En nuestra anterior edición comentábamos el artículo del Daily Telegraph que afirmaba, sin citar fuentes creíbles y multiplicando las incoherencias, que Irán está en vías de apoderarse del control de la organización de Osama Ben Laden. Esta dudosa imputación tuvo cierto eco en Francia gracias al diario Le Figaro y, más precisamente, al periodista estrella de esta publicación, Georges Malbrunot, quien dedicó un largo artículo a validar las teorías del diario conservador británico. Claro, eso no tiene nada de sorprendente para aquellos de nuestros lectores que recuerdan los artículos de Malbrunot sobre el asesinato de Rafic Hariri o sobre el caso Nerac.
El artículo de Le Figaro no proporciona más elementos demostrados que el del Daily Telegraph, al que cita como fuente de inspiración, pero confunde al lector mediante un uso intermitente del condicional. Por ejemplo, el subtitulado de la primera plana afirma de plano: «Al Qaeda: Teherán mueve sus peones» (subrayado por nosotros) mientras que el titular es más precavido: «Teherán pudiera estar moviendo a sus hombres dentro de Al Qaeda». El condicional de precaución reaparece en el título del mapa «Irán estaría promoviendo a sus hombres dentro de Al Qaeda» (ver debajo).
Por el contrario, el reseña del artículo afirma: «Los radicales iraníes quieren promover a Saif al-Adel al puesto de número 3 de Al-Qaeda, según el Daily Telegraph» mientras que, en la primera plana, el diario se muestra más prudente: «Los radicales iraníes querrían promover al egipcio Saif al Adel al puesto de número 3 de la organización terrorista según el Daily Telegraph». Esta ambivalencia en el lenguaje es muy corriente en las operaciones de propaganda. El condicional se utiliza a menudo, en la prensa francesa, para presentar una afirmación falsa como algo plausible sin tener que asumirlo realmente o, por el contrario, para relativizar una información comprobada dejando planear la duda sobre su autenticidad.
Además de esta sutileza retórica, Malbrunot agrega a las imputaciones del Daily Telegraph, que él mismo cita repetidamente, otros elementos igualmente no demostrados y poco plausibles, y también sin citar las fuentes, como la supuesta ayuda de Teherán a la llegada de Abu Musab al-Zarkaui, a quien se atribuye sin embargo la mayoría de los atentados contra los aliados iraquíes de Irán, a Irak o la ayuda de Irán a un hijo de Ben Laden. En cuanto al diferendo histórico que hace poco plausible cualquier alianza entre wahabitas y chiítas, Malbrunot lo descarta de un manotazo atribuyendo el supuesto acercamiento a un pragmatismo antioccidental. Es interesante ver como una organización puede ser presentada indistintamente como fanática o como pragmática cuando se trata de justificar a toda costa la incoherencia de los comportamientos que se le imputan.
Para terminar, se completa la demostración con un mapa (ver arriba) que nada aporta por sí mismo sino que acredita una repartición regional del poder entre dirigentes de Al Qaeda y presenta a Irán como cómplice natural de los «terroristas» iraquíes necesariamente vinculados a «Al Qaeda».
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