el patrocinio de la ONU y si gobiernos y fuerzas
armadas de nuestra América, deciden luchar contra el terrorismo, deberían
estudiar las causas que lo originan y entre ellas el surgimiento del
terrorismo económico debido a las políticas del FMI, a la corrupción de los
sistemas financieros y las políticas de las transnacionales convertidas en
brazos de dominación imperial que, en conjunto, siembran de miseria a
nuestros pueblos. Este terrorismo económico internacional que nació del
neoliberalismo impuesto por el imperio debe ser combatido con fuerza y
eficacia, por todas y todos que piensan y creen en otro futuro, porque otra
“América si es posible”.
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