Entre las múltiples banderas de lucha legadas por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, a los latinoamericanos y caribeños en el momento de su partida física, están las de la dignidad, la unidad y la integración solidaria de los pueblos de la región. Retos y desafíos que supo aquilatar en su medida durante su vida.
A punto de cumplirse el próximo 5 de marzo el cuarto aniversario de su fallecimiento, los sucesos de la actualidad demuestran cuán vigentes y necesarios resultan su accionar y pensamiento entre los hijos de Nuestra América.
Por solo citar un ejemplo, el pueblo bolivariano y el conjunto de naciones del área se ha visto conminado a rechazar y condenar enérgicamente la decisión ejecutiva del gobierno de Estados Unidos, que establece que Venezuela es una amenaza inusual para la seguridad de su país.
Algo que movería a risa si no reflejara de forma no disimulada la agresividad e injerencismo de la superpotencia mundial contra una nación soberana que desarrolla un modelo inclusivo en pro de su soberanía y la justicia social.
El X Encuentro internacional de la Red En defensa de la Humanidad, formada por intelectuales, artistas y luchadores del mundo, proclamó en 2013 desde Caracas que el 5 de marzo no sería una fecha luctuosa. Por el contrario, fue declarado Día de la Dignidad Latinoamericana y Caribeña en homenaje al prócer venezolano.
Esta decisión, que destaca uno de los rasgos más sobresalientes de la personalidad de Chávez, ha recibido el apoyo de otros foros políticos y sociales regionales, con amplio consenso, pues son innegables los aportes de Chávez en ese campo.
Un hito importante en la trayectoria del líder de la Revolución Bolivariana fue la rebelión cívico-militar que encabezó el 4 de febrero de 1992, cuando era un joven oficial del ejército valiente, honesto e imbuido por el ideario del Libertador de América.
Esa acción fracasó y Chávez fue encarcelado junto con otros compañeros. Pero la presión popular hizo que tuvieran que liberarlos.
Tras su salida de prisión, Chávez pronunció su primer discurso en el poblado de Yare, a unos 40 kilómetros de Caracas y al día siguiente dirigió sus pasos hacia el Panteón Nacional donde descansan los restos de Simón Bolívar y allí oró durante 10 minutos en homenaje al héroe grande de la Patria.
Fuera del monumento se concentró espontáneamente una gran multitud de personas del pueblo, que lo respaldaron. Por aquellos días unos y otros repetían la frase: La esperanza volvió a las calles, en alusión a su gallarda acción por el cambio que tanto necesitaban los venezolanos y sabedores de que él continuaría el combate.
"Estamos aquí porque seguiremos luchando por la dignidad del pueblo venezolano", ratificó entonces el líder a las masas.
La dignidad por la que Hugo Chávez luchó y desplegó sus mayores empeños, fue un eje transversal en su existencia y obra. No sólo era inherente al coraje, a la posición inclaudicable en el combate y a la de perseverar en los esfuerzos por un futuro mejor para los hijos de su tierra.
Se trató siempre de dignidad en el sentido nato de la palabra, aquella que los seres humanos solo adquieren plenamente cuando hay justicia social, inclusión, distribución justa de la riqueza nacional, acceso a la educación, la salud, la cultura, el trabajo digno y otros beneficios sociales. Algo imposible de lograr en una sociedad rentista y elitista, como la encabezada por las oligarquías gobernantes antes de la Revolución Bolivariana.
Igualmente, en sus proyecciones latinoamericana y caribeña, el líder venezolano devino motor impulsor de programas tendentes a lograr la unidad, e incluso más, la integración, con programas solidarios, de aliento presente y futuro, que buscaban el mejoramiento de la vida de las grandes mayorías en todas las naciones.
Se habla otra vez aquí, de dignificación de miles de hombres y
mujeres preteridos, excluidos, sin derechos humanos y marginados por la pobreza extrema y la desigualdad.
En su propio país, durante el mandato presidencial, Chávez, con el desarrollo de programas sociales sacó a millones de sus compatriotas de la pobreza y les dio la luz de la enseñanza y la salud pública gratuitas, así como viviendas dignas, empleos y otros beneficios sociales. Todo, en medio de la más feroz agresión de los opositores.
Cuánto más se habría podido hacer si el sabotaje económico, las agresiones y provocaciones constantes de la contrarrevolución, no interfirieran en la ejecución de los proyectos y la voluntad de la Revolución Bolivariana.
Cierto es que a los pueblos de la región, más temprano que tarde, no se les engaña, aun en los casos en que los movimientos progresistas han retrocedido temporalmente. Por eso, en cada nuevo aniversario de su partida física, más que recordar es un imperativo poner en práctica su legado, tan vivo como en los comienzos de su existencia. Se trata de principios esenciales para el beneficio del género humano. (ACN)
Agencia Cubana de Noticias
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