Belisario Suárez en Tacna, 1903.

La batalla de Tarapacá (27/XI/1879) fue una de las mayores victorias peruanas en la Guerra con Chile. El ejército peruano, sin artillería ni caballería y en momentos que se alistaba a partir de Tarapacá con dirección a Arica, cruzando el desierto, fue atacado por un destacamento del ejército chileno.

Las fuerzas peruanas estaban al mando del general de división Juan Buendía Noriega, quien señaló que las fuerzas peruanas en Tarapacá tuvieron 857 bajas, [1] entre muertos, dispersos y heridos que se quedaron en el pueblo por su incapacidad de ir a Arica. Las bajas chilenas, entre muertos, prisioneros y heridos que se quedaron en el campo de batalla, fueron estimados por los peruanos en mil hombres. [2]

Hace dos años tuve la oportunidad de visitar Tarapacá y el campo de batalla. Para prepararme hice lo que usualmente se hace: leer los partes oficiales y otros testimonios de los personajes presentes en la batalla para contrastarlos. Si bien uno sabe que algunas cosas en los partes pueden ser exageradas, confía que lo escribió quien lo firma.

Hace unos meses pude adquirir el folleto “Batalla de Tarapacá” escrito por uno de los sobrevivientes de la batalla, Pedro Palacios. Ahí me llevé una sorpresa porque los principales partes peruanos de la batalla, el del coronel Belisario Suárez y el del general Juan Buendía, no fueron escritos por ellos. El folleto en su introducción dice:

“Los partes del general en jefe, y del coronel, jefe de estado mayor general, fueron redactados respectivamente, por el doctor José María Seguín y don Benito Neto, que yo los puse en limpio, ambos asistieron al combate”. [3]

Sobre José María Seguín no tengo mayor información pero sí sobre Benito Neto, un reconocido periodista en esa época. Neto era uruguayo y escribía en el periódico La Patria, de tendencia pierolista y de propiedad de Pedro Alejandrino del Solar. Neto fue uno de los corresponsales de guerra de La Patria durante la campaña naval, inclusive fue el último periodista que conversó con Grau (7/VIII/1879) antes del combate de Angamos. Durante la ocupación de Lima, editó o dirigió en Ayacucho los periódicos La Causa Nacional y La Patria. Murió en 1884 después de una golpiza por diferencias políticas. A sus funerales acudieron Nicolás de Piérola y el general Buendía. [4]

He leído varias crónicas escritas por Benito Neto, inclusive él mismo escribió un relato de la Batalla de Tarapacá, pues estuvo presente como señala Palacios, y efectivamente, se nota que el parte de Belisario Suárez es escrito por Neto porque tiene su mismo estilo. Esto me hace pensar que varios de los jefes peruanos y chilenos no escribieron sus partes oficiales, sino se lo encargaban a otras personas, aunque ellos lo autorizaban con su firma. De todas maneras son valiosísimas fuentes para la investigación de la guerra.

A continuación, transcribo los partes oficiales de Suárez y Buendía tal como yo encontré en el diario El Peruano, con diferencias en algunas palabras a los que aparecen en la Recopilación de Documentos del chileno Pascual Ahumada.

PARTE OFICIAL DEL CORONEL BELISARIO SUÁREZ [5]

Estado Mayor General del Ejército del Sur
Tarapacá, Noviembre 27 de 1879

Séame permitido antes de describir la batalla que con tanta honra nuestra ha cambiado la situación, hacer notar á US. que la sola ascensión hasta el nivel de los baluartes contrarios, es por sí misma un triunfo, porque la ciudad que nos servía de cuartel general, está por todas partes dominada y sólo a fuerza de un espíritu superior á nuestra fatiga y á merced del aturdimiento del enemigo, que nos supone desconcertados y nos encontró poseídos del más ferviente entusiasmo, ha podido realizarse esa subida á la luz del día y al través de dificultades que daban toda la ventaja á los enemigos, que contaban por suyo el campamento.

Antes de combatir hemos tenido que ponernos en condiciones de hacerlo, entregándonos indefensos á tiro de los contrarios, y eso se hizo con la serenidad de los valientes.

Llegados á la altura, la segunda división emprendió uno de esos ataques que todo lo arrollan y que tienen en su impetuosidad y arrojo la mejor garantía del éxito.

«Zepita» tomó cuatro de los cañones enemigos con sus municiones, mientras digno émulo de su decisión y de su gloria, llevaba en trofeo el regimiento «2 de Mayo», los dos que se encontraban a su frente. Estaba cumplida en los primeros momentos del combate, una de las más notables proezas de la infantería, y que entonces fue cuando brilló el valor y cuando se revelaron en todo su mérito la perseverancia y talentos militares del comandante general de la segunda división señor coronel don Andrés Avelino Cáceres, que tuvo el acierto tan raro en el arte de saber utilizar la victoria sin dejarse arrastrar ciegamente por ella. Preocupado sólo del triunfo de nuestras armas, el coronel Cáceres moderó el ardor de sus soldados, organizó el mismo entusiasmo, y no pedía sino fuerzas que recordaran su plan, admirablemente combinado y que redujo á la impotencia á los contrarios.

En esta jornada admirable sucumbió heroicamente el señor coronel, primer jefe del regimiento «2 de Mayo», don Manuel Suárez, y se diezmó la oficialidad de los dos cuerpos que llevaron á cabo ese esfuerzo, que aseguró la victoria á simples columnas de infantes, contra un verdadero ejército cuidadosamente dispuesto y pertrechado con todos los recursos de las tres armas.

Este cuadro de la acción es el más sublime de ella, ese triunfo que hizo fáciles los posteriores, que casi obligó al heroísmo al resto de nuestras tropas, merece tenerse en cuenta, porque llevados por mí concurrieron al lugar donde se decidía así la suerte de dos naciones, el batallón «Iquique» número 1, cuyo valiente jefe el señor coronel Ugarte fue herido á bala en la cabeza y continuó no obstante alentando su tropa con el ejemplo confirmado con su sangre, y la columna Naval que debía poner pocos momentos más tarde el sello del heroísmo sobre la sangre de su primer jefe el comandante Meléndez, y el sacrificio de gran parte de su distinguida oficialidad.

La tercera división del ejército, si no se hizo como la anterior centro de las operaciones, porque no se lo permitió su puesto en la línea, escribió su nombre en la historia de esta jornada, de tal suerte que están en su poder un estandarte enemigo, el del «2° de línea,» tomado por el guardia de Arequipa, Mariano Santos. Muchos de los prisioneros probaron el denuedo de la lucha y la generosidad después de la victoria. El señor comandante general coronel don Francisco Bolognesi, estuvo á la altura de esos soldados que caracterizan a aquellos cuya presencia en la fila enemiga hacía rendir banderas, y el batallón «Guardias de Arequipa» por sus certeras punterías, por su órden y serenidad, hizo suyo gran parte del honor de este triunfo, en que columnas de infantes naturalmente señaladas como víctimas de su propio valor, evidenciando una vez más la superioridad del valor y de la disciplina sobre todos los elementos que pueden oponerle los adelantos de la guerra moderna.

La quinta división, compuesta de los cuerpos de la guardia nacional del departamento y de la columna «Loa» compuesta de ciudadanos bolivianos, había llegado la víspera al campamento después de una penosísima jornada, y su valiente comandante general, el señor coronel don José M. Ríos, que abandonó a Iquique sólo por obediencia, sonrió al peligro y se precipitó sobre él con un júbilo, del que participaron sus tropas y que no cedió sino con sus fuerzas materiales después de la quinta herida, pero dejando su espíritu en todos sus subordinados. Es admirable el modo como «Iquique» privado de su jefe y muchos de sus oficiales, como «Loa» que parece haber encarnado la lealtad y el valor tradicional de Bolivia, como la fatal herida en su jefe y sus oficiales superiores, dispersaron la caballería enemiga, trocando en fuga su insultante confianza y arrancando de las manos los sables prontos á caer sobre nuestras columnas sin protección.

Los cuadros que esos cuerpos forman, recuerdan la época de la lucha antigua; y el enemigo privado de su artillería por «Zepita» y «2 de Mayo,» lo fué de su caballería por los nacionales de Iquique y los representantes del honor boliviano.

La artillería sin cañones, peleó con sus armas menores hasta hacer excepcional en sus filas y en su oficialidad la fortuna de salir ileso, y se dió tiempo para ofender al enemigo con sus propios cañones dirijidos por el sargento mayor graduado Carrera.

La división de exploración acudió a todos los lugares del peligro, desalojó a los enemigos parapetados en lugares casi inaccesibles y confirmó la brillante reputación de su comandante general interino, el señor coronel Bedoya.

Cuando en toda la línea se rechazaba a la fuerza chilena, á pesar de sus posiciones y de su tenacidad en nueve horas de combate, se presentaron en el alto por el camino de Pachica, donde se encontraban de estación, las divisiones «Vanguardia» y «1ª del ejército.» Su sola presencia completó la dispersión de los contrarios, no sin que antes tuviera la segunda ocasión de tomar á vivo fuego y en la lucha indescriptible, otra de las posiciones alevosas de la fuerza chilena, y de distinguirse la primera por la atisbada y ejemplar serenidad con que su comandante general el señor coronel Dávila, la condujo armas á discreción, sufriendo impasible el fuego del enemigo hasta dominarlo, con sólo su resuelta y táctica actitud.

El coronel don Juan González, primer jefe del regimiento «Guías,» que desde días anteriores se encontraba gravemente enfermo, se presentó en Tarapacá la víspera del combate y haciendo en él honor a su justa reputación, cayó en la fila enemiga tan gravemente herido que es casi imposible conservar su existencia.

El teniente coronel don Isaac Recabarren, el defensor de Pisagua, que había vuelto á ocupar su puesto de Jefe de estado mayor de la segunda división, después de multiplicarse en todas partes, de llevar personalmente los cuerpos de esa división a los puestos preferentes de la lucha, fue herido en la mano sin que nada pudiera obligarle a dejar el campo de batalla, en el cual, al lado de US., al mío y en todos los que le señalaban el honor y el riesgo, fue hasta el fin modelo de soldados y patriotas.

Interminable sería este oficio, si mencionara uno a uno los nombres de todos los que se han distinguido en esta batalla, que ofreció á nuestro deseo la errada presunción de los invasores; las listas de muertos y heridos tienen mayor elocuencia que cuanto pudiera darle el parte más minucioso; ellas revelan que el puesto del peligro fué el único disputado por los jefes. Orgullo y dolor inspira ese cuadro de heroísmo, que US. y el Perú apreciarán debidamente.

El enemigo ocupaba al principiar la acción, un campamento de casi una legua entre el Alto de la cuesta de Arica y el de Visagras, y al concluir había retrocedido hasta el cerro de Minta; dos leguas más allá de sus atrincheramientos.

Los chilenos han combatido siempre á favor de sus parapetos, construidos expresamente, ó improvisados entre las casas y tras de los matorrales que presta el bosque.

Cuatro cañones Krupp, cuatro obuses, un estandarte y varias banderas, 56 prisioneros, fuera del sinnúmero que hemos abandonado á los auxilios de las ambulancias, entre ellos una de las cantineras, dan testimonio de esta victoria, superior á las esperanzas que racionalmente podía ofrecer una sola arma puesta á prueba por las tres perfectamente organizadas.

Nuestras tropas han hecho en este día uso de la munición y de las armas tomadas al enemigo sobre su propio campo, y ha habido momento en que trabada la lucha cuerpo á cuerpo, señaló la victoria personal de nuestros soldados.

Remito á US. las relaciones de nuestros heridos y prisioneros; le felicito por la ejemplar conducta de que ha sido testigo y admirador el ejército, y le ruego ponga este oficio y sus anexos en conocimiento de S. E. el señor General Director supremo de la guerra, para satisfacción del país y honra de sus armas.

Dios guarde á US.
B.S.G.
Belisario Suárez.

PARTE OFICIAL DE BUENDÍA [6]
Al señor Secretario General de S.E. el señor General Supremo Director de la Guerra

Tengo el honor de incluir á U.S., para conocimiento de S.E. el señor General Supremo Director de la Guerra, el parte que me ha sido dirijido por el señor coronel Jefe de E.M.G., acompañándome los que le han elevado los señores comandantes generales de división, con motivo del combate que ha tenido lugar el día de ayer en las alturas de Tarapacá.

Los partes mencionados informarán a S.E. de todos los detalles y condiciones del combate, sostenido de nuestra parte sólo con infantería, contra un enemigo superior en número y elementos, puesto que nos combatían con fuerzas de las tres armas.

En diez horas de rudo y encarnizado combate, todos aquellos poderosos elementos fueron destrozados por la intrepidez y denuedo de nuestros soldados: la infantería y la caballería huyó en dispersión; la artillería quedó en nuestro poder, como también un estandarte, algunas banderas y numerosos prisioneros entre los que se encuentran jefes, oficiales, tropa y vivanderas.

Fué la primera en ocupar las alturas, así que se apercibió el enemigo, la segunda división, al mando del intrépido coronel comandante general don Andrés A. Cáceres; fué recibido con un fuego nutrido de artillería; pero el arrojo de nuestros jefes y oficiales llevó á nuestros soldados hasta el pie de los enemigos, que fueron tomados por una carga vigorosa á la bayoneta; como consecuencia de tan ardoroso heroísmo deploramos en esta división entre otras pérdidas la del señor coronel don Manuel Suárez, primer jefe del batallón 2 de Mayo, y teniente coronel don Juan B. Zubiaga, segundo jefe del batallón Zepita.

La división exploradora mandada por el señor coronel Bedoya, Jefe de E.M. y C. General accidental de ella, tuvo también una parte eficacísima en el éxito alcanzado; el batallón Provisional Lima núm. 3, al mando del teniente coronel don Ramón Zavala, y una fracción del batallón 1º de Ayacucho, dirijido por el teniente coronel Somocurcio, acompañaron noblemente á la segunda división en sus denodados esfuerzos.

Sentimos en esta división le pérdida del sargento mayor Escobar, perteneciente al 1º de Ayacucho, que pereció en el combate, resultando también herido el teniente coronel Pflucker, segundo jefe del Provisional de Lima núm. 3.

La tercera división al mando del señor coronel comandante general don Francisco Bolognesi, tiene también gran parte en la victoria; su jefe que hasta el momento del combate se encontraba enfermo y postrado en cama, olvidó sus padecimientos y marchó a la cabeza de su división, acompañado del Jefe de E.M., teniente coronel don Bruno Abril; el comportamiento de esta división fué notable y el batallón Arequipa llegó hasta las filas de los enemigos para arrancar como trofeo el estandarte del batallón 2º de línea.

La 5ª división, compuesta de la guardia nacional, había llegado la víspera del combate de Iquique a Tarapacá, mandada por el señor comandante general don Miguel de los Ríos y su Jefe de E.M. coronel don Baltasar Velarde; la componen el batallón Iquique N°1 , mandado por el coronel Ugarte, la columna de Navales por el teniente coronel Meléndez, la columna Loa por el coronel González Flor, la columna Tarapacá por el coronel Aduvire y la gendarmería de Iquique, mandada por sus respectivos jefes. Esta división, sin reparar las fatigas de su penosa marcha, subió a batirse con el mismo arrojo y decisión que el ejército de línea, como lo demuestran las numerosas bajas de jefes, oficiales y tropa.

Resultó herido su comandante general el señor coronel Ríos que se mantuvo, sin embargo en su puesto hasta recibir la quinta herida; el señor coronel Ugarte, con una herida en la cabeza, se negó a retirarse del campo y continuó alentando a sus soldados; el teniente coronel Meléndez que recibió en el costado derecho una herida de suma gravedad, y el sargento mayor Perla de la columna Tarapacá que pereció en el combate.

Las divisiones Vanguardia y 1ª se encontraban á distancia de 4 leguas en el punto denominado Pachica; pero al comienzo del combate les mandé orden de marchar al teatro de la acción y llegaron muy oportunamente; la 1ª, al mando accidental del coronel don Alejandro Herrera y la Vanguardia dirigida por su comandante general el señor coronel Dávila; aquella compuesta del batallón 5º de línea, al mando de su jefe coronel Fajardo y el batallón número 7 al mando de su 2° jefe coronel Bustamante, tomó la izquierda de la línea de batalla para destruir al enemigo que se encontraba en la quebrada; la Vanguardia, compuesta del batallón N° 6, mandada por el teniente coronel Chamorro y el N° 8 por el teniente coronel Morales Bermudez, tomó la derecha cayendo sobre el enemigo con tanta precisión y con movimientos tan acertados, que consumó la victoria.

La artillería a órdenes de su comandante general coronel don Emilio Castañón desprovista de su arma se batió heroicamente como infantería, hasta el momento en que las propias piezas enemigas le sirvieron para hacer disparos sobre la caballería.

La decisión de los artilleros puede medirse por el número de bajas que acreditan los partes, de los que resultan que siendo diez y seis los jefes y oficiales, resultaron nueve heridos.

El batallón 5 de línea, mandado por el coronel Fajardo, en su movimiento sobre la izquierda, tomó la quebrada destruyendo cuatro atrincheramientos, llegando hasta Huaraciña y trayendo 20 prisioneros y 18 heridos enemigos.

Difícil me sería describir los rasgos de abnegación y heroísmo á cuyo favor se ha obtenido la victoria más completa y gloriosa sobre el enemigo; pero debo sí recordar el valor, celo y previsión del señor coronel Jefe de E.M.G., don Belisario Suárez, como asimismo la conducta de los señores jefes y oficiales del E.M., y muy especialmente la del teniente coronel don Manuel M. Seguin, que alternativamente acompañaba al señor coronel Suárez y al que suscribe.

El teniente coronel Recabarren, Jefe de E.M.G. de la segunda división, fué herido en mi presencia, resistiéndose a abandonar el campo y multiplicando sus esfuerzos para continuar en él los eminentes servicios que ha prestado durante la campaña.

El coronel don Juan González, que había quedado en Pozo Almonte a causa de la misma enfermedad que le impidió dirigir su regimiento el día 19, llegó convaleciente a Tarapacá la víspera del combate; iniciado éste, hizo el esfuerzo de montar a caballo y se dirigió sobre el enemigo, donde recibió una herida doblemente grave por el estado desfalleciente de su salud.

Durante la acción, comisioné a mi ayudante, sargento mayor don Emilio Coronado, para trasladarse a Pachica y hacer regresar las divisiones Vanguardia y 1ª que habían marchado a dicho punto el día anterior; posteriormente el señor coronel Jefe de E.M.G., ignorando esta disposición, envió a mi otro ayudante capitán don Lorenzo Marín con el mismo objeto llenando ambos cumplidamente su comisión.

En el momento de la batalla encontrando sin jefe la mitad de un batallón de guardia nacional coloqué a su frente a mi ayudante teniente coronel don Roque Saenz Peña quien lo condujo a la pelea con la más valerosa decisión.

Me quedaron, pues, como ayudantes los tenientes, don Lorenzo Velásquez y don Luis Dancour, quienes impartieron cumplidamente las órdenes que les transmití, acompañándome también el valiente escritor don Benito Neto, quien me prestó muy útiles servicios.

Tales son los movimientos y las maniobras militares ejecutadas por el ejército de mi mando sobre el terreno que se describe en el parte del E.M.G., como también los rasgos culminantes de muchos jefes, oficiales y tropa que he querido hacer constar, siquiera sea concisamente, porque sería inacabable el detalle de todos los rasgos de heroísmo.

Al principio del combate eramos escasamente 3.000 hombres de infantería, batiéndonos con una fuerza de 5.000, dotada de las tres armas y provista de todos los elementos de guerra; porque no solamente eramos inferiores en el número y nos faltaba caballería y artillería, sino que nuestros mismos infantes se encontraron sin municiones en un momento dado, teniendo que recoger los rifles y las cápsulas de los muertos, heridos y dispersos enemigos.

En estas condiciones hemos alcanzado la victoria poniendo al enemigo en vergonzosa fuga; pudiendo asegurarse que si hubiéramos contado con fuerzas de caballería no hubiera escapado ese ejército disperso y fatigado por un día entero de pelea.

Sírvase US. hacer presente a S.E. los sentimientos de satisfacción y regocijo con que este ejército ha saludado la victoria. Nuestras armas vencedoras han comenzado la reparación que nos debe Chile por sus injustas agresiones; el triunfo acompaña a la justicia y el honor militar a nuestro ejército.

Dios guarde a V.S.

Juan Buendía

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Tarapacá en la actualidad
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[1Milla Batres, Carlos (editor). 1967. Guerra con Chile, La Campaña del Sur: Memoria del General Juan Buendía y otros documentos inéditos, pp. 38-39.

[2Ahumada Moreno, Pascual. Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia, conteniendo documentos de importancia, p. 185. Telegramas peruanos

[3Palacios, Pedro. 1917. Batalla de Tarapacá: Partes oficiales, relación nominal de los calificados, prisioneros, etc., p. 1.

[4Gargurevich, Juan. 2012. “Los periodistas de la Guerra con Chile (IV)

[5El Peruano, martes 9 de diciembre de 1879. “Actualidad”

[6El Peruano, jueves 18 de diciembre de 1879. “Actualidad”