Resultado de unas muy cuestionadas elecciones, que lo invistieron de ilegalidad democrática –su carrera burocrática de legislador, dirigente nacional de su partido y funcionario de la banca pública–, en dos años, Calderón es un presidente mucho muy mediocre e incompetente (zurdo para escribir), pero sin mano izquierda para las habilidades políticas. Para sobresalir, designó a los 18 más cercanos colaboradores con la característica de la ineptitud.

Esto prueba que algunos empresarios no están políticamente maduros para la conducción del Estado, como advirtió Max Weber en uno de sus ensayos políticos.

Para los panistas, el triunfo, bastante pírrico, fue inesperado y originó el umbral hacia la primera alternancia tras la continuidad autoritaria de 61 años en los niveles de gobierno: federal, estatal y municipal, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con excepciones que confirmaron la regla.

Mientras, con el segundo intento de alternancia, los calderonistas han probado que no estaban políticamente maduros para la conducción del Estado, el gobierno y la sociedad. Carecen de cuadros para la administración. No hay cabezas políticas, aunque sí han demostrado estar sobrados de perversidades para la corrupción, el abuso del poder y la impunidad.

Es decir, han reproducido el mal gobierno de sus antecesores, pero recrudecido y con el agravante de que se habían presentado como la antítesis de los priistas y con una voluntad política de honradez, moralidad cristiana, etcétera. Eso sí, dispuestos a derribar los cimientos laicos del Estado y las tolerancias política, educativas, religiosas en abierto ataque a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En el umbral todavía de la segunda alternancia (ya que ha permanecido inédito el cambio, salvo en pequeñeces, las facciones del Partido Acción Nacional (PAN): los foxistas, los de Espino, los de Calderón, los de Germán Martínez, los del gallego Mouriño y el resto que por las mieles del poder deshacen los nudos gordianos de su vieja unidad), los panistas inician la cuenta regresiva hacia su prueba de fuego electoral.
Están a la vuelta de la esquina las elecciones para renovar seis gubernaturas, los congresos legislativos estatales y más de 2 mil ayuntamientos municipales. Y la disputa de la cereza del pastel electoral: diputaciones federales. Y por eso “cierran filas”. Se han reunido en Guanajuato con la divisa de “vamos a guanajuatizar al país”, lanzada por Germán Martínez, el supuesto presidente del PAN (el que parece mandar vive en Los Pinos).

Se reunieron en sínodo nocturno en la capital de Guanajuato. Presidió la junta de los notables del PAN: Margarita Zavala Gómez del Campo, esposa de Calderón. Estuvo Fox y su cónyuge, Mart(h)a, quien al ver a Mouriño se le fue a besos y abrazos; Germán Martínez, José Ángel Córdova Villalobos (el secretario de Salud que se apunta para la sucesión, alentado por los foxistas); Carlos Abascal (con todo y su cáncer terminal), dispuesto a morir en la raya como su ídolo San Sebastián, el crucificado con flechas.

Y, como invitado especial, para tenerlo cerca, Manuel de Jesús Espino Barrientos (quien quiere una diputación federal si no lo consideran para la candidatura a gobernador de Sonora). Santiago Creel, el apestado, pero con renovadas probabilidades de ahora sí llevarse la postulación presidencial que, por las buenas y las malas (“haiga sido como haiga sido”, el refrán de Calderón) le arrebataron los calderonistas.

Estuvieron otros panistas para el relleno. Crearon la Comisión de Elecciones (que presidirá el cómplice de Espino: José Espina); la Comisión de Plataforma Electoral (integrada por una mayoría de enemigos de Calderón: Abascal, Rodríguez Prats, etcétera) y el Comité de Planeación Estratégica (con el control bajo la mafia de Espino: Fox, Héctor Larios, Gerardo Buganza y otros).

Fue un acarreo lo del Consejo Nacional Panista (donde no estuvieron ni Mart(h)a ni Espino) y luego la reunión a puerta cerrada en el Centro-Fox, a la que asistieron los ausentes. Son todas las facciones de la guerra intestina de los azules. El botín del poder los convocó.

Y sobre todo porque la mafia más radical busca quitarle el partido a los calderonistas, para poner de candidato, como dicta la moda de las falsedades: “El que esté mejor posicionado” de entre Creel, Ramírez Acuña, el desgobernador de Jalisco y hasta el mismo Espino, que está que se quema por la gubernatura de Sonora y la Presidencia de la República.

Los calderonistas buscan no ser marginados, por postular a Germán Martínez (quien ya despotrica contra Mouriño), al secretario de Gobernación, al secretario de Salud y a la secretaria de Educación Pública.

La guerra intestina a la que Espino le echó más gasolina con su libelo Señal de alerta (los fundamentalistas para todo reciben “señales”) no parará, ya que se trata de valorar en las elecciones intermedias quiénes, de las facciones y mafias, tienen la mayoría. Espino y Fox con sus huestes versus los grupos de Calderón y su esposa, cabeza de los Zavala; el de Germán Martínez y el de Mouriño.

Si los perredistas (más, después de la fracasada consulta) sobreviven a puñaladas entre ellos, los panistas, con menos sangre, también quieren sobrevivir a sus radicales confrontaciones. Espino ha cedido para aparentar unidad; pero, cancerbero de los ultras, tanteará el terreno y si sus intereses no prosperan, irá de nuevo contra Calderón al que acusa de poner las condiciones para “una regresión política”, que sería el eventual regreso del PRI que se visualiza por su posición “fiel de la balanza” y que ha hecho real la permanencia del calderonismo, como por sus anunciadas próximas victorias electorales.

La guerra intestina (“la guerra de todos contra todos”) que padecen los panistas tiene a un incendiario: Manuel Espino. Y a los malos bomberos: Mouriño, Martínez y Calderón. Mientras, vive el “retorno de los brujos” con Fox y Mart(h)a.

cepedaneri@prodigy.net.mx

Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 01 de Noviembre de 2008