La culpa no la tiene el pobre Alberto como no la tiene por la capa de ozono Juanito Lozano (de capa caída por estos días cuando se enteró por la prensa que estaban fumigando La Macarena, el parque, me corregiría, Antanas mientras se rasca la cabeza y se asoma por la ventana (o al revés) del mirador de su céntrico barrio bogotano). El, Juanito, que no tiene nada de cándido y que es experto en olores, estaba ocupado olfateando algo raro en el shutt de su oficina luego del trasteo de su antecesora que por ahorrarle costos al erario no aceptó la cotización de Trasteos Rojas y le pidió una manita a su colega de Minas y “energía ” (por qué otra razón iba a ser!).

En las mismas anda el profesor Carrasquilla que por andar poniendo y quitando puntos (como si fuera un técnico del fútbol Colombiano o dueño de una droguería) al Iva y a las transacciones bancarias no ha podido ordenar su casa, que es su oficina, donde dicen que se la pasa 18 horas al día en un trabajo cuya paciencia y rigor envidiarían las taquígrafas musulmanas y los traductores de palimpsestos.

La verdad es que el pobre Alberto ahora anda como los escritores, en la manía de la corregidera. Suma, dicen quienes lo ven por las noches y en las madrugadas arrugando papeles, vaciando termos y tomando gotitas antiestrés, varios centenares de versiones de la que considera su obra total: la reforma tributaria del nuevo siglo (que ya quisiera para los suyos, así esté en la oposición Juan Gabriel Uribe).

De ese trabajo prolijo del Min-Impuestos, sus compatriotas hemos conocido catorce versiones que el Congreso Nacional, desconocedor de tan descomunal esfuerzo, no ha querido publicar.

Y no se necesita ser relojero suizo para establecer las diferencias entre una y otra, así Carrasquilla, diga desde la diestra de Dios padre, que a pesar de sus ingentes esfuerzos para poner ese punto final (y poder dedicarse al crecimiento económico, a atajar la caída del dólar, a actualizar las cifras del gobierno, a lidiar con la deuda externa y todo esos asuntos “tan demasiado humanos”) que padece del mismo síndrome de los artistas que se repiten en sus publicaciones pretextando que están condenados a escribir sólo variaciones sobre el mismo tema.

Se le entiende. Así son las compulsiones creativas que todos esos millones de legos e insensibles que no pagan renta a la canasta familiar no alcanzan a comprender. Pero que lo mismo ocurra (es decir que no paguen y no entiendan) con los Padres de la Patria no tiene ninguna justificación.

Se entiende también que algunos amigos suyos, condolidos, le estén haciendo lobby a la Mincultura para que así sea en edición de bolsillo le publique el texto final al profesor Carrasquilla, como legado para la posteridad y como luz verde a su ansiedad de llevar a cabo todo lo otro que prometió en aulas y columnas, así sea más prosaico e igual de incomprendido.