Bélgica ha tomado el lugar de los Países Bajos en la coalición anti-Daesh encabezada por Estados Unidos. En efecto, 6 aviones de guerra F-16 belgas participarán próximamente en los bombardeos de esa coalición en Siria.

Pero la República Árabe Siria no ha autorizado ninguno de los países miembros de la coalición contra el Estado Islámico (Daesh) a intervenir militarmente en territorio sirio. Damasco lleva actualmente un recuento detallado de las destrucciones que provocan esas fuerzas extranjeras durante sus operaciones en suelo sirio, balance que los diplomáticos sirios están entregando sistemáticamente al Consejo de Seguridad de la ONU con vista a obtener ulteriores reparaciones de parte de los países que participan en esa coalición.

Desde hace varios meses, Bélgica ha acumulado un importante volumen de información –sin equivalente en Occidente– sobre las redes yihadistas. Las autoridades policiales belgas han logrado detener y desmantelar en su territorio numerosas redes y células terroristas y Bélgica se ha convertido en la principal fuente de información sobre el yihadismo disponible para los demás órganos policiales de Occidente.

Pero ya es evidente que existe una contradicción fundamental entre el enfoque de la policía belga sobre el terrorismo yihadista y el enfoque del ministerio de Relaciones Exteriores sobre ese mismo problema. Ante la existencia de esa contradicción, parece muy difícil que el gobierno de Bélgica pueda seguir manteniendo ambas políticas a la vez.