Como se recordará, la luchadora socialista y militante feminista fue una tenaz combatiente contra el dolor humano. En este sentido, Moreau de Justo, trabajaba su idea, especialmente entre las mujeres, de no procrear hijos para que luego terminaran siendo un aporte a los ejércitos de las guerras imperialistas del siglo pasado.

Suele ocurrir en estos casos. Nuestra amiga no imaginó el laberinto que acababa de inaugurar. Se vio en la necesidad de subrayar que, tanto la referencia histórica como su agregado, debían colocarse en la línea de la funcionalidad sistémica de ciertas expresiones de lucha, de nuestra vida misma.

La línea argumental fue alimentada con otras expresiones. “El enemigo está dentro nuestro, es nuestra propia lógica, nos tiende trampas continuamente. Por lo tanto, el alerta, antes que nada, debe ser interno, para no repetirnos, como personas, en esquemas útiles a lo que decimos enfrentar, a lo que decimos no querer”.

Esta amiga aludía a las reglas que rigen la organización social actual. El capitalismo conforma patrones de conductas obligados a la aceptación de realidades construidas desde los medios, a través de las modas, el lenguaje, el humor y la industria del entretenimiento en general. Una de las claves parece estar en la habilidad con la que los instrumentos de producción cultural, especialmente los medios, contribuyen a falsear la historia o, visto desde otra lógica, a la construcción y deconstrucción de realidades de acuerdo, claro está, con la rapidez y la necesidad de los movimientos en la lógica de los escenarios económicos.

En un andarivel común a estas reflexiones se hallaba nuestra amiga: “porque no es que como sociedad tengamos la posibilidad de avanzar sin libreto -agregó-, que se nos conceda, así porque sí, naturalmente, la posibilidad de tomar iniciativas. En todo caso, si en realidad esto sucediera, yo creo que no estaríamos ante lo que hoy llamamos sociedad. Estaríamos ante una seria batalla de intereses. Y no es que ahora no exista la controversia de intereses, pero de la otra manera, estaríamos frente a un estadio superior de enfrentamiento”.

A partir de estas premisas, una podría permitirse bucear hacia el fondo conceptual de mares de conversaciones, debates y contundentes afirmaciones, que no hace mucho tiempo animaron las pautas mediáticas. Los autoconvocados parecían ganar en el entusiasmo de barrer con todo tipo de organizaciones.

Dichas voces “obtuvieron” escena en los medios de comunicación y cotidianamente la “espontaneidad” ganaba adeptos. Una vez más, “lo nuevo” pretendió condenar la historia al reduccionismo propio de un juego de sucesión de diapositivas. Claro que ya no se apeló a barbaridades como el fin de las ideologías o el fin de la historia. Sin embargo, las embestidas no pierden su cualidad.

En definitiva, no es novedosa la necesidad sistémica por quebrar la noción de historia, de construcción colectiva. Se instalan modelos de sujetos individuales y fragmentados. Muchas veces, incapaces de reconocer en su discurso su propio actuar como transformadores de la realidad.

A manera de ejemplo, todos hemos sido testigos, alguna vez, de manifestaciones como la del médico cirujano, director de un equipo de profesionales, quien luego de realizar una extensa y delicadísima intervención, ante las cámaras de TV dice “gracias a Dios, la operación ha sido un éxito”.

“Y pensar que los yanquis, para proteger su inteligencia, esgrimen el copyright, que nació con la abolición de los privilegios de imprenta en el Reino Unido y Francia, allá por el siglo XVIII. Y a nadie se le ocurre catalogarlos de antiguos o fuera de moda”, intervino otra de nuestras amigas. Pero ya, esto, lo dejamos para la próxima oportunidad de pensarnos a nosotras mismas.

# Revista del Observatorio de Medios Nº 1, noviembre/2003 (Argentina)