¿Cómo explicarlo? Obviamente la reducción de aranceles debería conducir al incremento de las ventas al mercado norteamericano, que es él más grande del mundo. Pero, no es el único factor presente.

La principal razón de la caída de las exportaciones residió en el agudo proceso devaluatorio del dólar que hizo menos atractivo exportar desde Chile hacia EE.UU, por la disminución de los retornos.

La mayor disminución de las exportaciones a EE.UU se produjo en las ventas de cobre. En este caso la razón principal no fue la devaluación del dólar sino la reorientación de las ventas del metal rojo hacia China, que ofreció incrementos en los precios, dada su gran necesidad en materias primas. Mientras tanto, exportar hacia EE.UU no tiene estímulos especiales con el TLC, dado que la reducción de aranceles en las materias primas es casi mínima.

Hasta el año 2001 EE.UU. fue el principal mercado para el metal rojo chileno. El año pasado China, Japón y Corea del sur explicaron casi el 40% de los embarques totales de cobre desde Chile al exterior, mientras a EE.UU. se envió solo el 5,3%.

De otra parte, el acceso al mercado norteamericano va a irse complicando en la medida en que EE.UU. alcance nuevos acuerdos de libre comercio, lo cual hace desaparecer o reducir las ventajas alcanzadas por los exportadores chilenos como consecuencia del tratado.

En febrero, por ejemplo, EE.UU. concluyó un TLC con Australia, logrado sólo en 15 días, mientras el alcanzado con Chile se gestionó durante 10 años. Esta rapidez para suscribir nuevos tratados indica que van a ir apareciendo diferentes competidores que lo harán en igualdad de condiciones con los productores nacionales.

Por otra parte, EE.UU. insiste en una política proteccionista, que como lo ha señalado el Director de Relaciones Internacionales de la Cancillería chilena, Osvaldo Rosales, constituye uno de los peligros más grandes que presenta la evolución de la economía mundial. La negación del «libre comercio» se produjo al suscribirse un tratado en que se aceptaron los mecanismos norteamericanos de antidumping y de subsidios a las exportaciones agrícolas. El mantenimiento de estas deformaciones del comercio exterior constituye uno de los asuntos centrales en las reuniones preparatorias del ALCA. Numerosos gobiernos de la región, empezando por Brasil y Argentina, los rechazan resueltamente.

¿Dónde están las inversiones?

A su vez, en México, en el periodo previo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), se produjo un fuerte ingreso de capitales, muchos de ellos de corto plazo, los cuales en definitiva condujeron al «efecto tequila». En Chile, fue a la inversa, la cuenta de capitales de la balanza de pagos del año 2003 fue negativa, salieron U$S 246,6 millones. Por consiguiente, hasta ese momento, tampoco se cumplía la predicción que la próxima vigencia del TLC con EE.UU atraería capitales. Pero el flujo de capitales externos no siguió el curso vaticinado.

El 2003, de acuerdo a cifras del Comité de Inversiones Extranjeras, la inversión extranjera directa, o sea aquella que se dirige al sector productivo, descendió en un 35% con relación al año anterior, alcanzando a U$S 2.464,3 millones, su nivel más bajo en una década. La disminución de los ingresos se vincula a una etapa a nivel mundial de baja inversión extranjera directa. El movimiento producido es fundamentalmente de fondos de corto plazo.

Chile depende fuertemente de la dirección que adopten los movimientos de capitales. Eso hace al país sumamente dependiente. Para recuperar soberanía debe regularse su movimiento. La lógica del TLC con EE.UU y la política oficial son radicalmente distintos: debe dejarse su fluctuación a un "mercado" controlado por grandes intereses económicos y que actúan de acuerdo a sus objetivos inmediatos con el fin de obtener la más alta rentabilidad posible.

La predicción que sí se cumplió fue la disminución del «riesgo país». Un acuerdo con EE.UU es visto por el capital como más seguro, aunque no se puede olvidar que la crisis mexicana se produjo en el primer año de vigencia del Tlcan. La semana pasada, el nivel de riesgo chileno alcanzó sólo a 79 puntos base por sobre la tasa del Tesoro de EE.UU, según el índice que elabora el banco de inversiones JP Morgan. Se trata del nivel de riesgo más bajo de América Latina (México 174, Perú 346, Colombia 381, Brasil 614, Venezuela 635, Ecuador 751, República Dominicana 1.257 y Argentina 4.217).

Ello debería conducir a un incremento en el ingreso de capitales de corto plazo, lo cual es un estímulo para la demanda interna, que a futuro se puede transformar en un factor de desequilibrio. Sin embargo, hasta enero -último dato disponible-, ello no se produjo. La cuenta financiera tuvo un saldo en contra de U$S 646,2 millones y la inversión de cartera (en la cual figuran los recursos de corto plazo) registró un saldo positivo de únicamente U$S 68.5 millones.

Los verdaderos intereses

Un estudio efectuado para el presidente Bush por la Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. constató que lo que se pretende, en materia de inversiones, en un primer momento es consolidar las existentes y hacia adelante buscar profundizar la situación actual.
El informe llegó a una conclusión evidente: la importancia para la Casa Blanca del tratado no reside en el plano económico, cuyo efecto en EE.UU destaca es «muy pequeño» e «insignificante». El interés, por tanto, es político: entrega a los comercializadores norteamericanos un punto de apoyo muy importante en la perspectiva del ALCA y de los tratados que esta negociando con otros países. El «modelo» del acuerdo con Chile es el usado por la Casa Blanca en las nuevas negociaciones, lo cual demuestra que le resulta altamente funcional y favorable.

En el lapso transcurrido del año no se ha avanzado hacia el ALCA, a lo menos en la forma prevista por EE.UU. En las negociaciones efectuadas en Puebla a comienzos de febrero, nuevamente el tema de divergencia central fue el de los subsidios agrícolas. Lo novedoso fue la correlación de fuerzas que se produjo. EE.UU. ya no apareció solo, sino que constituyó un grupo denominado G14, del cual formaron parte los tres países de la región con los cuales tiene acuerdos de libre comercio -Chile, México y Canadá- y la generalidad de los países de América Central, con los cuales negocia un tratado. Por tanto, agrupó a algo menos de la mitad de los países participantes en la cita. La otra posición fue encabezada por el Mercosur, que estuvo por la eliminación de los subsidios.

El G14 fue reacio a aceptar la eliminación o reducción de los subsidios agrícolas. Es muy ilustrativa la posición de Chile que al formar parte del G14 se pronunció por su mantenimiento, a pesar que es un mecanismo lesivo para el país y que lo ha condenado en otras reuniones internacionales.

La alianza con EE.UU. lleva al gobierno chileno a mantener un doble lenguaje, que objetivamente lo aleja frente a temas trascendentes de los países más cercanos geográficamente. El presidente Lagos en muchas oportunidades se ha pronunciado por privilegiar el entendimiento político con los países del Mercosur, pero en los hechos ello no se produce.

El otro punto de desacuerdo en la reunión fue en materia de acceso a los mercados. El Mercosur defendió la tesis de que todos los bienes agrícolas y no agrícolas fueran materia de eliminación arancelaria. Mientras el G14 fue de la opinión que algunos productos deben quedar excluidos de esa eliminación. No cabe duda que la posición del primero es mucho más consecuente cuando el tema de discusión es el «libre comercio».

En Puebla se mantuvo la divergencia sobre la fecha de culminación de las negociaciones. EE.UU. insistió en que el acuerdo se encuentre listo para enero de 2005, lo cual reduciría el período de negociación sólo al 2004. Pero después de Puebla las negociaciones continuaron empantanadas.

En el lapso transcurrido en el año, el aislamiento de Chile en América del Sur, como consecuencia del TLC, crece. En ello incide fuertemente su profundo desacuerdo con Brasil y Argentina sobre los procesos de integración regionales. Los acontecimientos futuros y particularmente los debates con relación al ALCA, seguirán marcados por la opción tomada por el gobierno de Lagos de ubicarse decididamente junto a la Casa Blanca, que es uno de los factores que lo aleja objetivamente de países de la región.

En los primeros meses del año, EE.UU. intensifico sus esfuerzos por establecer acuerdos en la región bilaterales, particularmente después que constato las dificultades para sacar adelante según su esquema y cronograma el ALCA. En marzo, por ejemplo, cerró un acuerdo de libre comercio con la República Dominicana, eliminándose prácticamente todas las barreras comerciales entre ambos países durante diez años. En ese momento, en un plazo de tres meses EE.UU. había cerrado 8 acuerdos del mismo tipo.

En las circunstancias creadas se hace cada vez más improbable que se cumpla con el cronograma acordado en la cumbre de Miami, realizada en diciembre de 1994, en la cual se estableció que las negociaciones hacia el ALCA debían culminar a fines del presente año, para que los congresos nacionales ratificasen el acuerdo durante el 2005.
El gobierno de Bush considera los acuerdos de libre comercio -por tanto, también el TLC suscrito por Chile- como un componente de su política de seguridad nacional. De allí también su urgencia por conseguir nuevos tratados.

El documento del Congreso estadounidense autorizando a Bush a negociar los tratados estableció textualmente que «la expansión del comercio internacional es de vital importancia para la seguridad nacional de EE.UU. El comercio es un factor crítico para el crecimiento económico de EE.UU. y su liderazgo en el mundo. Las relaciones de comercio estables promueven la seguridad y la prosperidad. Hoy día los acuerdos comerciales sirven el mismo objetivo que los pactos de seguridad durante la Guerra Fría, comprometiendo a las naciones por medio de una serie de derechos y obligaciones»(08/03/2004).

¿Han influido este tipo de definiciones en la decisión del gobierno de Lagos de enviar un contingente militar a Haití para apoyar el último termino la intervención estadounidense? Muy posiblemente sea así. Algunos temen como constato El Mercurio que «ese amplio y genérico rayado de cancha establecido en el documento del Congreso norteamericano explique en buena parte la decisión de Lagos» (08/03/2004). Aunque no lo fuese el gobierno chileno se suma decididamente a la estrategia estadounidense en la región.

Los hechos tienden a confirmar las principales conclusiones que sacamos en nuestro último libro, «TLC el amarre del modelo», cuya circulación comenzó en estos días. «Al término de la dictadura -decimos en su texto-, el propósito fue dejar establecidos mecanismos de muy difícil modificación, garantizando el funcionamiento macroeconómico». Estos fueron los famosos «amarres» que limitaban la independencia del nuevo gobierno.

El TLC con EE.UU. significa un «amarre» tanto o más poderoso que el de fines de los años ochenta. El papel del Estado sigue siendo mínimo, la economía queda indefinidamente abierta a los mercados externos, la inversión extranjera está protegida de cualquier cambio en las «reglas del juego», el tipo de cambio se determina en la dirección que actúan los grandes capitales, la flexibilidad laboral se entiende como una necesidad de la competitividad de las empresas, otro tanto puede decirse de las normas medioambientales.

Esta es la realidad que se debe asumir y frente a la cual se debe actuar.