Turquía, que hace 8 meses lanzaba virulentas críticas contra el nacionalismo persa, se ha acercado a Irán, en parte al calor de la disputa entre Arabia Saudita y Qatar y también debido al proyecto de creación de un Estado kurdo en Irak.
 El 14 de agosto, el general Mohammad Bagheri, jefe del estado mayor del ejército iraní –pero no de los Guardianes de la Revolución–, viajó a Ankara.
 El 1º de octubre, su homólogo turco, el general Hulusi Akar, viajó a Teherán.
 El 4 de octubre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, inició una visita oficial en Irán.

Turquía e Irán han firmado al parecer un acuerdo que prevé la realización de patrullas comunes a lo largo de sus fronteras con el Kurdistán iraquí. Se contruiría además un muro, pagado por Turquía, que cubriría una cuarta parte de la frontera común turco-iraní para evitar todo contacto entre el PKK (la organización armada de los kurdos de Turquía) y el PJAK (grupo armado kurdo en Irán).

Un segundo acuerdo prevé un intercambio de datos de inteligencia entre la gendarmería turca y los Guardianes de la Revolución, así como una autorización de acceso de los barcos de guerra turcos a los puertos iraníes y viceversa e intercambios bilaterales de formación de cadetes.

Según nuestras informaciones no se trata en este caso de una modificación de las alianzas sino sólo de una coordinación militar ante las ambiciones de estadounidenses y kurdos en el Medio Oriente y con vista a operaciones contra los budistas en el sudeste asiático. No existe tampoco ningún tipo de acuerdo sobre Siria.