Después de haberse pronunciado por un acercamiento entre Arabia Saudita e Irán, durante la ‎reciente Cumbre entre China y los países árabes, la República Popular China acaba de lograr un ‎compromiso de esos dos países para el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. ‎

El acuerdo, en virtud del cual Riad y Teherán se comprometen a reabrir sus embajadas en un plazo ‎de 2 meses, es fruto de negociaciones iniciadas en Irak y Omán y es el primero lo que ‎pudiéramos llamar el mundo posterior a la dominación occidental. ‎

El acuerdo logrado por China entre Arabia Saudita e Irán se basa en la no injerencia en los ‎asuntos internos de la otra parte, lo cual contradice las llamadas «reglas» occidentales, ‎basadas en políticas de doble rasero. ‎

Después de haber sido aliados, al inicio de la Revolución Islámica iraní, Teherán y Riad ‎se distanciaron, en 2016, a raíz de la ejecución, en Arabia Saudita, del principal líder de la ‎oposición del reino, el jeque chiita Nimr al-Nimr. ‎

Al lograr este acuerdo, Pekín se posiciona repentinamente como un actor de máximo calibre en el ‎Medio Oriente, donde la influencia de las potencias occidentales, como Estados Unidos, Reino ‎Unido y Francia, está en franco retroceso. ‎

El acercamiento entre Irán y Arabia Saudita debería conducir al restablecimiento de la paz ‎en Yemen, facilitar el regreso de Siria a la Liga Árabe‎ y la designación de un nuevo presidente de ‎la República en Líbano, además de favorecer de forma decisiva el proyecto regional de las nuevas ‎‎«rutas de la seda». ‎