El derrame comenzó el 20 de abril tras la explosión de la plataforma petrolera operada en concesión por BP. Se calcula que del pozo salen unos cinco mil barriles de petróleo al día, pero científicos después de analizar las imágenes de la fuga estiman que el volumen real podría encontrarse entre los 25 mil y los 80 mil barriles cotidianamente.

La British tenía mala fama antes del accidente. En 2009, la Administración de Seguridad y Salud Laboral (OSHA, siglas en inglés) multó a la compañía por 87 millones de dólares debido a la explosión de una refinería. La seguridad laboral es ley, les advirtieron.

Lo curioso de todo el asunto es la cifra irrisoria a pagar por el desastre. Incluso aunque BP no engañe a las víctimas para que renuncien al derecho a demandar, la Ley de Contaminación por Petróleo, si bien exige a los contaminadores que paguen los costos reales de limpieza, pone un tope de 75 millones de dólares a la responsabilidad financiera adicional del derrame.

Teniendo en cuenta la cantidad de personas que sufrirán el impacto de la mancha mediante la pérdida de la pesca y el turismo, y los daños al medio ambiente, la cifra es mísera. De nuevo el que hace la ley, hace la trampa.

Para los ricos directivos de la tercera empresa más poderosa en los Estados Unidos la dispersión del crudo hasta ahora ha tenido "mínimo impacto" sobre la costa y la vida marina. Consideran que la catástrofe ha sido “muy modesta”.

Por el contrario, la barrera de coral del Golfo de México —una de las más extensas del mundo—, está amenazada por la caída de hasta 30 por ciento en los niveles de oxígeno. Si sumamos además los tóxicos derivados del carburante, los dispersantes químicos que se emplean para combatir la expansión del derrame y la masiva mortalidad animal, los daños son notablemente serios.

Solución: por ahora, aunque parezca loco, donar el cabello. Gente de todo el mundo ha donado su pelo y el de sus mascotas para construir barreras flotantes y esponjas para absorber la marea negra en el Golfo de México. Las inscripciones se extienden hasta Francia, porque aunque muchos aún no se atrevan a pensarlo, la vieja Europa puede tener también su pedacito de pastel.

Y mientras los animales mueren, y los pescadores y habitantes de las zonas afectadas se preguntan qué van a comer, las petroleras se quitan poco a poco sus responsabilidades. Nadie quiere asumir el ciento por ciento de la culpa y 75 millones de dólares son suficientes. Para ellos, al medio ambiente no hay que darle explicaciones.