La amenaza del presidente francés en cuanto a utilizar el arma nuclear contra los Estados delincuentes que apoyan el terrorismo, con seguridad ha encantado a los duros de pelar entre París y Texas, pero no resiste el análisis más elemental. Los yihadistas capaces de romper los cristales de la pirámide del Louvre o de hacer explotar la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo para humillar el poderío francés tienen todas las características de haber salido de un arrabal musulmán de París o Marsella. También podrían provenir de los campos de entrenamiento de Al Qaeda en Irak, del norte de Pakistán o de las zonas talibanes de Afganistán. ¿Dónde Chirac lanzaría entonces su bomba? ¿En Irak? Es muy poco probable. ¿En Pakistán o en Afganistán? Más improbable aún. Sólo quedaría entonces Siria o Irán.
Francia tiene intereses establecidos en esos dos países. Podríamos suponer que el Elíseo ordena atacar a Siria con armamento nuclear, pero debido al tamaño del país, eso podría borrar a Siria del mapa. El mundo podría vivir con ese escenario, por muy improbable que sea. ¿Pero Irán? El precio del petróleo subiría rápidamente por encima de los 100 ó 200 dólares el barril, grupos terroristas financiados por Irán serían enviados por toda Europa y América del Norte para desencadenar allí una venganza sin límites.
En su discurso Chirac no menciona lo esencial. La necesidad de justificar ante su opinión pública los 3 500 millones de dólares requeridos para mantener el dispositivo militar nuclear, es decir, el 10% del presupuesto del ejército dedicado a 350 ojivas nucleares. La nueva doctrina debe disuadir a los Estados que practican el terrorismo, pero desde el 11 de septiembre esos Estados han roto los vínculos visibles y exhortan a los grupos terroristas a actuar por su cuenta. Ello provoca el surgimiento de un eje común entre el terrorismo transnacional y el crimen internacional. El tráfico del opio en Afganistán persigue ganancias considerables que se reparten entre los talibanes, los caudillos de Al Qaeda y los servicios secretos pakistaníes.
El golpe de efecto de Chirac le hace el juego a los extremistas en Irán. Es un argumento soñado por los religiosos obtusos que dirigen el pensamiento del nuevo y agitador presidente Mahmud Ahmadineyad –la justificación de que hay que seguir adelante y hacer que culmine el programa nuclear secreto. Al mismo tiempo, Chirac acaba de obstaculizar el mecanismo del OIEA que esperaba ver surgir una política menos intransigente de las negociaciones actuales en Teherán.

Fuente
Washington Times (Estados Unidos)
Propiedad del reverendo Sun Myung Moon (Iglesia de la Unificación).

«Bluff and bravado ? », por Arnaud de Borchgrave, UPI International, 20 de enero de 2006.
«Bluff and bravado?, Washington Times, 20 de enero de 2006.