Tras la invasión israelí al Líbano y las masacres de Sabra y Chatila, la ONU envió una fuerza mediadora a Beirut que incluía a los Estados Unidos, Francia e Italia. Las facciones musulmanas reprochan a los Estados Unidos armar y apoyar militarmente a las fuerzas cristianas que luchan en la región del Chouf contra los drusos y los chiítas. Por otra parte, Ronald Reagan envió a Beirut, como director de la CIA, a William Buckley, ex responsable del programa clandestino de escuadrones de la muerte «Phénix» en Vietnam. El 18 de abril de 1983, una camioneta cargada con dos toneladas de explosivos estalla ante la embajada de los Estados Unidos, provoca el derrumbe del edificio y mueren 63 personas, entre ellas la totalidad de los miembros de la oficina local de la CIA. Buckley, que escapó al atentado, será secuestrado y asesinado por la Jihad Islámica un año más tarde. Como respuesta, la CIA tratará de asesinar el 8 de marzo de 1985, sin éxito, mediante un atentado con coche bomba, al líder chiíta Ayatolá Mohammed Hussein Fadlallah. La explosión provocará 80 muertos y 175 heridos graves.