Donbass-Levante: dos guerras para un solo objetivo. Encargado de cortar la «nueva ruta de la seda», que debe pasar por Siberia y llegar hasta la Unión Europea pasando por Ucrania, el presidente Petro Porochenko se presentó el 21 de septiembre ante el Consejo de Seguridad de la ONU y recitó nuevamente la propaganda anglosajona sobre la guerra contra Siria e Irak, conflicto que apunta a cortar el trayecto histórico de la «Ruta de la seda».

El alto al fuego proclamado en Siria sólo se mantuvo durante la semana de la fiesta musulmana del Aid. Fue el enésimo cese de hostilidades proclamado desde que Estados Unidos y Rusia firmaron el acuerdo para el restablecimiento de la paz. Duró lo mismo que esa paz y que los anteriores paréntesis en los combates.

Comencemos recordando los hechos: el 12 de diciembre de 2003, el presidente estadounidense George W. Bush firmaba una declaración de guerra contra Siria, la Syrian Accountability Act. Luego de une serie de intentos de iniciar las hostilidades (Cumbre de la Liga Árabe de 2004, asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri en 2005, agresión israelí contra el Líbano en 2006, creación del Frente de Salvación en 2007, etc.), las Fuerzas Especiales de Estados Unidos pasaban a la ofensiva a principios de 2011 provocando –en función de un plan preconcebido–una serie de acontecimientos que debían hacer creer que existía en Siria una «revolución interna». Después estrellarse contra 2 vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad, Estados Unidos aceptaba una paz en Ginebra, paz firmada –sin la presencia de las partes sirias– el 30 de junio de 2012..

Primera observación:
Los que afirman que al actual conflicto no es una agresión externa sino una «guerra civil» no pueden explicar cuáles fueron los resultados de la declaración de guerra contra Siria firmada en 2003 por el presidente Bush Jr., ni por qué la paz de 2012 se firmó entre las dos grandes potencias y sin que estuviera presente ni un solo sirio.

Desde que se firmó la paz –hace 4 años–, la guerra se ha reiniciado siempre, a pesar de los múltiples intentos de alcanzar arreglos negociados, cara a cara, entre el secretario de Estado John Kerry y el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov.

A lo largo de estos 4 años, he descrito detalladamente los sucesivos conflictos dentro del aparato estatal de Estados Unidos (las maniobras de Jeffrey Feltman y de los generales David Petraeus y John Allen contra el presidente Barack Obama, así como los problemas en el CentCom). Actualmente, según la prensa estadounidense, los grupos armados de la CIA y los del Pentágono luchan entre sí en Siria; mientras que el secretario de Defensa Ashton Carter declara públicamente no creer que sus subordinados acepten aplicar el acuerdo… ¡firmado por el secretario de Estado John Kerry!, quien se declara a su vez escéptico sobre su propia capacidad para lograr que Estados Unidos respete el acuerdo que él acababa de firmar en nombre de… ¡Estados Unidos!

Segunda observación:
No sólo el presidente Barack Obama es incapaz de imponer su voluntad a las diferentes ramas de su administración sino que, además, ni siquiera logra actuar al menos como árbitro entre ellas. O sea, cada rama de la administración estadounidense sigue su propia política, actuando simultáneamente contra enemigos externos y contra… las otras ramas del Estado federal.

Estados Unidos ha cambiado repetidamente sus objetivos de guerra, lo cual dificulta la interpretación de su política.
 En 2001, Washington trataba de controlar todos los recursos petrolíferos y gasíferos disponibles a nivel mundial, convencido entonces de que el mundo iba hacia un periodo de escasez en ese sector. Basándose en ese análisis, Washington reunió aliados contra Siria. Pero a finales de los años 2010, abandonó la teoría del «pico petrolero» y se dirigía –al contrario– hacia la independencia energética.
 En 2011, Washington organizó en Siria los disturbios de Deraa, creyendo provocar así un levantamiento popular capaz de derrocar el gobierno laico sirio para poner en el poder a la Hermandad Musulmana. Ese era el esquema de la «primavera árabe». Pero en 2013, después del derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto, sacando conclusiones del fracaso de ese experimento, Washington abandona la idea de confiar el poder a la Hermandad Musulmana en los países árabes.
 En 2014, como la guerra prosigue en Siria, Washington decide utilizarla para obstaculizar el proyecto del presidente chino Xi Jinping destinado a restaurar la «Ruta de la Seda». En función de ese nuevo objetivo, Washington se ve obligado a convertir el «Emirato Islámico de Irak» en Daesh.
 En 2015, después de la intervención militar rusa, y sin renunciar al objetivo anti-chino que ya se había fijado anteriormente, Washington se agrega un segundo objetivo: impedir que Moscú cuestione la hegemonía estadounidense y la organización unipolar de las relaciones internacionales.

Tercera observación:
Los cambios de objetivos son evidentemente rechazados por las potencias afectadas por esos cambios, como Qatar en cuanto a las cuestiones energéticas y la Hermandad Musulmana en lo tocante al derrocamiento del régimen. Pero esos actores cuentan con el respaldo de poderosos grupos de influencia en Estados Unidos: Qatar cuenta con el apoyo de Exxon-Mobil –la transnacional más importante del mundo– y del clan Rockfeller; la CIA y el Pentágono respaldan a la Hermandad Musulmana.

En el campo de batalla, los medios que Rusia ha desplegado demuestran de forma inequívoca la superioridad de las nuevas armas rusas sobre el armamento de la OTAN.

Cuarta observación:
Para los jefes de estado mayor y los comandantes de los diferentes mandos estadounidenses de combate (CentCom, EuCom, PaCom, etc.), el fin de la dominación en materia de guerra convencional no debe permitir que otra potencia cuestione el estatus de Estados Unidos como primera potencia militar mundial. Ese enfoque los lleva a no estar de acuerdo con la CIA sobre el uso de la Hermandad Musulmana, pero siguen siendo aliados de esta última en cuanto a impedir el proyecto de China, lo cual los lleva a respaldar al Emirato Islámico (Daesh).

El acuerdo ruso-estadounidense de principios de septiembre especificaba claramente que varios grupos armados –cuyos líderes han sido considerados presentables por las partes del acuerdo– tenían que separarse de los demás yihadistas. Ese sería el paso previo al establecimiento de una coordinación militar ruso-estadounidense para acabar con los yihadistas. Después de eso, se formaría un gobierno sirio de unión nacional que incluiría líderes de los grupos ya separados de los yihadistas, siguiendo el modelo de los gobiernos locales que los imperialistas europeos impusieron al Imperio Otomano en el siglo XIX.

El Pentágono aceptó ese acuerdo con 2 condiciones:
1- Primeramente, cortar la «Ruta de la Seda». Fue por eso que bombardeó al Ejército Árabe Sirio en Deir ez-Zor, para impedir que se abra la posibilidad de pasar por el valle del Éufrates para evitar el obstáculo que representa el Emirato Islámico.
2- Trabajar con los rusos… pero no en condiciones de igualdad.

La primera condición constituye un acto de guerra contra Siria, perpetrado en pleno alto al fuego, y una ofensa abierta a todo el conjunto de la comunidad internacional. La segunda es evidentement inaceptable para Rusia.

Para desviar la atención del crimen perpetrado por el Pentágono y el Reino Unido en Deir ez-Zor, el MI6 británico organizó el «bombardeo» contra un convoy humanitario.

Ese convoy ya había sido revisado por el Ejército Árabe Sirio. No contenía armas (o ya no contenía armas) y había sido autorizado a circular después del levantamiento del alto al fuego. Se hallaba bajo la responsabilidad de la Media Luna Roja siria –ONG vinculada al gobierno de Damasco– y llevaba ayuda a las poblaciones sirias ocupadas por los yihadistas.

Contrariamente a las declaraciones occidentales, ese convoy nunca fue bombardeado, lo cual es fácilmente verificable visualizando las imágenes divulgadas por el MI6 bajo la etiqueta de los «Cascos blancos». No se ven en esas imágenes los típicos cráteres que dejaría un bombardeo aéreo. El convoy fue objeto de un ataque terrestre y de un incendio. En cambio, las imágenes captadas por un drone ruso muestran la presencia de yihadistas en el lugar del ataque, a pesar de que se trataba de un sector desmilitarizado.

Pero parece que los hechos no son importantes. Estados Unidos acusó a sirios y rusos de haber violado el alto al fuego, a pesar de los hechos mencionados… y a pesar también de que la coalición dirigida por Estados Unidos sí lo había violado anteriormente al bombardear al Ejército Árabe Sirio en Deir ez-Zor. El 21 de septiembre, la propaganda anglosajona fue repetida a coro, con el mayor aplomo, por los ministros y presidentes del bando occidental –John Kerry (Estados Unidos), Petro Porochenko (Ucrania), Jean-Marc Ayrault (Francia) y Boris Johnson (Reino Unido).

Última observación:
Las negociaciones entre John Kerry y Serguei Lavrov se han reanudado. Pero ya no se trata de reescribir nuevamente un acuerdo de paz sobre el cual ya todo está dicho sino de ayudar el Departamento de Estado a vencer los obstáculos y resistencias que está enfrentando en su propio país.