El 15 de abril aviones B-26, engañosamente pintados con insignias de la Fuerza Aérea Cubana, habían bombardeado dos bases militares y un aeropuerto civil.

Fue en el acto del sepelio de las víctimas de aquel cobarde ataque en el cual Fidel dijo al mundo que los cubanos lucharían frente a la inminente invasión, conscientes de que defenderían su legítimo derecho a construir una patria de plena justicia social.

A las 01:30 horas del día 17 de abril comenzó el desembarco mercenario de la denominada Brigada 2506, similar a las unidades de asalto anfibio de Estados Unidos, que reunía a unos mil 500 efectivos fuertemente armados con tanques y artillería de campaña, y treinta aviones.

Las tropas cubanas estaban compuestas por combatientes del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria, pero el grueso fueron milicianos voluntarios, entonces con escasa o ninguna experiencia militar.

A las 17:30 horas del 19 de abril, la invasión estaba totalmente derrotada, aunque a un elevado costo: 176 muertos, 300 heridos y 50 discapacitados.

Como expresara el General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros: “No vino al mundo nuestro Socialismo en pañales de seda, sino en el rudo algodón de los uniformes de las milicias obreras, campesinas y estudiantiles; de los combatientes del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria.

“No hubo agua bendita en su primer bautismo de fuego en medio del combate contra los enemigos de la nación, sino sangre de patriotas, una vez más derramada en esta Isla por sus bravos hijos, en su prolongada lucha por la libertad, en su largo camino por la independencia”.

El tiempo transcurrido no ha oxidado aquellos fusiles enarbolados por el pueblo humilde. Es una larga historia de relevo generacional que mantiene vivas sus tradiciones patrióticas y sustenta la certeza total de que cualquier intento agresor contra la patria será victoriosamente rechazado.

Agencia Cubana de Noticias