Como se sabe, hay aparecidos de muy variopinta naturaleza. Fantasmales como los que han originado procesiones detrás de infantas inasibles en los parques santandereanos. De origen espacial, como los ovnis avistados por los avispados astrónomos en Nariño. De raíz histórica, como la desdentada momia faraónica en un museo egipcio. O de naturaleza política si nos atenemos al cabeza a cabeza que sostienen por estos días gobierno y oposición, en la pista de los cien días que faltan para echar sus suertes regionales.

Aparecido de la vertiente del desdoblamiento es, sin duda, el Alcalde Garzón. Hoy es fácil verlo, al mismo tiempo, de la mano de los Drags en una marcha de protesta gay, haciendo flexiones de pecho en Monserrate mientras pide la sede de la eliminatoria para Bogotá (o al revés), pregonando el desarme mientras clama por el acuerdo humanitario (o al contrario) o expropiándole el polo al Country Club en un gesto que resulta más que simbólico para su partido.

Aparecida de la corriente de la bilocación o capacidad de estar en dos más sitios al mismo tiempo es María Emma, aunque sólo le haya sucedido en sus últimos veinte años de vida pública. Si pierde, no sería raro verla pujando por la alcaldía de Barquisimeto en representación de Alas Equipo Colombia.

Aparecidos de la misma estirpe de Gasparín, a quien todos dicen haber visto pero no saben ni dónde ni cuándo, dicen que son: El Min-des-Hacienda, que anda tomando cuanto curso de finanzas ofrece la nocturna del Sena; el canciller Araújo, como nos lo recuerda cada vez que tiene uso de la palabra, y el desconcertante subintendente Pinchao que no se pierde foro o juicio internacional.

Aparecidos aunque atrapados en lugares encantados son el Min Interior, (que sigue las instrucciones al pie de la letra y no sale de su despacho, aunque muere de ganas por conocer el nuevo túnel del Congreso), Juan Manuel Santos, (que después de la cadena de debates supo que el Min-Defensa es mejor que cualquier ataque), y por supuesto la jefe de la cartera de Cultura, que por pura superstición ya tiene convertido el Ministerio en una especie de pequeño Quibdó. Quienes pasan por el frente no dejan de persignarse por el inquietante olor a pescado.

Aparecidos, los paras (así suene cacofónico y redundante) que saben, como los técnicos de fútbol argentino, que los partidos se ganan en el micrófono, cada vez que quieren ponerle un poco de presión al espectáculo.

La lista de fantasmas y apariciones es interminable y sería grosera por obvia, si se hace extensiva a presentadores y participantes de concursos de canto, de polígrafos, de programas de seudo periodismo de investigación y a quienes pretenden hacer humor político.

Espeluznante. Menos mal, como dirán los enguayabados de estas festividades y los afectados por los huracanes, que octubre está a la vuelta y que ya casi se acaba el año.