¿Cuál es la historia de un joven argentino de 25 años qué de pronto va a Cuba en los inicios de la Revolución y un día aparece en los equipos de trabajo económico del Che?

Yo era afiliado del Partido Comunista, estaba en la juventud. Cuando viajé a Cuba, en diciembre de 1959, a meses del triunfo de la revolución, lo hice con una pésima información. El PC argentino no tenía una buena descripción de lo que estaba pasando. Llego y me voy a un hotel en La Habana Vieja y enseguida concurro a una movilización del Movimiento 26 de julio. Vi que llevaban una bandera y le pedían plata al público. Los billetes y monedas que recolectaban los ponían dentro de la bandera como si fuera una alfombra. Resulta que a esa plata la pedían para comprar aviones para luchar contra el imperialismo. Fue entonces que dije: “Pero yo me quedo aquí”, mientras me preguntaba: “¿Si los del 26 de julio son así, como serán los demás?” Y efectivamente era así. A los cuatro días voy a un acto en el que hablaba Raúl Castro y un dirigente del Directorio Revolucionario, quien decía: “Porque nosotros los comunistas”. ¡Y a mí en la Argentina me habían dicho que me cuidara porque el Directorio era también de derecha!

¿Ustedes pensaban otra cosa del 26 de julio y del Directorio?

Yo había conocido en Buenos Aires a José Antonio Echeverría, en 1957, en una reunión en el Centro de Estudiantes de Medicina. Resulta que quienes hacían de anfitriones eran los antiperonistas gorilas. La posición de Echeverría me confundía ya que él era miembro del Directorio Revolucionario1 y se estaba reuniendo con los Comandos Libertadores que acababan de echar a Perón en la Argentina. Tiempo después, nos enteramos que Echeverría había sido asesinado en La Habana luego de participar en el asalto al Palacio Presidencial para tratar de matar a Batista.

¿Cuando viajaste a Cuba tenías pensado entrevistarte con el Che?

Fui a Cuba con una misión del PC, organizar un Congreso de la Juventud latinoamericana en Chile. Eso incluía ver a miembros de la juventud cubana comunista, estudiantes universitarios. Por gestiones de ellos, que me habían dicho “dale, andá a ver al Che para que largue plata para que podamos ir a Chile”, lo fui a entrevistar en su oficina del Banco Central. Habré estado una hora con él, si no recuerdo mal estaba con Almeida, el comandante negro. Primero me preguntó bastantes cosas de la Argentina y luego le pedí plata para que los delegados cubanos pudiesen viajar. Igualmente, yo ya había iniciado gestiones para quedarme en Cuba.

¿Y el Che dio plata para aquel Congreso?

Sí.

¿Y qué hiciste después?

Me dediqué a reunirme con otros comunistas, entre ellos los chilenos, gente que había mandado el PC de Chile a Cuba. Ellos ya estaban allí con un grupo de técnicos, lo que muestra la diferencia con el PC argentino. Los chilenos fueron quienes me dijeron si no me gustaría quedarme en Cuba porque estaban necesitando técnicos de confianza. Así que me recomendaron para trabajar en el Departamento de Industrialización del INRA, que estaba a cargo del Che, aunque formalmente él era presidente del Banco Central, pero su interés real era la industria. El Che ya venía diseñando lo que sería el futuro Ministerio de Industria.

¿Te presentaste ante él?

En realidad empecé a trabajar y concurrí a una reunión. El Che apareció a dirigir esa reunión y de pronto me ve y dice: “¿Vos qué estás haciendo aquí?”. Le expliqué mi historia y me dijo solamente: “Ah, bueno macanudo”. Creo que luego al Che le gustaron un par de intervenciones felices que tuve y entonces pasé a trabajar un tiempo en planificación industrial.

¿Qué problemas intentaban resolver?

Eran principios del 60, estaban manejando las empresas que habían estatizado, eran los bienes batistianos, ilegales. Todavía no se había producido la nacionalización de los medios de producción. Se trataba de manejar lo que en ese momento estaba en manos del Estado. En primer lugar, había que hacer una planificación global y, como al año, después del viaje del Che a los países socialistas, llegó una delegación de planificadores checos. Cuba había elegido a Checoslovaquia como modelo por las dimensiones del país, pequeño como Cuba. Lo que enseñaban era una planificación burocrática, no tenía ningún vuelo. Después de un tiempo, el Che me nombró director del Plan de Inversiones Industriales. Eso fue interesante porque se había conseguido un gran financiamiento de los países socialistas.

¿Y cuándo se produce el pase al Ministerio de Industria?

En verdad lo que hizo el Che en el Banco Central fue desarmarlo. Estaba interesado en la industrialización que, para él, era la fuerza productiva del socialismo. Por eso crea primero el Departamento de Industrialización del INRA, en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria, que era un departamento que él no dirigía en los papeles pero en los hechos sí. Lo hace al mismo tiempo que dirigía el Banco Central, después se crea el Ministerio de Industria.

Las reuniones

¿El Che apostaba a alguna industria en especial?

A toda la industria pesada. Quería hacer acerías, apostaba al petróleo. Por ejemplo, se montó una fábrica de heladeras, que no se hacían en Cuba. Además, fue importante su opinión sobre la industria azucarera. El Che tenía la opinión que había que impulsar al máximo la producción azucarera, sin hacer inversiones. Usar la máxima capacidad instalada para conseguir nuevos recursos para diversificar la industria, pero no tirar el agua de la bañadera con el niño adentro, no tirar la industria azucarera sin antes utilizarla para conseguir las divisas. Es decir, Cuba tenía una cifra en la mente, siete millones de toneladas. Ese fue el récord en la época de Batista, se quería llegar a nueve millones de toneladas. Pero bueno, en vez de hacer eso se diversificó la agricultura, antes de utilizar lo que había. Se tiró abajo la caña también, y en vez de nueve se llegó a tres millones y medio.

En esto tuvo que ver Fidel.

Sí. Yo cuento simplemente el hecho.

¿Además de las charlas económicas, de qué otros temas se hablaba en esas reuniones?

Las reuniones de gabinete eran una vez por semana, todo el día. Yo ya era Director de Inversiones y formaba parte del gabinete. Se hablaba de todo. Empezaban a las ocho de la mañana en punto y era en punto. Los cubanos de entonces eran más informales que lo que éramos los argentinos, pero ahora no. El Che tenía esa precisión del tiempo: a las ocho era a las ocho, a las ocho y tres minutos cerraba la puerta. Empezaba con una arenga del Che, quien, en general había estado de visita en distintos lugares y había visto defectos. Era lo que se llamaba una descarga de lo que estaba mal. Duraba una media hora y servía para que tomásemos nota de lo que había visto. El Che era duro, se enojaba. Pero luego aparecía como un hombre de sonrisas y que aceptaba las bromas.

Lavergne se dispone a contar la anécdota, una de las cien que tiene sobre el Che: “Un día llega y cuenta que había estado en Guanahacabibes, en el Occidente de Cuba, de visita en un lugar en el que se había organizado un lugar de castigo revolucionario para los que cometieron errores políticos y de otro tipo, por ejemplo malgastaron plata. No era gente que había robado, sino malgastado. El Che había llegado allí y ve que a uno se le había ocurrido hacer una cárcel, eran todos presos comunes y con las armas al alcance de la mano. Entonces él contaba que se había enojado y reprochado a los dirigentes diciéndoles que cómo iba a estar él allí, en esas pésimas condiciones de seguridad. Uno de los que estaba en la reunión, Enrique Ostulsky, que era un dirigente del 26 de julio, le grita una cosa sugerente: ’¿Y saliste virgen de ahí?’. Y todos nos largamos a carcajadas. Y el Che echando maldiciones, nos matamos todos de risa. La reacción del Che fue con humor. Le contestó: ’La verdad que yo tendría que haberte matado en aquella oportunidad’. Ostulsky había sido uno de los jefes de Camaguey, cuando el Che. en la lucha por llegar a La Habana en 1958, había pasado por Camaguey y le indicó a Oltusky que asaltara bancos para conseguir plata que necesitaba. Oltusky se había negado porque decía que le sobraba financiamiento y que era un disparate asaltar un banco. Entonces el Che le ordena y Ostulsky no lo hace y se escapa. Se escapa a la Sierra con Fidel. El Che ordenó fusilarlo, y el otro se escapó. Fidel, por supuesto, lo amparó y le dio la razón por no hacer un asalto innecesario.

Economías en disputa

Quien cuenta todo esto tiene 71 años, es ingeniero civil y su intensa vida política empezó, como la de muchos jóvenes, en los hervores del antiperonismo de la clase media argentina: “Mis inquietudes empezaron en el secundario, yo conviví con el primer gobierno de Perón, 1947-1952, en una época en que no había libertades. Naturalmente los estudiantes éramos opositores a Perón, por esa falta de libertad, por la imposición de cosas. Hicimos algunos paros en la calle, caímos uno o dos días en comisarías. Se trataba de un problema generacional. La falta de libertades se reflejaba en los medios, no había diarios opositores. Tenías que comprar periódicos clandestinos: Nuestra palabra que era del Partido Comunista, la Vanguardia del Partido Socialista, o Propósitos, que lo vendía el diariero sin exponerlo, te lo daba para que lo pasaras. Me acuerdo una vez, en el subte, llevaba Propósitos sin ocultarlo y se armó un revuelo”.
En la furia de aquellos días peronistas, era casi inevitable el acercamiento de Lavergne al Partido Comunista argentino: “En la Universidad ya no era radical, era marxista, y ya estaba militando como aliado de los comunistas. Me atraía Frondizi, pero el PC se negaba a darle el apoyo. Cuando el PC cambió de opinión, me afilié a la Juventud Comunista. La política nacionalista de Frondizi me gustaba. Pronto me daría cuenta de que yo estaba más equivocado que el PC, porque Frondizi haría todo lo contrario de lo que decía en la campaña. Me recibí de ingeniero y pasé a militar contra la represión de Frondizi, primero en los incidentes por la defensa del petróleo. Se nos ocurrió ir a pintar ‘Traidor’ en un palco en el que iba a hablar Frondizi al día siguiente. Yo estaba a cargo del operativo y nos llevó la policía. Fue en ese momento que se produjo la Revolución Cubana y como mi familia tenía gente conocida en Cuba y quería tener noticias de ellas me ofrecí directamente. El Partido me mandó aprovechando que se iba a hacer ese Congreso Latinoamericano en Chile y había que prepararlo”.

Viviste de cerca la pequeña polémica que se armó en los 60 alrededor de cuál era el mejor sistema para la economía cubana, si el método presupuestario que pregonaba el Che o el método de cálculo económico de los soviéticos, ¿qué quería el Che en lo económico?

El Che decía que en la economía socialista, en el interior del Estado, no tenía menor sentido que una empresa le vendiese a otro, de manera que no podía haber compras y ventas. Los planes que venían de Checoslovaquia tenían una categoría que eran compras y ventas de las empresas socialistas. El Che hizo cambiar el nombre por el de “Abastecimientos y Entregas”. Al no haber, ese Estado tenía que regirse por un presupuesto. Se buscaba que no hubiese ninguna compra directa. Se asignaban, de arriba hacia abajo se definía lo que cada empresa tenían que entregar y lo que cada empresa tenía que recibir sin ninguna relación mercantil. Eso era el método presupuestario.

¿Y en el consumo de cada persona?

Allí sí, se aceptaba que había una relación de compraventas, la persona compraba, pero como el poder era del Estado, eran compraventas condicionadas por el Estado que definía cuánto iba a consumir cada uno por el desabastecimiento. La mayor parte de ese consumo estaba regulado por una libreta de abastecimiento que decía qué cuota le tocaba a cada uno. Eso era una economía de guerra. También la había hecho Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, es decir que no era nada socialista, pero al defecto de una economía de guerra se lo consideraba una virtud, en cuanto a que se distribuía igualitariamente con la libreta. El presupuesto del Estado era el que definía qué es lo que se entregaba y qué es lo que se recibía.

¿Y eso se definía ahí, en el ministerio del Che?

No, cada ministerio tenía su presupuesto y,nacionalmente, la Junta Central de Planificación era la que definía el presupuesto de la Nación. Pero en definitiva, los ministerios tenían ministros indicativos, más importantes y estos ministros tenían mucho peso frente a la Junta.

¿Esta posición del Che a qué influencias responde?

Era lo contrario de lo que sostenían los economistas checoslovacos llegados a Cuba. Era una crítica a lo que se desarrollaba en la Unión Soviética como “cálculo económico”. Es decir, una nueva administración de la economía en la URSS de Kruschev y en las democracias populares. El Che polemizaba con algunos teóricos que la defendían y que consideraban que la centralización, la burocratización de la economía estaba ocasionando un retraso en el desarrollo. El problema, para ellos, era que la centralización de la economía, con una participación formal pero no real de los organismos de base, generaba una distorsión. Esto nuevo, en definitiva, ya se ejecutaba en Yugoslavia: la autogestión. Lo que ocurre es que, como existía un enfrentamiento con Yugoslavia, una situación de poco afecto socialista, la URSS no lo quería admitir. En Yugoslavia cada empresa actuaba como dueña de su medio de producción, había competencia entre empresas, precios distintos, compraban a sus precios, vendían a sus precios, exportaban compitiendo. Y la URSS no se largaba a eso, pero iba hacia una descentralización utilizando el término de cálculo económico.