El Cártel de Sinaloa es el más viejo de los que operan en México. Hunde sus raíces como la primera organización moderna de trasiego de drogas en este país. Al mismo tiempo, es la más sofisticada y eficaz, y la que ha sobrevivido con mayor éxito los cambios de gobiernos y las capturas de sus líderes.

Su estilo es menos estridente que el de las otras organizaciones criminales, pero altamente letal y efectivo. Se le reconoce como la mafia más poderosa del mundo, con operaciones en los cinco continentes y, como informamos en anteriores entregas con documentos del Servicio de Investigación del Congreso estadunidense, la que controla todos los procesos de producción y distribución de droga en el Continente Americano, incluyendo, claro, Estados Unidos.

Todo lo ha logrado con la anuencia o franca complicidad de funcionarios corruptos (de México y de otros países) y empresarios dispuestos a obtener más riquezas a cambio de lavar miles de millones de dólares. Todos los grandes cárteles han tenido como protectores a servidores públicos de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes. Pero tal vez ninguno se ha incrustado tanto en las estructuras políticas como el Cártel de Sinaloa. Y es que, más que incrustarse, es una parte integral del complejo sistema político mexicano. Así fue desde su formación. ¿Qué otra organización puede presumir de que sus fundadores portaban credenciales de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política del régimen del siglo pasado? No está demás señalar que, además, sus sicarios han sido enfrentados a guerrilleros en distintos momentos: una suerte de fuerzas contrainsurgentes para cuando se necesiten.

El Cártel de Sinaloa (también llamado del Pacífico y, en sus inicios, de Guadalajara) ha sabido sobrevivir a desprendimientos, luchas intestinas y la diversificación de los negocios criminales. Casi siempre trabajó en silencio. Su anterior líder, Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, rompió con esta tradición y, cuando ya se sentía parte de la farándula, fue aprehendido, ahora sí de manera definitiva.

El Programa de Datos sobre Conflictos de la Universidad de Uppsala (Upssala Conflict Data Program, UCDP) identifica a 42 actores beligerantes que en algún momento han participado en los conflictos armados de México desde diciembre de 2006, cuando la torpeza y la ambición de Felipe Calderón lo llevaron a militarizar el país con la coartada de luchar contra el narcotráfico. El Cártel de Sinaloa salió fortalecido.

Hoy sólo nos referiremos a los costos humanos de la participación de esta organización en los conflictos armados que padece México. En todos estos años este cártel sostuvo cientos de enfrentamientos con otras organizaciones importantes del trasiego de drogas: el también viejo y poderoso Cártel del Golfo y Los Zetas, así como con sus antiguas y recientes escisiones: el Cártel de Juárez, el de Tijuana, La Mochomera, los Beltrán Leyva y el CJNG. El UCDP también registra la intestina y actual entre el histórico capo Ismael Zambada García, el Mayo, aliado con los hijos del Chapo, contra la facción de Dámaso López, el Licenciado, quien quiso reclamar el liderazgo del cártel y fue aprehendido a principios de este mes. También otras de las guerras internas motivadas por los reacomodos recientes fueron las que sostuvieron con facciones del propio cártel como las del Pepillo, Los 28, los Memo, los Salazar y los Chávez Matamoros.

No sostuvo enfrentamientos directos con el Cártel Independiente de Acapulco, La Resistencia, La Familia, los Caballeros Templarios, los Ardillos y los Rojos.

En su momento, la disputa más sangrienta fue la que sostuvo con el Cártel de Juárez. Aunque sigue vigente, actualmente las escaramuzas entre elementos de estas organizaciones son escasas, pues Sinaloa casi ha terminado por ganar: ya ha ocupado muchos de los negocios y las plazas de su contrincante. Las batallas más encarnizadas ocurrieron entre 2008 y 2011. Desde 2004 y hasta la fecha, han chocado en más de 510 ocasiones, con 8 mil 78 muertos.

La guerra más difícil que ha sostenido es probablemente con el Cártel del Golfo (organización de orígenes distintos pero con métodos similares), aunque no causó la mortandad de la anteriormente señalada. Su disputa alcanzó lo que no lograron las otras: carácter nacional, porque ocurrió en todo el país. Hoy mantienen una tregua e, incluso, una alianza. Por ello, no han tenido enfrentamientos desde 2011. Pero entre 2004 y 2010 sostuvieron 236 choques por toda la República y otros 20 en Guatemala y Honduras. Murieron 1 mil 632 personas.

Los Zetas enfrentaron al Cártel de Sinaloa entre 2010 y 2015. Buscaron entrar al Occidente del país y eso provocó 86 batallas, con 570 muertos. La mayoría de los combates se suscitaron en la frontera sonorense con Estados Unidos, además de regiones de Coahuila, Durango, Nuevo León, Sinaloa, Jalisco, Zacatecas y Chiapas.

El caso de la confrontación de Sinaloa con el Cártel de Tijuana (y sus facciones) es similar al de Juárez. La lucha fue encarnizada pero la organización que hoy encabeza el Mayo ha terminado por imponerse. Muertos, encarcelados o retirados, los sucesores de los Arellano Félix tuvieron que ceder negocios y plazas y limitarse a cobrar derecho de piso. Las confrontaciones más intensas ocurrieron entre 2007 y 2014 en Tijuana y otros lugares de Baja California, Jalisco y la Ciudad de México. En 36 ocasiones chocaron con un saldo de 405 muertos.

Con el Cártel de los Beltrán Leyva sostuvo, al menos, 45 choques hasta 2016. Murieron 227 personas. La mayoría de los enfrentamientos se suscitaron a lo largo del Norte del Pacífico mexicano. Sólo en Sinaloa se registró un saldo de 201 muertos.

La guerra del Cártel de Sinaloa con el de Jalisco Nueva Generación comenzó en 2015. Está vigente y es muy letal. Sólo en 2 años sumó 200 muertos en confrontaciones a lo largo de la península de las dos Baja Californias y en Jalisco y Colima.

Con La Mochomera, el Cártel de Sinaloa mantuvo seis enfrentamientos en 1 año (2013) con un saldo de 28 muertos. Los enfrentamientos se sostuvieron en la Sierra de sinaloense. Además, en las disputas intestinas de 2 años al presente han muerto 66 personas en Baja California Sur y Sinaloa.