Es un gran placer para mí poder reunirme con las mujeres y hombres, militares y civiles, que participan en el cumplimiento de una misión fundamental para nuestra independencia y seguridad: la disuasión nuclear. Nuestra fuerza nacional de disuasión nuclear fue creada gracias a los esfuerzos de todos y encarna lo que Francia es capaz de producir cuando se ha fijado un objetivo. Deseo rendir homenaje a los investigadores y militares que participaron en esos esfuerzos y siguen haciéndolo.
El mundo bipolar llegó a su fin pero no con ello desaparecieron las amenazas contra la paz. En muchos países se divulgan ideas radicales que reclaman la confrontación entre las civilizaciones, culturas y religiones, y esta ideología conduce a infames atentados. Estos crímenes nos recuerdan que el fanatismo puede llevar a todo tipo de locura y mañana podría adquirir formas aún más graves e involucrar a los Estados. La lucha contra el terrorismo constituye una de nuestras prioridades pero no podemos limitar nuestras problemáticas de defensa y seguridad a este combate necesario. Nuestro mundo evoluciona constantemente y ve surgir con rapidez nuevos polos de poder. No existe una fatalidad que conduzca a la hostilidad entre los polos, pero no estamos protegidos contra esta eventualidad. Nuestro mundo se caracteriza asimismo por la aparición de reafirmaciones de poderío que descansan en la posesión de armas nucleares, biológicas o químicas. Ello llevó al Consejo de Seguridad a reconocer que la proliferación de armas de destrucción masiva y de sus vectores constituía una amenaza real para la paz y la seguridad internacionales. Tampoco debemos ignorar la persistencia de los riesgos más tradicionales de inestabilidad regional.
Ante estas amenazas, Francia siempre ha optado en primer término por la vía de la prevención. Pero sería dar pruebas de ingenuidad si creyéramos que la prevención por sí sola basta para protegernos. A veces, cuando es necesario, hay que saber utilizar la fuerza. Debemos contar por lo tanto con una importante capacidad de intervención fuera de nuestras fronteras con medios convencionales para apoyar y completar esta estrategia. La disuasión nuclear es la prolongación directa de nuestra política de prevención. Nos concede asimismo el poder de ser dueños de nuestros actos. Al mismo tiempo, seguimos apoyando los esfuerzos internacionales a favor del desarme general y completo, y la negociación de un tratado que prohíba la producción de materias fisibles para las armas nucleares.
La integridad de nuestro territorio, la protección de nuestra población y el libre ejercicio de nuestra soberanía serán siempre el corazón de nuestros intereses vitales, pero éstos van más allá. La percepción de estos intereses evoluciona al ritmo del mundo, un mundo caracterizado por la creciente interdependencia de los países europeos y por los efectos de la globalización. Por ejemplo, la garantía de nuestros suministros estratégicos o la defensa de países aliados figuran entre otros tantos intereses que es preciso proteger. El Presidente de la República tiene el deber de valorar las amenazas o los chantajes contra nuestros intereses. Como subrayé poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la disuasión nuclear no tiene como propósito disuadir a terroristas fanáticos. Sin embargo, los dirigentes de aquellos Estados que recurrieran a medios terroristas contra nosotros, al igual que los que consideraran utilizar, de una forma u otra, armas de destrucción masiva, deben comprender que se exponen a una firme y adecuada respuesta de nuestra parte. Esta respuesta puede ser convencional, pero puede ser también de otro tipo.
No hemos dejado de adecuar nuestros medios de disuasión nuclear a medida que el mundo ha evolucionado. Somos capaces de causar daños de todo tipo a una gran potencia que quisiera emprenderla contra intereses que consideráramos vitales. Contra una potencia regional, nuestra respuesta no sería ni la inacción ni la aniquilación. La flexibilidad y capacidad de reacción de nuestras fuerzas estratégicas nos permitirían contraatacar directamente esos centros de poder y su capacidad de actuar. Todas nuestras fuerzas nucleares han sido configuradas en ese espíritu.
Pero nuestro concepto de empleo de las armas nucleares sigue siendo el mismo. En ningún caso utilizaríamos medios nucleares con fines militares en el marco de un conflicto. Se trata de «armas para no utilizar» pero que siguen siendo sin embargo una amenaza para los dirigentes que la emprendieran contra nuestros intereses vitales. Los principios que sirven de base a nuestra doctrina de disuasión no han cambiado, pero sus modalidades de expresión han evolucionado y siguen haciéndolo para permitirnos enfrentar el contexto del siglo XXI. También es importante modernizar sin cesar los vectores de nuestra fuerza de disuasión para que no pierda su eficacia. Asimismo, incluso si ésta no es totalmente eficaz, Francia se ha comprometido en un ejercicio de reflexión común con los restantes miembros de la Alianza Atlántica respecto del desarrollo de un sistema antimisiles que complete nuestra capacidad de disuasión.
En estos momentos destinamos el 10% de nuestro presupuesto de defensa a la disuasión nuclear. Sería un acto irresponsable dedicarle menos ya que nos defiende a nosotros y a todo el continente europeo. En 1995, Francia lanzó la ambiciosa idea de contar con una fuerza de disuasión conjunta con el objetivo de favorecer la reflexión europea sobre el tema. Sigo estando convencido de que en su momento deberemos plantearnos el tema de una defensa común.
En mi condición de jefe de los Ejércitos y en nombre de las francesas y franceses, deseo expresar el reconocimiento y gratitud de la nación a todas aquellas y aquellos que participan en esta esencial misión.
Muchas gracias.

Fuente
France (présidence de la République)

«Alocución del Sr. Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, durante su visita a las fuerzas estratégicas aéreas y navales», por Jacques Chirac, servicios de prensa del Elíseo, 19 de enero de 2006. Texto adaptado a partir de un discurso pronunciado en Landivisiau - Ile Longue / Brest, ante las fuerzas estratégicas aéreas y navales de Francia.