Sube el tono de las declaraciones entre Turquía y Estados Unidos luego de los intentos de asesinato contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, entre los que se cuenta el que condujo al golpe de Estado abortado en julio de 2016.

Un pastor evangélico estadounidense, Andrew Brunson, residente en Turquía desde hace 23 años, está detenido bajo la acusación de conspirar con el PKK (el Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y con el FETO (movimiento del predicador turco Fethullan Gulen, residente en Estados Unidos). En realidad, el presidente Erdogan ha mencionado en varias ocasiones la proposición de Ankara a Washington, «un pastor por un pastor», que consistiría en liberar al estadounidense Brunson a cambio de la extradición de Gulen a Turquía.

Al intervenir en un congreso de empresarios turcos, el 16 de abril de 2018, el presidente Erdogan reveló que Turquía tiene intenciones de reemplazar el uso del dólar estadounidense por el oro en sus contratos internacionales, medida que Washington no ha comentado aún.

La decisión de Ankara de comprar a Moscú sistemas de defensa antiaérea S-400 también ha creado incomodidad en el seno de la OTAN, así como en Washington.
 El 18 de abril, el asistente del secretario de Estado a cargo de Eurasia, A. Wess Mitchell, anunciaba a la Comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes, que la posible compra turca de sistemas antiaéreos rusos S-400 puede dar lugar a la adopción de sanciones estadounidenses contra Turquía. Pero también mencionó las consecuencias que podrían tener tales sanciones para la producción del avión de guerra estadounidense F-35, dado que algunas piezas de ese aparato se fabrican en Turquía.
 El 19 de abril, la portavoz del Pentágono, Dana White, subrayaba que los S-400 rusos son incompatibles con el equipamiento de la OTAN y que el ejército turco no podría por tanto utilizarlos eficazmente [a no ser que salga de la OTAN. NdlR.].