Desde esta óptica, el embajador saliente de la Casa Blanca en Caracas, William Brownfield, es todo un perseguido de las fuerzas de seguridad venezolanas y blanco predilecto de la "incontinencia verbal" del mandatario bolivariano, como le gusta decir a más de un alto cargo de la administración que encabeza Alan García en Perú.

Desde esta perspectiva, el principal enemigo del Mercado Común del Sur es también Chávez, y no el proyecto neocolonial de Washington, el ALCA, ahora en su variante bilateral, como ocurre con el propio Perú, o regional, en el caso de Centroamérica.

Bajo esta andanada repetida por los medios de comunicación asociados a la Sociedad Interamericana de Prensa, el jefe de Estado venezolano es un dictador que cierra a su antojo un canal de televisión opositor, RCTV, cuyo principal mérito es desinformar, mentir, difamar y promover la subversión y el golpe de Estado en aquel país.

Lo de Brownfield se entiende. Terminó su mandato sin conseguir los propósitos para los que fue designado por Bush. El proceso bolivariano es hoy más fuerte que hace cuatro años, la economía de Venezuela registra crecimientos sin precedentes, Chávez volvió a ganar las elecciones, por demás abrumadoramente, y para colmo levantó la parada con la declaración del Socialismo del Siglo XXI y el Partido Unido de la Revolución Socialista.

Todo un fiasco para el Departamento de Estado, el cual no encuentra otro frente para atacar a Venezuela, que por si fuera poco diversifica sus relaciones internacionales y establece alianzas con Moscú, Teherán y Beijing.

Otro flanco principal de los ataques antichavistas es el latinoamericano, donde cipayos de igual desnaturaleza se prestan para el concierto, cual voceros de Washington y quintacolumnistas existentes desde que Bolívar, y luego Martí, soñaran la integración que hoy se construye con la Alternativa Bolivariana de las Américas.

Ahí sobresalen el Primer Ministro y el Canciller peruanos, de poco memorables nombres, quienes arremeten contra Chávez y el ALBA para endosar el TLC con Estados Unidos.

Son los mismos representantes de las oligarquías, viejas y de nueva data con las secuelas neoliberales, que se repiten con los obstáculos interpuestos en sectores congresionales de Brasil y Paraguay al ingreso pleno de Venezuela al MERCOSUR.

Se alarman sus señorías, pero en realidad lo que no pueden soportar es que el discurso de Chávez actúa cual dedo acusador de cara a los pueblos rehenes y víctimas de pactos de élites económicas vendidas al mejor postor.

Y son los pueblos en definitiva quienes dirán la última palabra, a despecho de mentiras repetidas y orquestadas. Son ellos los que en las urnas están expandiendo el ALBA, hoy realidad de cuatro países, en un mapa el cual cada vez más tiende a cambiar.

# Agencia AIN (Cuba)