El enraizado vínculo entre el Estado italiano y el de Israel –fortalecido durante la cumbre Letta-Netanyahu, que se concluyó en Roma el 2 de diciembre de 2013 con la firma de 12 acuerdos– está representado por un olivo centenario, regalo del Estado de Israel, plantado en los Foros Imperiales [de Roma] como «símbolo de paz y fraternidad», según reza en una placa.

El símbolo no podría ser más significativo. En los territorios ocupados, las autoridades y los colonos israelíes han arrancado de raíz y robado o destruido alrededor de 3,5 millones de olivos para acabar con la agricultura palestina, privándola además de su propia agua. Y lo hacen con ayuda de Alemania y de Gran Bretaña, países que bloquean el acceso de Palestina al International Olive Council –la organización internacional de productores de olivo, entre cuyos miembros se encuentra Israel– porque su presencia en ese foro sería «sabotear las negociaciones de paz israelo-palestinas». Mientras tanto el «genocidio de los olivos» no deja de intensificarse. El 28 de octubre de 2013, caza-bombarderos israelíes bombardearon un olivar en la franja de Gaza.

Gaza –advierte la ONU– está convirtiéndose en un lugar «inhabitable» donde el bloqueo israelí, agravado por el cierre de los túneles a través de los cuales llegaban de Egipto muchos productos de primera necesidad, ha reducido a más del 80% de la población (1,7 millones de habitantes) a un estado de simple supervivencia. La falta de combustible –sólo llega un 40% del combustible necesario– provoca en Gaza cortes de electricidad que duran entre 12 y 16 horas diarias y que afectan tanto las casas de los habitantes como fábricas y hospitales. Y esto sucede en un territorio palestino que posee ricos yacimientos de gas natural, sobre todo en la zona marítima cercana a su costa, yacimientos cuya explotación impide Israel.

A lo anterior se agrega otro drama: el inminente traslado forzoso de 30 o 40 000 árabes beduinos que siempre vivieron –durante milenios– en el desierto de Neguev y cuyas viviendas ahora son consideradas ilegales por las autoridades israelíes. El plan Prawer-Begin prevé el desplazamiento de 35 localidades, cuyos habitantes serán trasladados a «townships beduinos». Las áreas que ocupaba esa población no sólo se convertirán en nuevos espacios abiertos a la colonización israelí sino que favorecerán ciertos objetivos militares.

En el desierto de Neguev –donde se fabrican armas nucleares, en la central de Dimona– acaba de realizarse la maniobra aérea internacional más importante en toda la historia de Israel, la Blue Flag, con la participación de Estados Unidos, Italia y Grecia. El guión de la maniobra era un ataque contra un país enemigo dotado de fuertes defensas aéreas, como Irán. El embajador de Estados Unidos en Israel, Dan Shapiro, explicó el objetivo de la maniobra al declarar, a la sombra de un caza-bombardero F-16 y en compañía de los embajadores de Italia y Grecia, que «la maniobra conjunta ofrece la posibilidad de entrenarse en condiciones reales para que, en caso de que operemos juntos, tengamos la capacidad necesaria para ello». Lo cual implica que Italia está preparándose para intervenir en una guerra junto a Israel.

Ese escenario fue confirmado por el propio Netanyahu, quien dijo que Irán, escondiendo su naturaleza tras las sonrisas de los diplomáticos, es el «motor del terrorismo» y que «hay que detenerlo» para impedir «que arrase el Medio Oriente con el arma nuclear». Y Letta definió a Israel como un «socio estratégico», subrayando que «su seguridad no es negociable». En ese marco se sitúan los 12 acuerdos entre Italia e Israel: sobre «seguridad pública» y «protección civil», sobre agua y energía, sobre el ciberespacio, sobre educación, salud y cine. El año 2014 será «el año de la amistad cultural Italia-Israel». Y en la Expo de Milán 2015 habrá un pabellón de 2 400 metros cuadrados y un costo de 11 millones de euros donde se mostrará «el verdadero carácter de Israel».

El gobierno de Letta, siguiendo el camino ya trazado que llevó al acuerdo de cooperación militar con Israel estipulado por ley en 2005, está acelerando como nunca antes el fortalecimiento de los vínculos con Israel. Y también habló de una futura importación de gas natural israelí. Pero se trata de los yacimientos palestinos y libaneses de los que Israel está apropiándose. A pesar de ello Letta jura y perjura que él quiere «el bienestar del pueblo palestino».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio