Los diarios limeños en nombre de su acaparador sentido del resto del país, ya sentenciaron que el Congreso es culpable por no haber elegido como Defensor del Pueblo al señor Walter Albán cuyo fracaso recurrente ha sido por tercera vez consecutiva. ¿Fue así? ¿quién era el supuesto candidato único? ¿El Congreso o el antecitado personaje? ¿No será que Walter Albán no concita la confianza, respaldo, espaldarazo del Congreso por sus mínimas luces intelectuales, desconocidas habilidades de negociación y, sí en cambio, un reconocido apego al cargo que provisionalmente ocupa en la Defensoría del Pueblo donde acumularía más de 10 años si alguna vez es confirmado?

Si la política admite como una de sus premisas la negociación, ¿a cuento de qué tanto barullo porque la bancada parlamentaria del Apra quería custodiar a su candidato al Tribunal Constitucional como parte de un acuerdo de apoyo a Albán? ¡Rasgarse las vestiduras por lo que es moneda común y hasta palurda de cualquier Congreso, bueno o malo, o lamentable como el actual, constituye una genuina estupidez hipócrita! Do ut des, doy para que me den.

El señor Albán carece de sangre en la cara. Es la segunda o tercera vez que el Parlamento le deniega respaldo e insiste entonces en quedarse como provisional cuando la dignidad de cualquier viandante aconsejaría una inmediata retirada silente como ha sido su gestión modestísima al frente precario de la DP. ¿Qué le suscita tanto amor por la DP? ¿No parece raro que, a pesar que le dicen en todos los idiomas, que NO tiene los 80 votos que necesita, continúe allí enroscado e impávido a una demostración negativa categórica y reiterada?

Pero, es táctica de grupos o minorías políticas, el apoderarse de espacios que aseguren, además de muy buenos sueldos, acceso a los medios. Entonces, las monsergas, por ramplonas que puedan ser en proporción directa a sus autores, tendrán eco garantizado en un país de ciegos en que cualquier tuerto puede ser o fungir de rey. ¿Debe funcionar así la Defensoría del Pueblo?

Luego del segundo o tercer repudio que recibe el señor Albán en su pretensión de convertirse en Defensor del Pueblo aprobado por el Congreso, éste debió irse porque ya es un impedimento, un escollo humano, una piedra en el camino para que la Defensoría funcione normalmente y bajo conceptos modernos cuya prédica es la defensa de los desvalidos contra los abusos del Estado. A Albán se le ha visto ofreciéndose de “mediador”, de contemporizador en algunas oportunidades. Pero más ha brillado porque nunca está donde debe y se inhibe cuando no debe como en Andahuaylas apenas comenzado el 2005.

¿Cuál es el pacto de esos 61 congresistas con Albán para que él permanezca como Defensor del Pueblo? Sólo puede haber uno posible: ¡silencio cómplice ante los continuos desmanes que se producen en el país, precisamente lo que la Defensoría debía denunciar a troche y moche porque son los más pobres los afectados por tropelías y abusos de muchas empresas!

¿No es la garrapata el bicho aquel que se prende o atrinchera hasta las últimas consecuencias de su presa? ¿Es la Defensoría del Pueblo una presa apetecible de una, hoy lo hemos comprobado, angurrientísima garrapata social?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!