Como todos los productores de energía, Rusia ve muy incrementados sus ingresos en divisas. Gracias al aumento de los precios, no necesita dinero. No es para cuadrar sus cuentas de fin de mes que Vladimir Putin exigió súbitamente a los ucranianos que aceptaran el aumento del precio de los suministros de gas ruso de 50 a 230 dólares por cada mil m3. Si busca ajustar la factura ucraniana según los precios mundiales, si sólo ha propuesto un plazo de tres meses para cualquier solución, si ha rechazado la idea de un aumento por etapas y cortado ayer el suministro ante la negativa ucraniana, ha sido por dos razones:
La primera es hacer que Ucrania se someta. Rusia quiere incluir a ese país en su órbita mientras que Kiev eligió en el otoño a un presidente Viktor Yushchenko, que quiere vincular su país a Occidente. A tres meses de las elecciones parlamentarias que se anunciaban difíciles para Viktor Yushchenko, cuyo equipo se había dividido, Vladimir Putin esgrimió entonces el arma económica. Es sencillo, pero Rusia no puede ignorar que esa actitud podría provocar, por el contrario, una reacción nacional de apoyo al presidente como respuesta a ese chantaje.
No obstante, la partida que juega Vladimir Putin no se realiza en tres meses. El objetivo de Rusia es mostrar al mundo que se ha convertido en una potencia ineludible gracias a sus riquezas energéticas. La Unión Europea depende de Moscú para el suministro de la cuarta parte de su gas (cuyas tuberías pasan por Ucrania) y su petróleo es indispensable para la economía mundial en momentos en que reina una situación inestable en el Medio Oriente. Actualmente, Europa y Estados Unidos tienen que sobrellevar a Moscú. Al no poder contar ni con Bruselas ni con Washington, Viktor Yushchenko tendrá que arreglárselas con Moscú. Mucho más que someter a Ucrania, para Rusia la cuestión reside en mostrar su fuerza.

Fuente
France Inter (Francia)

«La puissance énergétique russe», por Bernard Guetta, France Inter, 2 de enero de 2005.